Prólogo
Published by La Premonición under on 12:12Prólogo
Corría. Corría por aquel oscuro y tenebroso bosque tratando de esquivar lo que se encontraba a su paso. Sus intentos eran prácticamente en vano debido a que la apremiante oscuridad y las frondosas copas de los árboles impedían que la luz de la luna alumbrase su camino.
Cayó al suelo una docena de veces pero eso no parecía amedrentarla. Tampoco el hecho de que quien la perseguía estaba cada vez más cerca. Podía escuchar, incluso, el ruido de sus pisadas sobre los acelerados latidos de su corazón.
Seguía corriendo, saltando raíces, cayendo al suelo de vez en cuando, esquivando troncos y algunas veces golpeándose con ellos… seguía escapando de la muerte. Aquella muerte que se camuflajeaba en el cuerpo de un atractivo joven. Cayó al suelo por enésima vez cuando faltaban unos pocos metros para llegar a los límites del bosque. Allí se encontraba su salvación; lo sabía, podía sentirlo.
Adolorida y agotada, intentó ponerse de pie pero no pudo. A duras penas se arrastró, lo más rápido que pudo, por aquel suelo húmedo y fangoso hasta colocarse detrás de un gran árbol. Agudizó el oído pero no escuchó nada más que los latidos de su corazón que retumbaban en sus oídos. Al parecer su perseguidor le había perdido el rastro o se había cansado de perseguirla. Alzó una alabanza al cielo al tiempo que cerraba los ojos y apoyaba su cabeza en el tronco del árbol.
Después de un rato abrió los ojos para encontrarse con el hermoso y perfecto rostro de aquel ser que le infundía más miedo que fascinación. Él le sonrió y supo en ese mismo instante que su vida terminaría gracias a esos labios que le brindaban una cautivadora sonrisa. Gracias a esos ojos tan azules como el cielo en pleno verano y tan fríos como la gélida brisa que azotaba la copa de los árboles. Gracias también a esos fuertes brazos que la ayudaban a ponerse de pie y que la acorralaban contra el tronco de aquel árbol que minutos antes había sido su resguardo contra él.
Él dejó de sonreír y aquel estado de sedación en el que se encontraba se desvaneció en el acto. Él le dirigió una mirada tan fría que le heló todo por dentro, congelándole incluso la respiración. Quería gritar, pedir ayuda, pero su boca se había quedado dolorosamente seca al igual que su garganta. No podía respirar, no podía moverse, no podía pensar. Solo miraba fijamente esos mortíferos ojos, dejando que estos hurgaran en su mente y la condujeran a la muerte.
Desesperada, intentaba inútilmente respirar o por lo menos romper el contacto visual pero todos sus intentos eran inútiles. De pronto, sintió unos fríos dedos rozando su mejilla y descendiendo lentamente hacia su cuello antes de que los labios de su captor se apoderaran de los suyos robándole el ultimo aliento que le quedaba. Ese era el beso de la muerte…
Lo único que quedó de ella en aquel bosque fue un hermoso vestido negro sobre un montículo de cenizas que lentamente el viento fue esparciendo hasta no dejar nada…
— ¿Anne? ¿Anne, me escuchas? ¡Anne!
—Lo siento— respondió la joven con un tono somnoliento en la voz, mientras volvía a la realidad— ¿Decías algo?
—Sí —respondió su amiga, ofendida— Te estaba contando como me había ido en mi cita con Erick pero tu, por lo que veo, estabas muy entretenida pensando en las musarañas.
—Lo siento —respondió apenada— Es que…
— ¡Dios, Anne! Mira eso— la interrumpió bruscamente su amiga sin ningún reparo.
Anne alzó la mirada y la dirigió hacia donde, disimuladamente, le señalaba su amiga. El corazón se le aceleró al instante y su mirada se desvió hacia sí misma examinándose con detenimiento, mientras el horror recorría sus venas. Ahogó un grito y se puso de pie rápidamente con intenciones de salir del lugar. Juliette desvió la mirada de aquello que había captado su atención y la dirigió hacia su amiga, que estaba pálida y con una inconfundible expresión de terror y pánico en el rostro.
—Anne, ¿Qué te…?—no llegó a terminar la pregunta ya que su amiga salió de aquel estado en el que se había encontrado y se alejó rápidamente de ella.
Anne caminó rápidamente, esquivando a los demás invitados de la fiesta e ignorando el llamado de su amiga y las protestas de las personas que no pudo esquivar. Ni bien hubo salido del salón cuando empezó a correr rumbo hacia el único lugar por el que podía escapar: el bosque.
2 Estrellas:
¡Hola de nuevo!
Me gustó mucho esta parte. Creo que ya e lo había dicho la primera vez que lo leí.
Como aporte -no corrección, sino simple aporte-, agregaría algo sobre el aire, y sobre el clima.
Hablás de "fangoso" y "gélido". Pero qué se yo. Cuando uno corre por su vida, las cosas que más siente son el aire a punto de explotar dentro de los pulmones, y las piernas ardiendo como si fueran a desconyuntarse. Pero el aire explosivo en los pulmones es importante, y aporta muchísimo.
Del tema del clima se desprenden otras cosas... si aún estaba lloviendo, eso puede dificultar la visión. Encontrar un lugar hacia dónde correr. Y por eso se tropieza, esta corriendo en un bosque, y casi completamente a ciegas. Tambiñebn me la imagino raspándose el rostro con las ramitas que caen de los árboles y que no puede ver bien... por la adrenalina, por el clima, por la falta de luz. Y son como pequeños látigos, ¿viste? Bueno, boludeces así.
Otra cosa para agregar más realismo, son las consecuencias de los tropiezos. Ella se cae muy seguido y se levanta. Casi al final mencionas que estaba dolorida. Por ahí vendría bien agregar que se raspaba las rodillas, o se torcía las muñecas al caer. Que se golpee, y que le duela. Que este muy dolorida, pero que siga corriendo por su vida.
Eso es todo lo que se me ocurre que puede servirte, el resto está muy bien.
¡Besos!
Gracias por las sugerencias, esposa. Como te he dicho por el msn, pienso tomarlas en cuenta (todas y cada una de ellas). Cuando tenga un tiempito libre, pienso corregir todos los capitulos que has leido y comentado ;)
Gracias por seguir leyendo y por no morir en el intento <3
I love you.
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