Capítulo 7
Published by La Premonición under on 22:30Comprendiendo al Enemigo
Había llorado. Mucho. Había sentido miedo. Demasiado. Esa, realmente, había sido una terrible noche. La peor de todas las noches que había pasado en el Hellaven. Y todo por culpa de su estúpido ímpetu, de sus estúpidas ganas de querer solucionarlo todo. ¿Quién le dijo que ella tenía que ser la heroína de esa historia? Si ellos querían matarse entre ellos, bien. Ella no tenía que hacer nada para impedirlo porque no era su problema. Pero, por más que trataba de pensar de esa forma, no podía. Ella siempre había sido una mediadora cuando Solomon y Juliette, sus mejores amigos, discutían. Y gracias a ella, lograban olvidarlo todo y hacer las paces. Y, tonto de su parte, había pensando que con Cecil y Luke iba a ser igual.
Pero todo, como siempre, le había salido mal. Porque ella no era buena para nada mas que no fuesen los estudios. Las demás cosas eran una especie de misterio para ella. Un acertijo que nunca podría descifrar. Eso ya tendría que saberlo de memoria, pero no era así. Ella seguía y seguía cometiendo los mismos errores, haciendo las mismas estúpidas cosas que la hundían cada vez más en la arena movediza en la que se había convertido su vida.
Primero fue cuando pensó que yendo al bosque, podría salvarse. Y lo que encontró allí fue un pase directo y sin escalas al infierno. Después fue cuando trató de hacerle entender a Cecil que Luke no le había hecho nada (cosa que era cierta… hasta la noche anterior. Y eso se lo había buscado ella, así que no había sido su culpa), gesto que desató una discusión entre ellos y un incomodo momento de silencio. Y por último, estuvo su acto de valentía (y rebeldía) cuando había decidió romper una de las reglas básicas impuestas por su compañero de casa.
Todo eso se lo había buscado por su impertinencia, por querer hacer cosas que no estaba acostumbrada a hacer. Pero ahora, quería creer, había aprendido la lección. Había aprendido que no era bueno inmiscuirse en cosas que no le concerniesen y que lo mejor que podía hacer era mantenerse lo más alejada posible de Luke. Mientras tuviese presente esas dos cosas, le iría bien.
Cansada de estar en la cama, compadeciéndose a sí misma, se puso de pie y se encaminó hacia el espejo. Como había llorado mucho y dormido poco, su rostro era un completo mapa de zonas oscuras e hinchazones. Su piel estaba más pálida debido a la falta de sol, y sus ojos estaban opacos, tristes. Su cabello, el cual siempre había llevado casi a la altura de los hombros, estaba más largo y algo más rojizo.
El tiempo estaba pasando y ella no lo estaba percibiendo. Sus sentimientos estaban cambiando y ella tampoco los estaba notando. Antes, cuando recién había llegado al Hellaven, había pensando en su familia y en su vida todo el tiempo. Ahora apenas si se acordaba de ellos. Y eso la hacía sentirse miserable. Su familia en esos momentos estaría devastada por su perdida, sufriendo a cada segundo porque ya no la tenían entre ellos.
Sus padres, que siempre habían estado con ella. Solomon, con el que había planeado casarse a finales de ese año. Juliette, que era como la hermana que nunca tuvo. Paul, su pequeño y adorado hermanito. Todos ellos ahora eran como manchas borrosas en su cabeza. Sus recuerdos de ellos estaban desapareciendo como si de una acuarela bajo la lluvia se tratase. Y ella estaba segura de que era por culpa del Hellaven. Ella, por voluntad propia, no se olvidaría de sus seres queridos. Nunca.
Después de ponerse los zapatos, salió de la habitación rumbo al salón. Le había dado tiempo suficiente a Luke para que hiciese y deshiciese en la casa, ahora le tocaba a ella hacer lo mismo. Aunque lo máximo que haría sería sentarse en un sillón a leer un libro. Al llegar al lugar, vio que estaba oscuro, apenas iluminado por las pocas llamas que quedaban en la chimenea. Lentamente, para no golpearse con ningún mueble, se encaminó hacia su sillón favorito: el que estaba más cerca de la chimenea y del cual se podía ver, a través de la ventana, el Hellaven iluminado por la luz de la luna. Era una vista hermosa, debía admitir.
