La Premonición

Capítulo 14

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Pérdida



Anne se había despertado muchas veces esa noche, y en todas ellas se había sentido igual o peor que antes. Tenía un palpitante y fuerte dolor de cabeza que no la dejaba hilvanar dos pensamientos correctamente y que la hacía sentirse mareada y confundida. Sentía la boca seca, y la garganta adolorida. Sin mencionar el dolor que sentía en cada parte de su cuerpo.

Se sentía como si la hubiesen apaleado, teniendo cuidado de no dejar ninguna parte de su cuerpo sin golpear. No podía moverse de la cama porque eso significaba luchar contra el dolor y la pesadez de sus músculos y el fuerte mareo que la atacaba cada vez que intentaba levantarse. Así que, cada vez que se despertaba y se daba cuenta de que no había mejorado nada, volvía a cerrar los ojos y se dejaba arrastrar por el sopor.

Cuando finalmente despertó, se dio cuenta de varias cosas: la primera, ya no se estaba muriendo de frio; la segunda, la luz de su habitación estaba apagada, a pesar de no haberla apagado en ningún momento; y la tercera, que ya no le dolía tanto la cabeza. Agradeciendo este hecho, trató de moverse y salir de debajo de la enorme capa de ropa que Luke había puesto sobre ella cuando la había llevado hasta su habitación. Pensar en él la llenó de pensamientos y sentimientos que no quería tener, así que los hizo a un lado y se esforzó por ponerse de pie y moverse un poco.

Estaba desorientada. ¿Qué día era? ¿Cuánto tiempo había pasado recostada en esa cama, envuelta en la inconsciencia? ¿Era de tarde, de noche? Caminó dando tropezones hacia la ventana y corrió un poco la cortina. Puede que fuese producto de su estado de aturdimiento y pesadez, pero creía ver el Hellaven un poco más claro, como si hubiese más luz afuera. Pero no debido a esa luz artificial a la que ellos estaban acostumbrados. No. Ella se refería a la luz del sol, esa que tanto extrañaba, mucho más en esos momentos en los que su cuerpo se sentía como si estuviese congelado.

Se frotó los brazos varias veces con intensidad, tratando de entrar en calor, y volvió a la cama con su andar errático. Era preferible estar ahí recostada, envuelta en las mantas, que estar parada haciendo trabajar a sus cansados y adoloridos huesos. Su rostro se contorsionó en una mueca de dolor cuando se sentó, pero igual no se detuvo hasta estar recostada otra vez y debajo de esa cantidad de sábanas y mantas que prácticamente la ahogaban.

Quiso dormir, para reponer fuerzas y despertarse sintiéndose mejor, pero su cerebro no estaba de acuerdo con la idea. Y, para atormentarla más, imágenes de todo lo que había pasado en las últimas horas que estuvo despierta aparecieron de repente, pidiendo atención.

Primero estaba el extraño hombre en el bosque, ese que tenía la voz más seductora que Anne hubiese escuchado en toda su vida; baja, profunda, masculina. Sus palabras se habían sentido como una caricia cuando habían llegado hasta ella. Y debía admitir que le había sorprendido encontrarlo, y era de esperarse teniendo en cuenta que era tarde y que esa era una zona no muy visitada. Pero lo que más la desconcertaba era el hecho de que no se había sentido en peligro a su lado; es más, hasta podía decirse que se sintió a gusto y a salvo charlando con él.

No había visto su rostro en ningún momento pero aun así Adrian le había parecido una persona bastante atractiva y agradable. La forma en la que hablaba, sus gestos, las cosas que le había contado sobre él; había algo en ese hombre que intrigaba a Anne y que le provocaban ganas de volver a verlo, de volver a hablar con él. Se llevó la mano al lugar en el que habría reposado el collar de haberlo tenido puesto y profirió un suspiro de pesar.

La idea de volver a salir y de caminar por el bosque hasta encontrarse con Adrian le había pasado por la cabeza y se había instalado ahí con tanta fuerza y firmeza que era extraño que no estuviese ya encaminándose hacia la salida. Y había querido hacerlo, había querido salir de esa casa en busca de su nuevo amigo, pero sin el collar estaba atrapada entre esas cuatro paredes, junto a la persona que más la odiaba en todo el mundo.

Esta vez, quien ocupó su mente fue Luke, tan brillante y hermoso como en la realidad que era hasta doloroso. Recordó lo que le había dicho en la cocina, como la había amenazado y como la imagen de él parcialmente cubierto de fuego le había helado la sangre y quitado el aliento. A pesar de lo raro que era el asunto, Luke le había parecido más hermoso que antes, si se pudiese, pero al mismo tiempo bastante aterrador. La expresión de su rostro, el odio que vio claramente en sus ojos, le había demostrado una vez más que entre ella y Luke las cosas nunca iban a estar bien.

Anne había pensado que las cosas habían cambiado para bien entre ellos dos; quizás de una manera demasiado lenta, pero habían cambiado al fin y al cabo. Pero después de aquella noche, ella dudaba de que alguna vez volviese a confiar en él. Había tratado de matarla bajando la temperatura de la casa hasta el punto de que era insoportable respirar. Para él eso no era ningún problema debido a su don y su fuerte resistencia al frío, pero para ella, una simple terrana que nunca había tolerado las bajas temperaturas durante mucho tiempo, había sido desastroso.

Lo que no terminaba de cerrarle en todo ese asunto era el hecho de que, al final, la había ayudado, metiéndola en la cama y cubriéndola con cobijas. ¿Acaso todo había sido para asustarla? ¿Acaso no había tenido intención de matarla? Ella realmente no sabía que pensar. Luke era tan extraño, tan malvado, que era posible que lo hubiese hecho sólo por diversión, por el placer de verla sufrir.

Pero ella creyó ver preocupación en su rostro, cuando habían estado uno frente al otro en el pasillo. Incluso le había dicho que si no le explicaba qué había pasado, no iba a poder curarla. ¿Significaba eso que él en verdad no había hecho nada, que no había intentado matarla? Si era así, ¿qué había pasado entonces? ¿Cómo era posible que algo como eso hubiese pasado y sólo la hubiese afectado a ella? ¿La habían hechizado?

Lamentablemente, Anne siempre llegaba a la misma conclusión cuando no le encontraba respuestas a sus preguntas: alguien la había hechizado. El problema radicaba en que nadie había hecho tal cosa. Después del suceso en la cocina Luke había salido como un bólido del lugar y no lo había vuelto a ver hasta que se habían encontrado en ese pasillo. Y la otra persona con la que se había encontrado en el bosque no había hecho nada más que hablar con ella. Así que la idea de que había sido hechizada quedó descartada después de haber reflexionado sobre ello.

Se dio la vuelta en la cama para ponerse de lado y se acomodó mejor entre las cobijas. ¿Qué le había dicho Luke después de haberle quitado el collar?

—Al parecer, toda la culpa la tenía el collar. No quería decir esto, pero Cecil se equivocó esta vez.