Cuál fue su sorpresa al llegar y ver a Luke plenamente dormido sobre él. Su cabello caía sobre su rostro que, en esos momentos, era el más hermoso que ella hubiese visto jamás. Como diseñadora de modas, había tenido que lidiar con muchos modelos, todos hermosos y sumamente atractivos, pero Luke les ganaba a todos ellos con creces. Ella dudaba de que, en todo el mundo (su mundo), existiese un hombre más atractivo que él.
Y quizás era un efecto de la dorada luz proveniente de la chimenea, pero ella lo veía resplandecer, como una brillante estrella en el cielo. O quizás como el sol que le hacía falta ese mundo.
Hechizada, como atraída por un imán, se acercó más para verlo mejor. Se puso en cuclillas y recogió el libro que se le había caído de las manos. Sonrió al darse cuenta de que era el mismo libro que ella había estado leyendo la noche anterior. Aunque ese no era el ejemplar que Cecil había ido a buscar para ella a la casa de Edna.
Con cuidado, dejó el libro sobre la mesita más cercana y volvió a concentrarse en el hombre que tenía en frente. Estiró una mano y lentamente le quitó el cabello del rostro. Acarició sus mejillas y recorrió el puente de su nariz con la punta de los dedos. Realmente no sabía por qué estaba haciendo esas cosas, pero no podía detenerse. Era como si toda la vida hubiese deseado hacerlo y, ahora que tenía la oportunidad, no iba a desaprovecharla.
Cuando sus dedos rozaron sus labios, volvió a sentir ese choque de electricidad recorriendo cada centímetro de su cuerpo; Veloz, era como una llama encendiendo cada parte de su ser. Su corazón se aceleró y su respiración se hizo más forzosa. Su garganta se secó y un solo pensamiento llegó a su cabeza: bésalo, bésalo. Se sentía poseída por una fuerza superior a ella, por un deseo mucho más grande que su determinación o sus ganas de salir corriendo de allí.
Aun envuelta en el hechizo, se inclinó hacia él para hacer eso que tanto deseaba y que, al mismo tiempo le aterraba. Estando a pocos centímetros de sus labios, la puerta se abrió y Cecil entró al salón. La expresión de su rostro, al ver la escena, cambió de una expresión alegre a una de completo horror. Como una exhalación, se acercó hacia donde estaba Anne y la tomó del brazo, alejándola rápidamente de Luke.
Hecho una furia, se acercó a donde se encontraba un Luke medio despierto gracias al grito de Anne, para pegarle. Anne lo agarró del brazo y tiró con todas sus fuerzas para impedir que hiciese lo que se proponía.
—Cecil, cálmate. — le pedía, pero él la ignoraba. Lo único que pasaba por su cabeza en esos momentos era darle una paliza a Luke.
— ¿Qué demonios está pasando aquí? — preguntó Luke, entre bostezos, mirando la escena que se desarrollaba frente a él. — ¿Por qué tanto escándalo?
— ¿Y todavía lo preguntas, imbécil? — Luke le dirigió una mirada confundida, como si estuviese tratando de recordar qué fue eso tan malo que había hecho para que Cecil reaccionara de esa forma. — ¡No me mires así, que sabes muy bien de qué estoy hablando!
—Cecil, basta. Estas haciendo una tormenta por nada.
— ¿Por nada? —Gritó— ¿Me estás diciendo que me quede tranquilo después de haber visto lo que vi?
— ¡Tu no viste nada!
—No, yo si sé que fue lo que vi. Y sé por qué pasó eso. —le dirigió una mirada cargada del más puro rencor a Luke. — Él lo hizo. Él siempre ha hecho ese tipo de cosas, incluso con Edna.
El agarre que Anne ejercía sobre el brazo de Cecil se aflojó un poco al escuchar sus palabras. Luke lo miró mas confundido que antes.
— ¿De qué demonios estás hablando? ¿Qué se supone que hice ahora? ¿Quedarme dormido cuando debería estar haciendo el papel de niñero?
— ¿Es-estás diciendo que eso pasó porque él quiso que pasara? —preguntó Anne en voz baja, sintiéndose enferma de pronto, ignorando por completo a Luke.
—Sí. Lo hace con todo el mundo. Es como si le divirtiese jugar con la voluntad de las personas. Como si se sintiese el rey del mundo, la persona más importante del Hellaven. No es más que un maldito bastardo.