¿En verdad esa pequeña piedra era la causante de todo lo que le había pasado, de su “casi-muerte”? ¿Cómo podía ser eso posible si el mismo Cecil lo había probado y se había asegurado de que funcionaba bien? Según Luke, Cecil nunca cometía un error cuando transmutaba cosas, así que el collar no podía ser el culpable de nada. Se tranquilizó pensando en esto, pero al poco rato, después de pensar en todo lo que había pasado desde aquel regalo, tuvo que darle la razón a Luke.

Desde que se había puesto ese collar las cosas habían tomado un rumbo demasiado extraño. Aunque los sucesos que ocurrían cuando Luke y ella tenían el más mínimo contacto empezaron a suceder antes del collar, fue en el tiempo que lo llevó puesto que las cosas se incrementaron hasta niveles exagerados. Había pasado por momentos en los que no sabía lo que hacía, lo que decía, en los que creía ser manipulada por una fuerza superior. Había deseado hacer cosas que en su sano juicio nunca hubiese deseado hacer. Se había comportado de una forma en la que la verdadera Anne nunca se hubiese comportado.

Así que, llegada a esa conclusión, como había dicho Luke antes, era el collar el que había causado todo ese alboroto.

Ese pensamiento la hizo sentirse un poco mejor respecto a la situación. Si el collar ya no estaba, ya no sucederían cosas raras. Lo único que lamentaba era que ya no podría salir de la casa y cumplir su deseo de encontrarse con Adrian. Aunque quizás fuese mejor así. Ella no tenía por qué interesarse por un hellaveniano debido a que una relación entre ambos jamás podría llevarse a cabo. Era un error que ella estuviese ahí, viva, haciendo peligrar la estabilidad de ese mundo, como lo era sentir cosas por alguien que si se enteraba de su verdadera naturaleza la mataría sin muchos miramientos.

Cerró los ojos y nuevamente trató de dormir. Pero, como si los dioses no quisiesen que ella tuviese un minuto de descanso, algo impidió que lo hiciese. La puerta de su habitación se abrió y alguien entró a través de ella. No pudo escuchar sus pasos, mucho menos el sonido de la puerta al ser cerrada, pero si pudo sentir que ya no estaba sola en aquel lugar. Cerró los ojos con fuerza y fingió estar dormida.

— Sé que no estás dormida, así que deja de actuar. —Escuchó que le decía y ahogó una maldición. ¿Cómo era posible que no pudiese esconderle nada a este hombre?

Se dio la vuelta lentamente para poder mirarlo. No quería pararse de la cama ya que sabía que iba a resultar algo bastante doloroso así que sólo le quedaba prestarle atención desde su desfavorable posición.

Luke estaba de pie en medio de la estancia, con los brazos cruzados y una expresión seria en el rostro. Era bastante probable que no se le hubiese pasado el enojo por lo de la cocina, sumado el de su salida de la casa, pero no lo demostraba. Anne exhaló un suspiro cargado de cansancio y rezó por conseguir fuerzas para soportar lo que se le venía encima.

— ¿Cómo te sientes? — Le preguntó, y si Anne hubiese estado de pie estaba segura de que se hubiese caído. Eso era lo menos que esperaba escuchar.

—Bi-bien…creo. —Su voz estaba tan ronca que hasta sonaba graciosa, pero ninguno de los dos esbozó ni siquiera una pequeña sonrisa.

—Era de esperarse después de dos días en cama y de haber sido curada con magia. —Descruzó los brazos y metió las manos en los bolsillos. — ¿Todavía sientes dolor?

Ella asintió con la cabeza porque estaba segura de que las palabras no iban a salir de sus labios. ¿Curada? ¿Luke la había curado? Él no tenía por qué hacer algo como eso, mucho menos cuando no era el culpable de nada. Pero ahí estaba él, mirándola con una extraña expresión en su rostro, preguntando si se sentía bien y no le dolía nada. Lo peor de todo era que ya no había ningún collar de por medio al cual echarle la culpa por sus actos de buena fe.

Luke se acercó a ella lentamente y con su mano a una distancia prudente, la recorrió de la cabeza a los pies varias veces, como si estuviese acariciando algún cofre invisible. Ella sintió una ráfaga de aire caliente, como aquella vez que Edna la curó antes de contarle aquella insoportable verdad: estas en el Hellaven y nunca más podrás regresar a casa.

Cuando sólo quedaba una ligerísima brisa tibia, Luke se alejó de ella unos cuantos pasos hacia atrás. La expresión de su rostro no había cambiado en ningún momento, y eso estaba asustando a Anne. Estaba empezando a preguntarse en qué momento iba a explotar y a reclamarle hasta por haber nacido o, en su defecto, amenazarla hasta por la mas mínima cosa que hubiese hecho; pensar de esa forma la reconfortaba más que la idea de que él tuviese un malévolo plan preparado sólo para desquitarse por haberlo desobedecido.

—Ahora, —empezó a decir Luke —explícame qué demonios te pasó por la cabeza cuando decidiste salir de la casa. — preguntó con calma, como si le estuviese preguntando la hora. El pensamiento de que algo extraño estaba pasando para que Luke se comportase así se volvió mucho más fuerte.

—No lo sé. Yo sólo…—tosió. Tenía la garganta demasiado seca y hablar le resultaba algo difícil. Luke conjuró una jarra de agua, la cual apareció en la mesita de noche sin hacer el más mínimo ruido. Instó a Anne a que tomase un vaso antes de continuar hablando — …Yo sólo salí de la cocina y antes de darme cuenta mis pies ya me estaban guiando por el bosque. No es como si hubiese deseado salir… sólo pasó.

— ¿Y ya has caído en la cuenta de lo peligroso que fue? No sólo para ti que estuviste a punto de morir por haberte expuesto a las bajas temperaturas del Hellaven sin siquiera abrigarte sino también para nosotros. ¿Qué hubiese pasado si el collar hubiese dejado de funcionar o si alguien se hubiese dado cuenta de que llevabas un objeto mágico colgando del cuello? ¿Pensaste en eso alguna vez?

Aunque la estaba reclamando su voz no sonaba amenazadora, más bien cansada. Era como un padre que está cansado de decirle las mismas cosas una y otra vez a su hijo travieso e irresponsable. Ella se ofendida. Sus padres nunca le habían reclamado por nada ya que ella siempre había sido una buena chica. No llegaba a su casa después de la hora límite, no le faltaba el respeto a sus padres, cuidaba a su hermano cuando tenía que hacerlo. Anne siempre fue obediente y responsable, por lo que nunca se ganó un reclamo o sermón por parte de nadie.

Pero llega Luke, como si no le hubiese hecho nada, como si no la hubiese maltratado hasta dejarla al borde de las lágrimas, con una expresión de cansancio en el rostro, a echarle la culpa por algo que ella no había hecho adrede.

— ¿Y usted no se ha puesto a pensar en que, quizás, yo no quise que nada de esto pasara, en que salí de la casa por su culpa? ¿Qué le hace pensar que tengo una vena suicida o de que me gusta estar aquí, sufriendo? Yo no quería salir de la casa, ya se lo dije, pero eso no significa que voy a desaprovechar la única oportunidad que tengo para ver qué hay afuera.

—Sí, pero por dejarte llevar por tu estúpida curiosidad, mira como terminaron las cosas. —Ella le lanzó una mirada desafiante, quizás para esconder la curiosidad que sus palabras le habían provocado. —Oh, se me olvidaba, llevas dos días totalmente ajena a lo que ha pasado. Según tú, la única persona que sufrió aquí fuiste tú, ¿verdad? Saliste, disfrutaste de un paseo por el Hellaven, llegaste a la casa al borde de la muerte y yo soy el jodido culpable de todo, ¿no?

Luke parecía a punto de explotar pero eso a ella lo único que hacía era darle más ánimos para ponerse a discutir con él. Se sentó en la cama, de frente a él.

— ¿Acaso no es usted siempre el culpable de todo lo que me pasa? ¿Acaso no es quien siempre está amenazando con matarme, diciéndome cosas hirientes? No pretenda que de buenas a primeras empiece a pensar en usted como una buena persona sólo porque me curó. Sé que lo hace para no meterse en problemas con Edna, no porque de verdad lo sienta.

Él iba a decir algo pero ella no lo dejó. Ya que había empezado a hablar no podía detenerse. Y sabía que lo que estaba haciendo era una completa estupidez, pero no estaba siendo dueña de sus actos. Estaba cansada, dolida y bastante ofendida. Era comprensible que quisiese desquitarse con él, mucho más teniendo en cuenta lo frustrada que se sentía respecto a sus sentimientos y deseos.

—Usted no quiere a nadie más que a sí mismo. No, ni siquiera eso. Usted no tiene sentimientos. —continuó diciendo. Se puso de pie y caminó hacia él, con el desafío todavía bailando en sus ojos claros. Lo miró directo a los ojos, esos que la miraban como si no pudiesen creer lo que veían, como si estuviese asustado. Pero Anne desechó esa idea y continuó hablando porque pensaba que Luke nunca sentía miedo. Un hombre como él no se sentiría afectado al escuchar sus palabras. —Yo siempre lo he tratado bien, de forma totalmente desinteresada, y usted siempre me paga con maltratos y amenazas. ¿Por qué demonios tiene que odiarme tanto? ¿Por qué tiene que ser de esta forma? ¿Por qué no puede ser como una persona normal aunque sea…?

No pudo terminar lo que estaba diciendo. Un dolor tan fuerte como un puñetazo dando con todas las fuerzas que posee un cuerpo, le golpeó justo en el pecho, dejándola sin aliento y haciéndola caer al suelo, de rodillas. Apoyó las manos en la alfombra y se inclinó hacia delante, por lo que su cabello cubrió su rostro y todo lo que la rodeaba. Lo único que podía ver eran las piernas de un Luke que permanecía inmóvil frente a ella.

Todo había pasado tan rápido que incluso se sentía mareada. Estaba jadeando, luchando por soportar el dolor, boqueando desesperadamente para llevarle aire a sus pulmones. Las lágrimas corrían libres por sus mejillas y los sollozos no tardaron ni un segundo en salir a flote y ocupar el lugar que el silencio había tomado de repente.

Se estaba muriendo de dolor, literalmente. Nunca antes se había sentido de esa forma, como si una mano hubiese atravesado su pecho y estuviese apretando su corazón con el expreso deseo de destruirlo con sus dedos. Como si toda esperanza se hubiese extinguido y sólo quedase afuera oscuridad, muerte y desolación. Levantó el rostro con mucho esfuerzo y miró a Luke, que seguía impasible frente a ella. Al hacerlo, su dolor aumentó mucho más, haciéndola gritar y retorcerse, encogerse como un animal herido frente a su captor.

Luke estaba mirándola con la expresión más desgarradora que hubiese visto en toda su vida. El dolor que ella sentía podía verlo claramente reflejado en sus ojos. Luke estaba pasando por el mismo dolor que la tenía a ella recluida en el suelo, pero no lo demostraba más que en sus ojos, en la forma en la que apretaba los dientes y en los puños que habían formado sus manos.

¿Qué estaba pasando?

Luke hizo el intento de decirle algo, pero por más que trató no pudo; las palabras se habían quedado atascadas en su garganta y se negaban a salir. Anne pudo percibir lo pálido que se había puesto y lo blancos que estaban sus nudillos antes de que las lágrimas empañasen su visión y le impidiesen ver algo más. Luke, al final, cansado de intentar decirle algo hiriente a Anne, salió de la habitación dando un fuerte portazo al cerrar.

Ese día, Anne lloró como nunca lo había hecho en toda su vida, sentada en el suelo y ahogándose con las lágrimas y por la falta de aire, y lo peor era que no tenía la más mínima idea de qué era eso que la hacía sentirse tan triste, tan desesperada. Se llevó una mano al pecho, como si de esa forma pudiese evitar que lo que sea que estuviese oprimiendo su corazón se detuviese; no obtuvo resultados.

Se dejó caer, colocándose en posición fetal sobre el suelo. ¿Qué había pasado? ¿Qué había dicho para que Luke se pusiese de esa forma, para que todo ese dolor que la atormentaba y no la dejaba moverse saliese a flote? Porque de una cosa estaba segura, ella era la responsable de todo.

Pero por más que trataba no podía llegar a una conclusión decente que la ayudase a descifrar qué había pasado. Recreó una y otra vez su conversación en su mente, aun inmersa en el mar de lágrimas en el que había sido sumergida, aun envuelta en un velo que no la dejaba ver nada, pero no encontró nada. Sintiéndose demasiado débil y adolorida, trató de calmarse. Siempre que lloraba terminaba con un fuertísimo dolor de cabeza y de garganta, y lo que menos quería en esos momentos era sumar eso a su lista de males actuales.

Después de un largo rato de tratar, de pensar en cosas bonitas y agradables (o sea, pensar en su paseo por el Hellaven y su encuentro con Adrian), de decirse a sí misma cientos de veces que todo estaba bien y que no estaba pasando nada, logró calmarse un poco. Él dolor seguía ahí, latente, destruyéndola por dentro lentamente, pero por lo menos ya no lloraba tanto como al principio. Trató de ponerse de pie y tuvo que apoyarse de la cama para no perder el equilibrio; sus piernas estaban temblando de manera peligrosa.

Caminó a trompicones hacia la salida, mientras se secaba el rostro con la manga de uno de sus suéteres. Tenía que llegar hacia Luke, tenía que hablar con él y averiguar qué había pasado. Eso era lo único que le pasaba por la cabeza en esos momentos.

Cuando salió a su habitación, se quedó con la boca abierta formando una perfecta y enorme “O” y el miedo volvió a instalarse en su ya adolorido pecho, golpeándola, instándola a encerrarse nuevamente entre las cuatro paredes de su habitación y reprimir su curiosidad. ¿Acaso no había tenido suficiente ya? ¿Qué más le faltaba por padecer ese día?