Cecil que se había calmado un poco, volvió a abalanzarse sobre un Luke que no terminaba de captar el quid de la situación. Esta vez, Anne no tenía ganas de impedirlo. Se dio la vuelta y salió corriendo del salón rumbo a su habitación. No quería ver como ellos dos se peleaban, mucho menos sabiendo que era por su culpa. Sólo quería encerrarse en su habitación hasta que la sensación de haber sido usada, de haber sido un juguete en las manos de un niño travieso y descuidado, pasase.
Pero estar encerrada no la estaba ayudando mucho. En lo único que pensaba era en cómo se veía Luke dormido, en lo suave que era su cabello o en todas las cosas que había sentido cuando lo había tocado. Pensar que todo eso había sido producto de un hechizo la hizo sentir ganas de golpearlo, ganas de hacerle pagar por todo lo malo que le había hecho.
Se sentó en la cama, con las rodillas cerca del pecho, y escondió la cabeza en ellas. ¿Por qué le pasaban esas cosas? ¿Qué cosa tan mala había hecho para tener semejante castigo? ¿Por qué él, simplemente, no la dejaba en paz? Lo odiaba, mucho. Y en esos momentos quería que Cecil le hiciese pagar por todo lo malo que había hecho. Él se lo merecía.
No supo cuanto tiempo estuvo en esa posición, pensando en todas las cosas que Cecil podría hacerle con su magia (y con sus puños, claro está), pero cuando escuchó unos toques en la puerta sintió como que había pasado una eternidad. Lentamente se puso de pie y se encaminó hacia la puerta. Al ver a Luke intacto, sin un solo golpe o rasguño, tan hermoso como siempre, sintió una marea de extraños sentimientos. Todos ellos inconexos, todos ellos carentes de sentido.
— ¿Qué hace aquí?
— ¿No es obvio? Vine a hablar contigo.
—Yo no tengo nada que hablar con usted, mucho menos quiero hacerlo. —ella iba a cerrar la puerta pero Luke se lo impidió.
—Tienes que hacerlo, quieras o no. No voy a pasarme la vida entera esperando que se te pase la rabieta.
—Yo no…—ni siquiera llegó a terminar la réplica. Luke, al ver que de esa forma no iba a lograr nada, la tomó en brazos, se la puso en el hombro a pesar de sus quejas y la llevó hasta el salón. Y contrario a lo que Anne esperaba, la dejó sobre el sofá con toda la delicadeza del mundo, dejándola demasiado atónita para seguir quejándose.
A pesar de que él había sido el de la idea de hablar, no había dicho una sola palabra desde que entraron al salón. Lo único que hacía era pasearse de un lado al otro, como si estuviese meditando sobre la mejor forma de empezar a hablar.
— ¿Pretende empezar a hablar en algún momento o tendré que esperar más tiempo? —estaba enojada, por lo que no le importó saltarse una que otra regla con esa pregunta.
Él se detuvo de golpe, y le dirigió una mirada seria.
—Yo no hice nada.
— ¿Perdón? —preguntó, al no escuchar bien lo que él le había dicho.
—Que yo no te hice nada. Es más, ni siquiera sé de qué me acusan. A menos, claro, que sea por lo de ayer…
—Lo de ayer no tiene nada que ver con esto. Él no lo sabe y yo no tengo intenciones de decírselo.
— ¿Entonces?
— ¿Entonces, qué? ¿Pretende que le diga qué fue lo que me hizo? —No le dio tiempo a responder— No voy a darle el gusto. —se cruzó de brazos en una pose que denotaba que no iba a cambiar de parecer.
—Yo sólo quiero saber de qué se me acusa esta vez. Cecil no quiso decírmelo… por lo que pensé que tú sí ibas a hacerlo.
— ¿Qué le hizo pensar eso? Usted y yo no nos llevamos bien. Y, si mal no recuerdo, ayer me acerqué a usted para hablar y me trató horrible. ¿Por qué debería yo hacer lo contrario? Y otra cosa, ¿por qué es tan importante saberlo?
Luke tardó unos instantes en responder, y Anne se sorprendió de verlo vacilar antes de actuar. Dos veces en una noche era demasiado.
—Cecil siempre me acusaba de que “hacía cosas”, pero nunca me decía qué. Ha sido así desde que tengo uso de razón. Para él, por alguna extraña razón, yo soy el ser mas malvado y retorcido que pueda existir… El punto es que, en esta ocasión, no es sólo cosa de él; tú también estás relacionada con esto. Así que pensé que, quizás, tú podrías decirme qué pasó y así yo tendré una idea de por qué Cecil me ha estado culpando durante todos estos años.