Pero ella estaba decidida a hablar con Luke fuese como fuese, por lo que un pasillo completamente cubierto de lo que parecía ser nieve no iba a detenerla de cumplir con su objetivo. No en esos momentos, no a ella.


***

Los golpes que daba la vida siempre venían de prisa y de improviso, por lo que era imposible saber cuándo ibas a recibir alguno. Así que cuando llegaban, te tomaban por sorpresa y te dejaban inconsciente y sin posibilidad de moverte durante un largo rato.

Pero cuando te acostumbrabas a recibir esos golpes con mucha frecuencia, no te sorprendías de sentir el golpe, de caer al suelo o de quedarte inconsciente mientras las risas y los insultos flotaban a tu alrededor. Porque tu vida se basaba en eso; en sufrir, en caer, en el dolor. Y el dolor nunca sanaba y las heridas nunca cerraban. Puede que tu cuerpo no tenga marcas, pero dentro de ti estás lleno de cicatrices que no paran de sangrar, de doler.

Luke, que estaba acostumbrado a ese tipo de situaciones, se encontró sin palabras cuando escuchó a Anne reclamándole, preguntándole por qué no era normal. El dolor lo había golpeado tan fuerte, tan de repente, que lo había dejado sin aliento y lo había obligado a dar varios pasos hacia atrás para luego dejarlo estancado en el suelo, mirando la escena que se desarrollaba frente a él.

Si hubiese sido un golpe real, estaba seguro de que hubiese salido volando por los aires varios metros hacia atrás, de que habría chocado estrepitosamente con algo y de que tendría una fea y sangrante herida en el pecho. No, él ya tenía esa herida en el pecho, lo único diferente era que nadie podía percibirla, nadie podía ver lo fea y profunda que era.

Se encogió más en su lugar, abrazándose las rodillas como hacía cuando era pequeño y estaba asustado. Miró a su alrededor y no pudo evitar sentir pánico; él, una persona tan tranquila, tan centrada, tan dueño de sus actos. En esos momentos todo estaba tan frío, tan oscuro. Todo era tan doloroso. No podía creer que aun fuese dueño de sí mismo y pudiese contener las lágrimas o los gritos de dolor que pugnaban por salir de sus labios. ¿Cuándo había sido la última vez que se había sentido así? ¿Cuándo había sido la última vez que había llorado?

Realmente no lo recordaba. Había pasado tanto tiempo desde que había hecho a un lado sus sentimientos y pesares que era difícil volver a sentirlos y afrontar el dolor que venía con ellos. ¿Saldría de ésta pronto y en buena forma? No, esa no era la pregunta que quería hacerse. ¿Lograría algún día poder superar toda esa situación? ¿Sanarían sus heridas algún día? ¿Le dolería menos?

Ya se había cansado de hacerse esas preguntas, de rezarles desesperadamente a los dioses en busca de respuestas y ayuda. A temprana edad había comprendido que la gente allá afuera nunca iba a cambiar sólo porque él lo desease o que ellos nunca iban a tratarlo un poco mejor sólo porque era un niño indefenso. Las cosas no funcionaban de esa manera. No bastaba con desear algo. A él nunca le bastó a pesar de que lo deseaba con todo su corazón.

Se sentía patético, sentado en el suelo y recordando todas esas cosas que lo hicieron convertirse en la persona que era en esos momentos; sintiéndose indefenso sólo porque su don lo había abandonado en el mismo instante en el que esas palabras salieron de los agrietados labios de la terrana.

Normal. ¿Qué era ser normal? ¿Cuál era el significado de esa palabra? Él nunca lo había comprendido y la gente a su alrededor, esa que lo empujaba y lo golpeaba mientras le gritaban, nunca le hicieron el favor de explicarle por qué decían que él no era normal, que no era como ellos. Y se había cansado de mirarse al espejo buscando cosas en su rostro que lo hiciesen diferente. Pero su reflejo le mostraba lo mismo que veía en los demás rostros.

Pero aunque no comprendía el significado de esa palabra, no podía evitar sentir un dolor profundo e intenso. Hacía años que nadie se refería a él como “anormal” ya que él buscaba la manera de mantenerse alejado y oculto de las personas. Los únicos, aparte de Edna, Cecil y Anne, que podían ver su rostro cuando estaba afuera eran los terranos y ellos ya estaban muertos. Sus ojos sin vida jamás verían su rostro y de sus labios jamás saldría ningún insulto dirigido hacia su persona; jamás saldría esa palabra que tanto daño le hacía.

Quizás era por eso que despreciaba tanto a los terranos; ellos eran los únicos que no se burlaban de él, que no lo juzgaban. Pero eso no valía de nada porque ya estaban muertos. Lo más probable es que, de haber estado vivos, lo hubiesen mirado de la misma forma que lo había hecho Anne cuando lo había insultado.

Su corazón dio un vuelco al pensar en ella, encogida en el suelo, llorando como si su dolor fuese su dolor, como si hubiese podido sentir eso que estaba destruyendo su corazón. Anne había sido la única persona que, al mirarlo, había tenido algo más que desprecio o fascinación en los ojos; todo siempre había comenzado con la fascinación.

Pero Anne nunca lo vio de esa forma. En los ojos de la terrana el siempre se vio como alguien superior, como alguien que tenía su vida en sus manos. Y aunque él no estaba buscando ese tipo de reacción de la gente, podía asegurar que era muchísimo mejor que lo que veía en los ojos de los demás.

El temor era mejor que el odio, ¿no? Así que, mientras Anne lo mirase de esa forma todo iba a estar bien. Quizás por eso había empezado a sentirse mejor cuando tenía que salir de la casa y dirigirse a lugares en los que había muchas personas; al final, la idea de que llegaría a casa y se encontraría con los hermosos ojos azules de Anne lo reconfortaba. Ahora ya no tenía nada a lo que aferrarse.

Levantó la cabeza, que había estado apoyando en sus rodillas, y fijó su vista en los enormes carámbanos que colgaban del techo, luego en la escarcha que cubría las paredes y la nieve del suelo. ¿Cómo había terminado en esa situación? Aun no podía creer que había perdido su don y que ahora estaba rodeado de toda esa nieve y frialdad. Tampoco podía creer en el frio que estaba sintiendo. La sensación de vulnerabilidad volvió a atacarlo haciendo que el dolor fuese más intenso y que las lágrimas empañasen su visión. Todo era como cuando era pequeño y no podía hacer nada para defenderse. Y estaba de más decir que no le gustaba sentirse de esa manera.

Volvió a esconder la cabeza entre sus rodillas y enredó sus dedos entre su húmedo cabello.

La nieve había empezado a aparecer justo cuando había cerrado la puerta de su habitación tras de sí y había expulsado todo el aire que sus pulmones habían estado conteniendo. Sintió como la temperatura había empezado a descender estrepitosamente y como todo a su alrededor se cubría de blanca y fría nieve. Había entrado en shock, por supuesto, pero aun así se había movido hacia una de las esquinas más alejadas de la puerta y se había refugiado en ella.

Su cabello y la parte de atrás de su ropa se habían mojado al hacer contacto con la pared; y él aun no había hecho el más mínimo intento por cambiarse de ropa o moverse de lugar. Quizás porque temía que los carámbanos cayesen del techo y lo golpeasen, o quizás porque no sabía que iba a hacer. Sabía que su don lo había abandonado pero no sabía si había pasado lo mismo con su magia. Así que prefería prevenir antes que lanzarse en un acto fallido y luego tener que lamentarse.


Cuando la puerta se abrió, lo tomó por sorpresa, a él, que cosas de ese tipo nunca lo sorprendían. Anne, quizás porque pensaba que lo que le había dicho no era suficiente y quería darle el golpe de gracia (ese pensamiento, a pesar de la situación, no dejaba de parecerle gracioso. Siempre había subestimado a Anne por ser más pequeña y frágil que él), estaba entrando en su habitación y miraba hacia todos lados en su búsqueda. La vio tantear la pared con la mano e incluso pudo escuchar el ruidito que salió de sus labios cuando tocó la escarcha. Si la habitación estaba fría para él, no quería imaginarse como era para ella.

También pudo ver su reacción cuando ella logró encender la luz y pudo ver el estado de su habitación, cuando pudo verlo a él arrinconado como un animalito asustado. Podía jurar que sus mejillas habían perdido el poco color que tenían. Ella, haciendo caso omiso a todo, ignorando el hecho de que sus pantuflas se empapaban con cada paso que daba, se dirigió hacia donde él estaba con paso acelerado. Se puso en cuclillas frente a él y lo miró con sus ojos cargados de preocupación y (él quería pensar que eso era lo que veía en sus ojos), arrepentimiento.

—Lo siento. Lo siento mucho.

Sus palabras, trémulas, doloridas, lo sacaron de su estado de aturdimiento. Sus ojos grises inmediatamente se fijaron en el rostro pecoso que tenía en frente. Anne se veía tan pequeña, tan frágil frente a él. Cualquiera pudiese pensar que era una víctima en todo eso y no la victimaria. Por ella él estaba en ese estado. Por ella había perdido su poder. Por ella se sentía tan indefenso y vulnerable. No iba a creerle por más buena actriz que fuese, por más que su rostro se mostrase compungido, por más que sus ojos se llenasen de lágrimas.

Ella bajó la cabeza, dejando que su cabello cubriese la expresión de su rostro durante unos instantes. Quizás era parte de su teatro, quizás lo había hecho para que él pensase que sus disculpas eran sinceras. Después, llena de una resolución salida de cualquier parte, lo tomó del brazo y se puso de pie tratando de ponerlo de pie a él también.

—Vamos, tenemos que salir de aquí. —Él no se movió, pero ella siguió intentando ponerlo de pie. — Por favor. — Le rogó. —No puedo dejar que se quede aquí. Venga conmigo.

— ¿A dónde? ¿Para qué? — Él no reconoció la voz que salió de sus labios. ¿Acaso eso era desesperación lo que podía percibirse en sus palabras? ¿Miedo? Él estaba seguro de que Anne lo había percibido porque la expresión de su rostro se agravó.

—A cualquier otro lugar. Es imposible que esté aquí. —Ella volvió a tirar de él y esta vez logró ponerlo de pie, trastabillando debido al peso del hombre.

Luke de pronto se había sentido tan cansado, que no había sido difícil para Anne moverlo a su antojo (aunque la diferencia de altura y peso hacia que le costase un poco de esfuerzo y tiempo) por toda su habitación, y el pasillo hasta la recamara de al lado. Cuando llegaron, Anne dudó unos instantes antes de dejarlo sobre la cama. Él estaba empapado y temblaba de frio. Lo menos que quería era que mojase la cama que iba a utilizar. Pero al recordar que él hacía magia, no se preocupó tanto.

— ¿No puede hacer magia para cambiarse de ropa? La que tiene está mojada. —le dijo desde el baño. A los pocos segundos salió con unas toallas en las manos.

Luke no le había respondido. Estaba todavía demasiado perdido en sus pensamientos, en todo lo que había pasado, como para prestarle atención a las palabras de Anne o para preocuparse por su ropa mojada.

Anne le puso una toalla sobre los hombros y otra en el pelo y empezó a secárselo. Luke fijó sus ojos en ella. Estaban muy cerca, se estaban tocando, pero no pasaba nada. No había choques eléctricos, ni sonrojos. Nada. Era como si toda esa extraña situación que los había estado incomodando antes nunca hubiese existido. Volvió a dejarse arrastrar por esa bruma que amenazaba con llevárselo lejos y no dejarlo regresar. Se sentía tan mal que la idea de no volver a sentir nada, de quedarse perdido entre la inconsciencia le parecía bastante tentadora.

De pronto, las cálidas manos de Anne sobre su rostro lo hicieron volver a la realidad.

—Luke, por favor, reaccione. No sé por qué esta de esa forma, aunque sé que es por mi culpa, y créame cuando le digo que lo siento. Lo siento muchísimo. Pero si no me ayuda no puedo hacer nada por usted.

Él podía notar la sinceridad en sus palabras. Podía ver la preocupación y el arrepentimiento en sus ojos. ¿Era todo eso real, no un teatro? Quería pensar que sí, que Anne ya no lo miraba con odio, que eso que había visto en sus ojos el día que lo había cuidado aun seguía vivo en su corazón. Realmente quería creer eso, aunque no sabía de dónde venía ese deseo o porque necesitaba fervientemente que fuese así.

Levantó las manos para secarse él mismo el pelo y se encontró con las manos de Anne en el proceso. Si le preguntasen no sabría decir cuál de los dos fue el que aferró primero las manos del otro, o cuánto tiempo estuvieron de esa forma y en silencio. De cualquier manera, saberlo no iba a cambiar gran cosa. Él hecho era que sus manos seguían entrelazadas y sus ojos prendidos en los del otro como si nada más en el mundo importaba.

— ¿Cómo es que las cosas terminaron así? — preguntó Anne en voz baja. Su voz estaba teñida de dolor y miedo. La idea de que ella estaba actuando de esa forma sólo porque no le convenía que él estuviese en ese estado catatónico llegó a su cabeza. Quizás Anne pensaba que curándolo iba a conseguir que se reactivasen los hechizos de calor que protegían la casa. Que ilusa era.

—Perdí mi don. —Anne lo miró con incredulidad, con los ojos bien abiertos debido a la sorpresa. —Ya no puedo hacer magia. Soy prácticamente un terrano.

Eso último lo había dicho más para saber la reacción de Anne que por otra cosa. Quería saber si ella iba a seguir siendo tan buena sabiendo que tenía una posibilidad de destruirlo. Sin magia, Luke era casi igual de vulnerable que ella. Y en esos momentos él estaba tan destruido que era probable que Anne pudiese acabar con él sin mucho esfuerzo.

Anne liberó sus manos del agarre de Luke y le acarició el rostro con toda la ternura de la que era dueña. El verlo de esa forma la destruía por dentro, mucho más sabiendo que era por su culpa. Ella prefería ver al Luke fuerte, imponente, malhumorado y agresivo a este chico consumido por el dolor. En esos momentos, si le preguntaban, prefería ser molestada por Luke a estar consolándolo.