— ¿Eso quiere decir que en verdad usted no sabe nada? — él negó con un movimiento de cabeza. Y ella, por extraño que sonase, le creyó completamente. Una persona que miente nunca tendría la mortificada expresión que él tenía en su rostro. — Bueno, sí lo que me dice es cierto, no tiene nada de qué preocuparse. Las acusaciones de Cecil son infundadas.
—Eso lo sé— le dijo, como si fuese la cosa más obvia de todo el mundo— El punto es que quiero saber de qué me acusa.
—Él piensa que usted hechiza a la gente para que haga lo que usted quiere.
— ¿Y qué pasó hace rato como para que el pensase semejante estupidez? — Anne se sonrojó espantosamente, y miró hacia otro lado.
—No pasó nada. Sólo nos encontró en la misma habitación— Luke alzó una ceja y se cruzó de brazos.
—Eso no fue lo que pasó. Conozco a Cecil desde hace muchos años y sé que esa tontería no lo alteraría tanto.
—Si tanto dice conocerlo, ¿por qué tuve que decirle lo que le pasaba? — Luke se quedó sin palabras— Usted cree conocer a las demás personas pero está muy lejos de ser así. ¿Cómo es posible que las conozca cuando apenas tiene contacto con ellos?
—Eso no te incumbe.
—No, no me incumbe. Lo siento. —Tomó una profunda respiración antes de continuar. Iba a decirle la verdad, aunque no toda. Tampoco iba a contarle todo tal cual pasó. No iba a arriesgarse. — Lo que le dije es cierto. Cecil se puso así porque me encontró muy cerca de usted. Él me había dicho que mantuviese las distancias, que usted era peligroso y muchas cosas más que no vale la pena mencionar.
— ¿Y que estabas haciendo? ¿Tratando de matarme? — preguntó con sorna.
—Estaba levantando el libro que se le cayó mientras dormía.
— ¿Y Cecil hizo un escándalo sólo por eso? ¿Cree que te hechicé para que hicieras semejante cosa? A ese chico realmente le falla algo en el cerebro. Además, ¿para qué iba a querer que hicieras eso? ¿Tu, entre todas las personas del Hellaven?
Ella no le respondió. Estaba muy concentrada pensando en Cecil y sus acusaciones hacia Luke. Si él pensaba eso, era porque había pasado algo que lo había empujado a hacerlo. Ella no creía que Cecil, de buenas a primeras, iba a pensar que Luke hechizaba a la gente para que lo acosaran mientras dormía.
— ¿Usted estuvo alguna vez con alguna mujer que a Cecil le gustase?
— ¿Disculpa? — la pregunta de Anne lo dejó bastante descolocado. “¿A qué venía eso?”, se preguntó.
—Que si usted estuvo con alguna chica que a Cecil le gustase. O le coqueteó… o algo.
— ¿Por qué rayos me preguntas eso? Eso no es de tu…
—Sí, ya sé que no es de mi incumbencia. Pero esa podría ser la respuesta a la interrogante de por qué Cecil piensa así de usted. Piénselo. Cecil no quiere que yo tenga el mas mínimo contacto con usted, y hoy hizo un escándalo cuando nos encontró en la misma habitación, no muy lejos el uno del otro. Quizás él lo descubrió con su novia o la chica que le gustaba… qué sé yo.
—Exacto. Tú no sabes nada. Entre Cecil y yo nunca han pasado ese tipo de cosas.
—Eso significa que usted ha conocido a todas las novias de Cecil, ¿verdad? — Luke no le respondió y eso le confirmó sus sospechas— Lo más probable es que una de las chicas que a Cecil le gustaba estaba interesada en usted. Por eso él piensa que usted la hechizó o que tiende a hechizar a todas las mujeres que están a su alrededor. Incluida Edna.
—Eso es estúpido.
—No, no lo es. Si tenemos en cuenta lo poco sociable que es usted, y lo gruñón que puede llegar a ser, es poco probable que una mujer lo prefiera antes que a Cecil, que es todo lo contrario a usted. — Luke puso mala cara— Lo siento, pero es la verdad. En fin. Si Cecil estaba con una chica y tenía el terreno seguro con ella, y ella de repente lo deja por usted, ¿qué cree que podría pensar? Es lógico que crea que usted es un pervertido o algo así.