Los ojos grises del joven, esos que estaban tan claros que eran casi blancos, estaban llenos de lágrimas que él trataba de contener. Y por cada muestra de debilidad que Luke mostraba, el dolor de Anne se multiplicaba por tres. Así que, cuando Luke ya no pudo contener más las lagrimas y estas corrieron libres por sus pálidas mejillas, Anne tuvo que hacer grandes esfuerzos por no derrumbarse y por seguir ahí, sosteniendo contra su cuerpo al pobre chico que tenía frente a ella.

Para cuando Luke se durmió sobre su cama, Anne ya estaba hiperventilando debido al dolor. Tuvo que salir lo más rápido que sus piernas le permitieron y derrumbarse en el pasillo para no despertarlo. A pesar del frio que hacía, se quitó todos los suéteres y tanteó su pecho desesperadamente en busca de alguna sangrante herida. Se había hecho varios rasguños en el proceso, pero eso realmente no le importaba en lo más mínimo. El dolor y ardor que los rasguños le producían jamás podrían compararse con lo que el sufrimiento de Luke le provocaba.

Ella no podía creer que todo eso que estaba sintiendo no fuese producto de algún corte o golpe; que no hubiese sangre de por medio. No podía creer que eso fuesen sólo sentimientos, años de sufrimientos relegados a un rincón y que ahora habían salido a flote como cajas de madera en medio de un naufragio.

Pegó sus rodillas a su pecho y cubrió su rostro con las manos. La garganta, la nariz y la cabeza se habían combinado para dolerle al mismo tiempo, con la misma intensidad. Los ojos le ardían, no podía respirar y estaba hipando debido al incesante llanto que se había apoderado de ella. Ya no le quedaban fuerzas para pensar en cosas agradables para poder calmarse, por lo que lloró hasta que su cuerpo se quedó sin fuerzas.

Cuando volvió a despertarse, seguía sentada en el pasillo, con los suéteres sobre ella. La nieve había desaparecido sin dejar el más mínimo rastro, haciéndola pensar que lo que había vivido en las últimas horas era parte de un mal sueño. Se puso uno de los abrigos rápidamente, se puso de pie y entró a su habitación dubitativamente. Cuando vio a Luke dormido sobre su cama se dio cuenta de que ella no tenía tanta suerte.

Se encaminó hacia el armario y sacó una muda de ropa y luego pasó por el baño para tomar su cepillo de dientes, el champú y acondicionador que Edna le había dado antes de dejarla en casa de Luke. Salió sin hacer el más mínimo ruido y se dirigió a una de las habitaciones que estaban vacías. Como Luke estaba usando la que era suya, tendría que quedarse en otro lugar. No le molestaba en lo más mínimo ya que no había muchas diferencias entre una habitación y otra. Después de asearse y secarse el pelo con la toalla, se encaminó hacia la cocina dispuesta a preparar algo de comer.

Tenía planeado hacer una sopa con vegetales y algo de carne, ya que su madre siempre le decía que no había nada le caía mejor al cuerpo que un buen tazón de sopa cuando uno estaba enfermo. Pensar en su madre no le produjo ningún sentimiento especial, mucho menos añoranza. Ya nada que tuviese que ver con la Tierra la hacía sentir bien o mal, feliz o triste. Sus recuerdos se estaban desvaneciendo lentamente, quizás culpa de la magia, quizás culpa del lugar, y ella no podía hacer nada para retenerlos. Al principio había tratado de escribir lo poco que recordaba para así tener a qué aferrarse cuando se sintiese triste, pero desechó la idea al no encontrar donde plasmar sus recuerdos. De todas formas, ya nada de eso le provocaba nada.

Puso a calentar el agua mientras pelaba y cortaba los vegetales. Ella no era una gran cocinera, a penas si sabía hacer uno que otro plato (aparte del montón de postres que había aprendido a hacer con su abuela), pero siempre le gustó estar en la cocina. Le gustaba ver a su madre cocinando, ayudarla a picar los vegetales, a remover lo que estaba sobre la estufa. Monique había aprovechado esas oportunidades para enseñarle algunas cosas a su única hija, a pesar de que sabía que Anne no iba a pasar mucho tiempo pegada a una estufa.

De todas formas, Anne siempre mostró un gran entusiasmo y quizás por eso todo lo que cocinaba resultaba delicioso.

Anne rebuscó en la nevera y encontró algo de carne empaquetada y después se dispuso a buscar los fideos que había visto la última vez en la despensa. La verdad era que no entendía cómo funcionaban las cosas en el Hellaven. Era tan parecido a la Tierra, pero al mismo tiempo eran diferentes. Los hellavenianos odiaban su mundo, pero aun así tenían cosas de él. No soportaban a los terranos, pero los enterraban en sus tierras (si es que eso era lo que hacían los Encargados de la Limpieza con los cuerpos). Ella pensaba que esa era una forma muy extraña de demostrar su desprecio.

Un rato más tarde, con la sopa terminando de cocinarse a fuego lento sobre la estufa, Anne decidió ir a ver como seguían las cosas con Luke. Cecil se apareció a mitad de camino haciéndola trastabillar y caer al suelo debido al susto. Él le tendió una mano para ayudarla a ponerse de pie sin siquiera decirle una palabra.

— ¡Cecil! —gritó indignada, para segundos más tarde taparse la boca con las manos. — Cecil, ¿se puede saber por qué te apareces así tan de repente? —dijo en voz baja, mientras se dirigía a su habitación con paso lento. Abrió la puerta lo suficiente como para poder ver dentro y cerciorarse de que Luke seguía dormido y no lo había despertado con su grito.

— ¿Qué hace él durmiendo en tu cama? — Cecil remarcó cada palabra deliberadamente, dándole a entender a Anne lo que pasaba por su mente.

Anne no se había dado cuenta de que su acompañante la había seguido y se había colocado detrás de ella. De todas formas, no tenía nada que ocultar; Luke sólo dormía en su cama, eso no significaba que entre ellos dos hubiese pasado nada. Ella no le respondió, sólo lo tomó del brazo y lo llevó hacia la habitación contigua. Cuando Cecil vio el aspecto que tenía la habitación de Luke, una maldición salió de sus labios.

— ¿Cómo se supone que pasó esto?

—Él dijo… —carraspeó. — Él dijo que había perdido su don.

La expresión que tomó el rostro de Cecil era digna de una fotografía.

— ¿Estas de broma, verdad? Nadie puede perder su don. Eso es imposible. Además, ¿Luke? —agregó con incredulidad. Anne pudo darse cuenta de que su amigo tenía un alto concepto de Luke.

—Eso fue lo que él dijo. Y yo le creo, mucho más después de todo lo que pasó. —Ella vio la pregunta bailando en los ojos de Cecil, pero no le respondió. — ¿Podrías… podrías arreglar esto?