—Ahora, aparte de roba novias, soy un pervertido. ¿No crees que te estás pasando de la raya?
Ella sonrió. Toda esa situación le parecía divertida e interesante. Mantener esa conversación con Luke, por extraño que pareciese, la hacía sentir muy bien.
—Supongo que es mi forma de desquitarme por todas las veces que me llamó “terrana” — ella trató de imitar el tono que él usaba para llamarla. La expresión que vio en el rostro de Luke casi hizo que se desternillara de la risa. Casi.
—Eso es lo que eres, ¿no? ¿Cómo quieres que te llame, entonces? — puso los brazos en jarras.
—Anne. Ese es mi nombre. Pero sólo puede llamarme de esa forma si no va a decirlo con tanto desprecio.
— ¿Qué te hace pensar que te haré caso?
—Es sólo una sugerencia. Ahora, si me disculpa, me voy a mi habitación. —se puso de pie y dio unos cuantos pasos hacia la salida— Por cierto… ¿cómo está Cecil?
—A menos que se haya desquitado con un transeúnte, supongo que está bien. —Anne lo miró, confundida— Lo envié a su casa antes de que me golpeara.
Ella le sonrió.
—Gracias. — después de eso, salió del salón.
***
A pesar de todo, el día anterior no había sido tan malo. Había conversado con Luke tranquilamente (si es que a eso se le podía llamar tranquilo) y había visto una parte de él que pensaba que no iba a ver nunca; más bien, que pensaba que no existía. Había visto vulnerabilidad, dudas, miedos, preocupación, a pesar de la imagen de superioridad y poderío que veía en él.
Luke, la noche anterior, le demostró que, a pesar de todo, no era tan diferente de ella como pensaba. Le demostró que, aunque se mostrase frío y distante la mayor parte del tiempo, rudo, descortés y grosero cuando se trataba de ella, era una buena persona. Era alguien que se preocupaba por los demás, aunque no lo quisiese demostrar. Y el haber descubierto eso, la hacía sentirse muy, muy bien. Hasta podía decirse que estaba feliz.
Y quizás ella no comprendiese a la perfección el significado de su felicidad o el hecho de sentirse tan obsesionada con Luke y todo lo referente a él, pero, no le daba mucha importancia. Mientras siguiese sintiéndose como en esos momentos, no habría problema.
Cuando ella abrió los ojos a la mañana siguiente (que era prácticamente lo mismo que despertarse a las tres de la mañana), sintió como si toda la energía negativa que la había estado rodeando se esfumase. Como si todo estuviese cambiando, aunque ella no lo notase. Ese iba a ser un buen día, de eso estaba segura.
Se arregló lo más rápido que pudo y se dirigió hacia la cocina para prepararse el desayuno. Justo en esos momentos la puerta de entrada se abrió, sin darle tiempo para esconderse en una de las habitaciones o hacer algo para evitar que el recién llegado reparase en su presencia. Por suerte, quien había llegado había sido Cecil, que al parecer, no estaba de tan mal humor.
Con algo de temor, después de acomodarse un poco la ropa, se dirigió hacia él.
—Hola, Cecil. —lo saludó con algo de timidez.
Él, desde su lugar cerca de la puerta (se había apoyado en ella inmediatamente la cerró) la miraba con algo de pena y arrepentimiento. Ella reparó en el hecho de que no tenía un solo rasguño encima, por lo que lo que le había dicho Luke la noche anterior había sido cierto. Él no le había hecho nada a Cecil. Eso la hizo sentirse mucho mejor porque, a pesar de todo, había dudado de sus palabras.
—Hola— fue su simple respuesta.
— ¿Cómo estás? ¿Ya no estás enojado? — él le sonrió y abrió los brazos en una muda invitación. Ella no dudó ni un solo segundo en acercarse a él y abrazarlo.
—Siento mucho lo de ayer, de verdad. Sé que me pasé un poco de la raya pero, créeme, no fue mi intención lastimarte ni hacerte sentir mal.
—No te preocupes. Todo está bien ahora. Luke y yo aclaramos el mal entendido. — él la separó de sí para mirarla a la cara.
— ¿Cómo está eso de que “aclararon el mal entendido”? — Anne no pudo evitar notar una extraña nota en su voz.
—Estuvimos hablando… después que te fuiste. Yo le expliqué lo que había pasado y él hizo lo mismo. Así que no hay problemas entre nosotros. Las cosas vuelven a estar igual que siempre.