Él no tardó mucho en hacer que la congelada habitación de Luke volviese a estar como antes. Aunque Anne sentía que faltaba algo. Antes, cuando había entrado sin pedir permiso y se había encontrado con Luke sentado sobre su cama, había percibido un aura diferente en la habitación. La había encontrado cálida, bañada de una extraña luz dorada. Ahora estaba fría y oscura, como todas las habitaciones de la casa de Edna.

—Anne, ¿qué pasó? —le preguntó Cecil mientras la seguía pasillo abajo rumbo a la cocina.

—No lo sé. Pasaron tantas cosas y yo apenas si he estado consiente la mayor parte del tiempo. — Ella apagó la estufa y se dirigió hacia donde estaban los platos. — ¿Quieres un poco de sopa? —Cecil asintió y ella tomó dos tazones más para lavarlos.

—Yo estuve aquí hace tres días y me enteré de lo que te pasó por culpa del collar. Luke me lo llevó a la casa para que lo arreglase y desde entonces he estado ocupado con eso… Gracias.

Anne se sentó frente a él y se dispuso a comer. No le dio importancia al hecho de que Cecil no parecía apenado por lo que había pasado con el collar.

—Entonces el collar era el responsable de todo.

—No sé a lo que le llamas “todo”, pero sí es el responsable de lo que te pasó el otro día. Al parecer estaba absorbiendo todo el calor de tu cuerpo y haciéndote sentir inmune al frio. Tú creías que no tenías frio, pero tu cuerpo se estaba debilitando cada vez más debido a las bajas temperaturas. Seguramente ya no soportó más y el ataque que tuviste fue el resultado de esa “explosión”. Por suerte, Luke estaba aquí y pudo ayudarte a entrar en calor.

Anne no decía nada, mucho menos había notado el tono aburrido con el que Cecil le hablaba. Fingía estar demasiado interesada en lo que se estaba comiendo. Pero su mente estaba en otro lugar, muy lejos de allí, pensando en que Luke había tenido razón todo el tiempo y que ella se había comportado como una tonta. Tenía tanto de qué disculparse que no sabía por dónde iba a comenzar.

— ¿Anne, te encuentras bien?

—Sí, sí, estoy bien. — Respondió después de unos breves instantes de duda. — Ahora de quien tienes que preocuparte es de Luke. Ayer no estaba muy bien que digamos.

— ¿Todavía sigue mal? Yo pensaba que se le había pasado el efecto del hechizo.

Anne dejó la cuchara a medio camino de su boca al escuchar esas palabras.

— ¿Hechizo? ¿Cuál hechizo?

—Supongo que no lo recuerdas. —Se encogió de hombros. —Cuando Luke tocó tu collar para quitártelo fue atacado por un hechizo aturdidor. Cuando llegó a mi casa estaba bastante afectado y no sabía muy bien lo que decía o hacía. —Carraspeó y se acomodó en su asiento. —El punto es que lo traje de vuelta a la mañana siguiente y lo dejé descansando en su habitación. Se supone que ya estaba mejor y que para la noche iba a estar como nuevo.

—Él estaba bien cuando lo vi ayer. Fue algo que pasó después lo que lo puso de esa forma.

—Y tú no vas a decirme qué fue eso, ¿verdad?

— ¡Es que no lo sé! ¡No sé qué fue eso tan malo que hice que lo dejó en ese estado! —Alejó el tazón de sí con rabia. El pecho había empezado a dolerle otra vez y el estomago se le había revuelto.

—Tú no podrías haber hecho nada para dejar a Luke así. Eres sólo una terrana. Se necesita mucha magia para derribarlo.

— ¿Tú crees? — le respondió con mordacidad. Cecil ignoró su comentario. —Yo sólo le dije un par de cosas y de repente todo fue caos.

— ¿Qué le dijiste exactamente? — esta vez sí se le notaba interesado por lo que Anne decía.

—Le reclamé por la forma en la que me trata. Creo… creo que también le dije que no tenía sentimientos, que no era normal… no lo recuerdo bien. Estaba muy molesta, ¿de acuerdo? No era dueña de mis actos.

Cecil no volvió a preguntar nada más y se concentró en su comida. Anne se limitó a verlo comer ya que había perdido el apetito al recordar lo que había pasado. Cuando él terminó, ella se puso de pie y lavó todo lo que habían ensuciado. Después, se quedó pensando en si debía ir, despertar a Luke y darle un poco de sopa; de todas formas, la había hecho pensando en él. Pero prefirió dejarlo dormir para que recuperase fuerzas, eso era lo mejor.

Cecil y ella salieron de la cocina y se dirigieron nuevamente hacia la habitación en la que estaba Luke. Anne se acercó inmediatamente a él y tocó su frente con la mano. No tenía fiebre, pero seguía muy pálido. Recordó que Luke le había dicho que su temperatura era más alta de lo normal, por lo que no podía estar segura de si estaba bien o mal.

Se dio la vuelta para mirar a Cecil y pedirle ayuda, y lo descubrió mirándola intensamente, como si tratase de descifrarla o ver a través de ella. Podía percibir su molestia, a pesar de la distancia. ¿Acaso estaba así por haber reducido a Luke a esto? No lo sabía, y tampoco quería preguntar. Cecil no estaba siendo muy amable y condescendiente con ella, así que no quería arriesgarse a que su lado oscuro se interesase por ella.

—Cecil, ¿puedes comprobar su temperatura? Él estuvo mucho tiempo encerrado en esa habitación rodeado de toda esa nieve; tenemos que cerciorarnos de que no tenga hipotermia o algo peor.

Cecil hizo lo que le dijo sin decir una palabra. Anne pudo darse cuenta de lo delicados que eran los gestos de Cecil para con Luke. A pesar de todo lo que había pasado entre los dos hombres, el mayor lo estaba tratando de una forma tan tierna que la hacía sentir incomoda y molesta. Parecía algo demasiado íntimo para ser un simple toque. Parecía estar lleno de sentimientos prohibidos y deseos que jamás se cumplirían.

Ella balbuceó un par de cosas y salió de la recamara segundos después sintiéndose demasiado avergonzada y disgustada. Esperaba que Cecil la hubiese entendido e hiciese lo que le había pedido. Luke necesitaba cambiarse esa ropa y ella no se veía en condiciones de hacer ese tipo de cosas. No es que nunca hubiese visto a un hombre desnudo antes, Dios sabía que no era por eso que no cambiaba ella misma a Luke, sino porque no se sentiría cómoda. Luke despertaba demasiadas sensaciones en su cuerpo y verlo con poco ropa no iba a ayudarla a sentirse mejor.

Ella volvió a entrar en la habitación después de un tiempo considerable, y se alegró de ver que Cecil la había entendido… o que lo había hecho por su propia cuenta. Cuando la vio, Cecil le dijo que se había encargado de curarlo y el alivio que había sentido hasta le había provocado un mareo y le había debilitado las piernas haciéndoselas temblar.