— ¿Y no te hizo nada?
—Cecil, de verdad me estoy cansando de esto— ella se separó definitivamente de él y dio unos cuantos pasos para alejarse— ¿Por qué te cuesta tanto creer que él no me ha hecho nada? ¿Por qué te cuesta tanto creer en mi palabra?
—No es que no te crea, es sólo que sé cómo es él.
—Yo creo que no lo sabes. —Él iba a protestar pero ella se lo impidió— Cecil, conoces a ese chico desde que era un bebé. Es como si fuese tu hijo. No puedo creer que todo esto esté pasando entre ustedes. No puedo creer que tú te estés comportando de esta forma. Hubiese esperado eso de él pero de ti…
—Hablas como si lo conocieses.
—No, no lo conozco, pero sé cuando alguien está diciendo la verdad y cuando no. Él me dijo que no hizo nada anoche y yo le creo. Él no ha estado haciendo nada malo y me he cansado de decírtelo, pero tú no terminas de aceptarlo. Es como si quisieses culparlo. Como si quisieses que fuese culpable.
— ¡Y eso a ti que más te da, Anne! —explotó, lo cual sorprendió a Anne, que no esperaba ese tipo de reacción por parte de él— Él no es tu amigo, es más, él ni siquiera sería capaz de protegerte si estuvieses en peligro. ¿Por qué lo defiendes tanto? ¿Por qué estas tan interesada en él? ¿Por qué ahora?
—Esto no tiene nada que ver con interés, Cecil. —le respondió con toda la calma de la que fue capaz en esos momentos— Esto tiene que ver con injusticias. Tú te estás comportando como un tonto por nada. Y, aunque me lo niegues, estás haciendo todo esto por mí. Si yo no me hubiese mudado a esta casa ustedes dos aun seguirían siendo amigos. Y no trates de negármelo. Tu, lo único que quieres, es hacer quedar a Luke como el malo de la película.
— ¿Acaso no lo es? ¿Acaso no fue él el que casi te entrega a la Guardia? ¿Acaso no ha sido él el que te ha estado tratando mal durante todo este tiempo? ¿Acaso no fue él el que te hechizó anoche para que lo besaras?
— ¡Yo no estoy hechizada!
—Si lo estas. La Anne que yo conozco no defendería a su enemigo de la misma forma en la que tu lo estas defendiendo. Anne estaría de mi parte, apoyándome. Tu, en cambio, lo estas defendiendo a él, te estás poniendo en mi contra.
—Yo no me estoy poniendo en tu contra. Yo solo quiero que entiendas que estás mal, Cecil. Yo sólo quiero que tu y él vuelvan a ser amigos. Yo sólo quiero dejar de sentirme culpable cada vez que los veo discutir o dirigirse miradas cargadas de desprecio. —Ella se acercó a él y tomó su rostro entre sus manos— ¿Puedes entender eso?
Él estuvo unos instantes en silencio, sopesando sus palabras, parecía renuente a darle una respuesta. Aun así, asintió. Anne lo abrazó, esta vez rodeándole el cuello con los brazos.
—Trataré de entenderlo, Anne, pero no te prometo nada.
—Eso es suficiente… por el momento— Cecil sonrió y le dio un beso en la cabeza— Y dime, ¿qué te trae por aquí tan temprano?
—Tú, por supuesto. —Ella levantó un poco la cabeza para verlo— Te traje algo.
—No me digas que es…—le dijo, emocionada. Parecía una niña a punto de recibir su regalo de navidad.
—Sí, sí es. Lo terminé ayer por la tarde. — se sacó una pequeña cajita azul brillante del bolsillo de la chaqueta y se la tendió a una Anne que casi daba saltos de la emoción. — Espero que te guste.
Cuando Anne abrió la cajita, quedó de piedra por unos instantes. Sacó el contenido de la caja y lo puso en la palma de su mano izquierda, para poder apreciarlo mejor.
El regalo era una fina cadena de plata, con un dije en forma de un redondeado corazón. Este era transparente, y en su centro, se podían ver unos diminutos y brillantes cristales dorados y rojos moverse de un lado al otro, como si estuviesen en un recipiente de cristal con centro líquido. El efecto era parecido al de las esferas decorativas que podías ver en todas las casas en las fiestas navideñas, esas que agitabas y volteabas sólo para ver la nieve caer sobre un Santa Claus sobre el techo de una pequeña casita.
—Es… es hermoso, Cecil. Dios, es la cosa más bonita que he visto en toda mi vida. —Dijo, anonadada, sin quitarle los ojos de encima al dije— ¿Cómo lo hiciste?
— ¿Cómo lo hice? Ni me lo preguntes. Ni yo mismo sé la respuesta. Lo que si te digo es que me costó mucho, muchísimo trabajo terminarlo. No tenía a nadie con quien hacer la prueba, así que tenía que hacer los experimentos conmigo mismo.
— ¿Hacer la prueba? — ella le dirigió una mirada, confundida. — ¿A qué te refieres con eso?
— ¿Recuerdas cuando te dije que estaba haciendo un proyecto de transmutación? —ella asintió— Bueno, pues este es el resultado. Aunque no lo parezca, ese dije es capaz de ocultar la esencia de un terrano. Es decir, mientras tengas el collar puesto, nadie podrá saber que eres una terrana a menos que se lo demuestres.
Anne lo miró con los ojos bien abiertos. No podía creer lo que le estaba diciendo. No podía creer que él se hubiese esforzado tanto en algo como eso. Nadie nunca había puesto tanto empeño en hacer algo para ella, a pesar de que la gente a su alrededor siempre había querido que ella tuviese todo lo que necesitase. Pero Cecil, desde que había llegado al Hellaven, había hecho incontables cosas por ella. Y lo más sorprendente de todo era que no le pedía nada a cambio. Nadie nunca había sido tan bueno con ella.
—Oh, Cecil…— sollozó.
Trató de decirle algo más, pero no pudo. Las palabras se habían quedado atascadas en su garganta. Lo único que pudo hacer para agradecerle fue lanzarse a sus brazos y abrazarlo fuertemente.
—No fue nada, pequeña— le dijo, como si supiese lo que pasaba por su cabeza— Yo sólo lo hice porque estaba muy preocupado por ti. Aunque nosotros te estemos cuidando, tú sigues estando en peligro. Pero ahora que tienes el collar, nadie sabrá que eres una terrana y podrás dormir tranquila. —hizo una pausa, en la cual separó a Anne un poco de sí, lo suficiente como para secarle las lagrimas que cubrían sus mejillas— Además, quiero que conozcas el Hellaven. Y estando encerrada aquí nunca iba a hacerlo.
Anne tardó unos instantes en captar el mensaje
— ¿Hablas de… salir? ¿Acaso no es eso peligroso?
—Ya no. No mientras tengas el collar contigo.
Escuchar esas simples palabras obró en ella casi tanto como si le hubiesen dicho el secreto del universo. Estaba pletórica. Se sentía realmente feliz y agradecida. ¿Y cómo no estarlo cuando te daban una noticia tan maravillosa como la que le había dado Cecil?
Iba a salir. Iba a conocer el Hellaven. Este ya no sería una imagen borrosa que veía a través del cristal de una ventana. Ahora podría tocar, sentir, oler. Ahora todo sería mucho mejor; una placentera excursión por un lugar jamás explorado.
Independiente de cualquier cosa y circunstancia, ella estaba en otro mundo, un universo paralelo al que ella conocía. Estaba en un lugar que los terranos desearían conocer. El tipo de lugar que inspiraría grandiosas novelas y cuentos. Estaba en un lugar de ensueño, y sólo ahora que tenía la oportunidad de salir y conocerlo, lo veía de esa manera.
Tan emocionada estaba, que se puso a dar saltos y vueltas de un lado al otro como muestra de su algarabía. Ni siquiera se fijó en Luke, que acababa de aparecerse en medio del vestíbulo y que miraba confundido la escena.
—Oh, Cecil, eso es genial. —Expresó al tiempo que volvía a abrazarlo— Me muero por salir de aquí. Estoy cansada de estar encerrada; de estar sola y aburrida en este lugar.
Cecil, al escucharla, esbozó una sonrisa triunfante. Parecía haber ganado una contienda de la cual Anne no estaba enterada. Estaba de más mencionar que la expresión de su rostro la desconcertó bastante.
— ¡Qué bueno que llegaste, Luke! Tengo buenas noticias para darte— dijo Cecil, provocando que la expresión de felicidad que se había dibujado en el rostro de la chica, desapareciera por completo. Lentamente, se dio la vuelta para ver a Luke, y cuando lo hizo y pudo ver la expresión de su rostro, se sintió de alguna forma culpable.