Se sentó de pronto en uno de los sofás que estaban cerca de la ventana, sintiéndose súbitamente cansada. Estaba sorprendida de lo preocupada que había estado por Luke, por lo que pudiese pasarle. Quería pensar que era debido a la culpa pero una vocecita en su cabeza se estaba burlando de ella diciéndole que no fuese tan estúpida, que ella sabía por qué había estado tan preocupada y tan afligida por lo que le pasaba a Luke. Ella lo quería, más de lo que quería a Cecil y a Edna, y era eso lo que la hacía hacer todas las cosas estúpidas que había hecho frente a él y por él.

Luke era importante para ella, eso lo sabía. Luke la hacía sentir demasiadas cosas, cosas que sólo había sentido con Solomon y que ahora sólo le provocaba ese pálido chico que estaba recostado en su cama, ese que Cecil no dejaba de mirar como si fuese irreal. Ese pensamiento casi le arranca un sollozo, y estaba segura de que si Cecil no estuviese ahí, ya estuviese llorando.

Enamorarse de Luke, eso era lo único que le faltaba para completar el cuadro de cosas horribles que le habían pasado desde que había decidido ir a aquella fiesta de la universidad. Subió los pies en el mueble y apoyó la cabeza sobre sus rodillas. Se dedicó a mirar la escena que tenía en frente: Cecil acariciando la cabeza de Luke y este con su cabeza apoyada sobre la pierna del mayor. Anne se sorprendió al descubrir lo joven que se veía Luke, lo joven que era. Luke siempre le había parecido mayor debido a su actitud para con los demás, pero ahora que la máscara se había caído, Anne podía ver sus verdaderos colores.

Y era realmente preocupante como descubrir nuevas cosas sobre él podía afectarla; como ver y enfrentarse a ese lado vulnerable de Luke la había acercado más a él; descubrir lo celosa que se sentía al ver a Cecil haciendo algo que se suponía debería estar haciendo ella. ¿No era ella la que lo estaba cuidando en un principio?

— ¿Para qué viniste, Cecil?

Rompió el silencio y sacó al hombre de su ensimismamiento. Cecil, como si hubiese sido pillado cometiendo una fechoría, dejó de acariciar a Luke y se puso de pie, alejándose de la persona que instantes antes había sido el completo dueño de su atención.

—Vine a traerte tu collar. Lamento decirte que no pude hacer nada para evitar que succionase el calor de tu cuerpo. —Metió su mano derecha en el bolsillo y sacó la pequeña cajita de terciopelo azul oscuro. Se la pasó a Anne. — Aun puede ocultar tu identidad como terrana, pero sigue siendo peligroso para ti usarlo.

—Lo seguiré usando de todas formas. Es lo mejor para todos.

—Pero es peligroso…—la interrumpió Cecil.

— No va a pasar nada, Cecil. Me lo quitaré de vez en cuando.

Ella sólo quería el collar para salir y buscar a Adrian, nada más. Dentro de la casa podría estar sin él y así se evitaba todo el asunto de la posible hipotermia y los insultos de Luke por ser tan descuidada. Y pensar en que podría salir otra vez y encontrarse con su misterioso nuevo amigo alivió un poco el peso que se había apoderado de su pecho. Incluso le dedicó una pequeña sonrisa a Cecil para que se tranquilizara y confiase en su palabra.

—Yo creo que podría ayudar con eso.

Escuchó que decían de pronto y se puso de pie de un salto al darse cuenta de que esas palabras habían salido de los labios de Luke. Él estaba sentado sobre la cama y miraba a los otros dos con expresión cansada. El corazón de Anne dio un vuelco al verlo, ahora que era consciente de la magnitud de sus sentimientos, y no pudo evitar sentirse nerviosa de pronto. Pero cuando vio a Cecil dedicándole su atención a Luke otra vez, el nerviosismo se transformó en molestia. Al parecer, iba a tener que lidiar con ese sentimiento cada vez que Cecil y Luke estuviesen juntos.

— ¿Ayuda? ¿Cómo piensas hacer eso si apenas puedes contigo mismo? —preguntó Cecil mientras se sentaba al lado de Luke y le ponía una mano en el antebrazo derecho.

—Puedo pasarle algo de mi magia al dije para que así se mantuviese caliente y, de paso, a ella.

Anne notó que la llamó ella en vez de terrana. Quería suponer que era porque no quería llamarla de esa forma tan despectiva después de que ella lo hubiese ayudado. No quería hacerse ilusiones, pero de todas formas se sintió bastante complacida por este hecho.

— ¿No se supone que perdiste tu don? ¿Cómo vas a hacer eso? —agregó Cecil.

—Puedo intentarlo. Dame el collar.

—No, el collar no. Mejor hazlo en esto.

Cecil arrancó uno de los botones de su camisa y lo mantuvo dentro de su puño durante unos breves instantes. Anne pudo ver como una brillante luz envolvía el puño de Cecil durante el tiempo que duró el hechizo; después, se apagó como si hubiesen accionado un interruptor. Se lo pasó a Luke convertido en un dije de estrella un poco más grande de lo que había sido el objeto original.

Luke lo tomó y lo aferró en su puño de la misma manera que Cecil lo había hecho. Tenía sus dudas sobre si su magia había desaparecido junto con su don, pero aun así quería intentarlo. Era una manera de comprobarlo, de todas formas.

Sus intentos fueron vanos. Por más que trató no pudo transmitirle nada de magia al dije. Su poder seguía dormido muy profundo dentro de él y no quería despertarse. Se dijo a sí mismo que era porque estaba muy débil, pero a esas alturas no sabía si era cierto. Le aterraba la idea no volver a hacer magia, de ser como uno de los Abandonados que vivían a las afueras de la ciudad.
Le aterraba agregar algo más a la lista de cosas que ya lo hacían diferente a los demás.

—No tiene que esforzarse. Si no puede hacerlo, no puede. —dijo Anne desde su lugar. Se le notaba indecisa sobre acercarse o quedarse donde estaba. Tampoco miraba a Luke a la cara porque estaba fingiendo que las uñas de sus manos eran mucho más interesantes que él.

—Anne tiene razón. Aún estás débil. Es probable que cuando recuperes tus fuerzas, tu magia vuelva.

Luke no pudo evitar sentir un escalofrío al escuchar ese “es probable”. Él pensaba que no iba a recuperar sus poderes nunca, pero que Cecil lo dijese así, de esa forma tan directa, lo hacía aun más real y doloroso.

Quizás lo que estaba pasando por su mente era demasiado notorio, porque Anne se puso de pie y empujó a Cecil hacia la salida mientras decía que lo mejor era dejar a Luke descansar un poco más. La puerta se cerró con suavidad detrás de ella y todo quedó en calma. Luke abrió el puño y se quedó mirando fijamente la pequeña estrella que descansaba sobre su palma. Quizás no fuese ese día o en ese momento, pero él iba a hacer que esa estrella fuese mágica. Y la vería brillando en el pecho de Anne gracias a su magia, contrastando con el propio brillo de la terrana.

Con esa idea en mente, volvió a recostarse en la cama, en donde el acaramelado olor de Anne lo envolvía, y cerró los ojos dispuesto a dormirse.

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