Luke estaba igual que siempre. Vestido de riguroso negro, con su largo cabello rubio algo despeinado, el resplandor que teñía su piel de dorado y esa seria y adusta expresión en su rostro. No había nada diferente en él, pero, de alguna extraña y aterradora manera, Anne podía percibir sus emociones. Ella podía darse cuenta de que no le había agradado lo que ella había dicho, mucho menos el tono en el que Cecil se había dirigido a él.
Y sentirse de esta forma la atemorizaba porque ellos dos no habían tenido el suficiente contacto, mucho menos habían compartido tanto el uno con el otro como para que ese tipo de lazos se crearan entre los dos. Y todas esas cosas que le pasaban cuando estaba cerca de Luke sólo servían para alimentar y hacer crecer la tonta idea de que ella, posiblemente, tuviese magia corriendo por sus venas.
Hizo un esfuerzo por salir de sus cavilaciones y se concentró en los dos hombres que, como ya era costumbre, se dirigían miradas rabiosas.
— ¿Si? —Luke alzó una ceja en señal de incredulidad— ¿Y tenías que entrar a mi casa sin mi consentimiento para decírmelas? ¿No pudiste esperar?
Cecil iba a contestarle, pero Anne se interpuso. Sabía que si los dejaba, podían terminar intercambiando más que palabras. Y estaba segura de que todo iba a ser muy doloroso y desastroso. Y aunque sabía que interponerse no era la opción más inteligente, no dudó en hacerlo. Últimamente estaba haciendo muchas cosas sin pensar, pero le daba igual.
—Cecil encontró la forma de ocultar mi identidad— dijo, mirando a Luke a la cara. — ¿Acaso no es esa una excelente noticia? Ahora todos podemos estar más tranquilos. Ustedes podrán irse al trabajo con la seguridad de que nadie me ha descubierto, y por consiguiente, a ustedes.
—Lo mejor de todo, desde mi punto de vista, es que podré sacarte de aquí— Cecil también miraba a Luke a la cara, pero lo hacía de forma totalmente diferente. Parecía estar retando a su compañero— De ahora en adelante podrás tener tu pacifica y solitaria vida porque me voy a llevar a Anne de aquí.
— ¿Qué? ¿Te estás volviendo loco? ¿Cómo puedes decir eso? Yo no pienso ir a ningún lado. — musitó de golpe, sin haces pausas, como si de esa forma pudiese darle más peso a sus palabras.
— ¿Perdón? —Preguntó confundido— ¿No eras tú la que quería salir de aquí, la que en los primeros días me preguntaba si no había forma de que te quedaras conmigo en vez de con él?
—Sí, pero…
—Pero nada. Tú vienes conmigo y punto. Ahora que puedo sacarte sin problemas de este lugar no voy a dejarte aquí.
—Sí que lo harás, porque yo no pienso ir a ningún lado. — se dio la vuelta para dirigirse a Luke— Haga algo. Dígale que yo no puedo irme de aquí.
—Esto es problema tuyo, no mío. A mí no me importa dónde te quedes. Lo único importante es que no seas una molestia y que no nos pongas en peligro. —dicho esto, se dio la vuelta y se dirigió hacia su habitación. Ese gesto le confirmó a Anne sus sospechas de que Luke estaba enojado, mucho. Un escalofrío recorrió su espalda al imaginarse las mil y una forma que tenía el para desquitarse.
— ¿Quieres quedarte con él? — Cuestionó mientras extendía el brazo y señalaba el lugar por el que se había ido Luke. — ¿Realmente prefieres estar con él antes que conmigo?
Anne no le respondió solamente se quedó mirándolo fijamente, tratando de encontrar al Cecil que ella conocía en ese molesto hombre que tenía en frente. Tratando de encontrarle una respuesta coherente a la pregunta que había hecho Cecil, porque se daba el caso de que ni ella misma sabía por qué se había mostrado reticente a irse de esa casa.
—Bien. Si eso es lo que quieres, por mi está bien. — dijo de manera tajante. Después de eso, sin decir o hacer nada más, desapareció del lugar.
Anne sólo suspiró. Ese día, en el que se había despertado sintiendo que todo iba a ser hermoso y maravilloso, pasó a ser uno de los peores que había vivido en el Hellaven. Había pasado, de ser un hermoso cuento de hadas, a una terrible y escalofriante pesadilla. Y eso, que aun no llegaban a la hora del almuerzo.
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