La Premonición

Capítulo 21

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El Centro


Luke tenía que admitir que la mayor parte del tiempo no entendía a Cecil. Para él, el tipo era bastante fácil de leer a veces, siendo todo amabilidad y sonrisas, demostrando siempre como se sentía. Pero había veces en las que incluso para Luke, que pensaba conocerlo bien, era difícil saber qué era lo que pasaba por la cabecita rubia de su amigo.

Y toda esa situación de “te conozco pero no entiendo qué rayos pasa contigo hoy” se debía al hecho de que Luke quería ir al Oráculo y Cecil se había encargado de ponerle mil excusas y de decirle que hiciese mil cosas más, para terminar con un “no vas a ir a ningún lado. Punto” saliendo de sus labios. Luke no entendía el por qué de su reacción.

Y podía ser muy perceptivo, podía ser una persona capaz de adivinar fácilmente lo que pasaba a su alrededor sólo con un breve vistazo al entorno, pero en esta ocasión Luke no estaba como para interpretar la insistencia de su amigo o la mortificada expresión de su rostro. Estaba ofuscado, cansado y aburrido de toda la situación, por lo que ponerse en plan deductivo no estaba entre su lista de cosas por hacer.

Además, ir a la Casa Dorada no era nada del otro mundo, por lo menos para él. Era bienvenido en ese lugar, podía ir cuantas veces quisiese, tenía a quien visitar, y lo más importante, no era la primera vez que ponía un pie en el sitio, por lo que no entendía la reacción de Cecil. Y se había puesto a buscar una razón lógica que explicase la extraña reacción de Cecil, cuando no había estado a punto de arrancarle la cabeza, mientras su amigo se paseaba una y otra vez frente a él como una forma de decirle que no iba a ir a ningún lado mientras él estuviese de guardia, pero la búsqueda había sido en vano.

Luke se puso de pie con un gesto que decía claramente “a la mierda” y se dirigió a la salida, ignorando a Cecil, y de paso, quitándolo del medio.

— ¿Tú a dónde crees que vas?

—Me voy de aquí. — Su voz fue rotunda y no daba paso a peros. Pero Cecil, testarudo al fin, hizo caso omiso de eso.

—No, tú no vas a ningún lado. No mientras yo esté aquí.

—Dos cosas, Cecil: — Luke se giró un poco para mirarlo, y le lanzó una mirada glacial— que yo sepa, hace mucho tiempo que dejé de necesitar niñera. —El tipo pareció ofendido por el término, o quizás fue el hecho de que no pudo soportar un segundo más la mirada de Luke, porque dio un paso hacia atrás, soltando el brazo por el que lo había detenido en el proceso. —Y segundo, tú no eres quien para decirme a dónde tengo que ir o cuando puedo salir de mi casa.

Sus palabras fueron rotundas y no daban paso a ninguna réplica. Y aunque Cecil era mayor que Luke por unos buenos diez años, el tipo no hizo ni dijo nada para detener al menor porque sabía que llegados a ese punto no iba a poder hacerlo. Luke siempre había sido así, independiente, del tipo de personas que sólo acataban órdenes cuando estas venían acompañadas de razones lógicas y una orden directa de alguien más poderoso que él. Y como Cecil no le había dado una cuando había comenzado con su plan “cero visitas al oráculo”, no tenía pensado soportarle ninguna tontería más. Y Cecil debía admitir que estaba sorprendido de que Luke no hubiese actuado antes.

Con un suspiro cargado de frustración, Cecil se cruzó de brazos y le preguntó:

— ¿Por qué tanto interés por ir hacia allá?

— ¿Por qué tienes tanto interés por impedir que vaya?

Cecil volvió a repetir su pregunta, inflexible, y a Luke no le quedó más remedio que responder:

—Sólo voy a visitar a Camille.

Aunque a Cecil le molestó esto, debía admitir que estaba más tranquilo al escuchar que ese era el motivo de su visita. Pensar que Luke había descubierto que el Oráculo era el lugar en el que Anne estaba escondida no era muy grato, no después de lo mucho que habían trabajado Edna y él para ocultar ese detalle.

Y estaba demás mencionar que ese era el principal motivo por el cual él estaba tratando de impedir que Luke fuese hacia allí. Era bastante probable que ambos se encontrasen o que Camille hiciese algún comentario sobre la nueva y rara inquilina, alertando a Luke de su paradero. Y nadie, nadie quería eso.

Era cierto que Luke había dejado de preguntar por Anne hacía meses y se había desentendido de todo el asunto de la terrana, a pesar de que los hermanos Williams habían pensado que eso no iba a suceder durante un buen tiempo debido a la extraña relación que habían tenido los chicos, pero aun así, era mejor prevenir un encuentro que lamentarse después.

—Luke…

—Cecil, me cansé. Voy a ir aunque te pegues a mí como una sanguijuela, así que corta- el-drama.

Cecil iba a protestar pero Luke se lo impidió abriendo la puerta y saliendo del salón. El mayor hizo un ruidito de desaprobación y murmuró un “maleducado” antes de salir de la habitación detrás de él. Quizás no pudiese impedir que Luke fuese a la Casa Dorada, pero si podía impedir que un encuentro se llevase a cabo. Edna iba a tener que pagarle muy bien por el papel de niñera que estaba desempeñando, aunque la idea de estar cerca de Camille y Luke le pareciese tan aterradoramente deliciosa que la idea de un pago no resultaba ni remotamente tan tentadora.

Ya fuera de la casa, ambos hombres de desaparecieron al mismo tiempo, apareciendo segundos más tarde frente a las inmediaciones del Oráculo. Era la primera vez que Cecil iba a ese lugar acompañado de Luke y debía admitir que estaba sintiendo un extraño hormigueo en todo el cuerpo debido a la expectación.

Luke era como una especie de amor prohibido, del tipo que tienes cerca, puedes tocar, sentir pero no tener; Camille era algo similar, con el agregado de que ella estaba enamorada del menor de los tres. Y Cecil estaba en el medio de todo ese triangulo, sin saber exactamente cuáles eran los sentimientos de Luke para los otros dos. Aunque saberlo quizás no le ayudase a sentirse mejor.

Una reunión entre los tres iba a ser un evento bastante interesante, pensó, mucho más después del beso que le había robado a Camille en su última visita. Inconscientemente, se llevó una mano a los labios, como si el beso aun estuviese allí y él pudiese tocarlo.

Ni bien se habían acercado a la Casa Dorada cuando las puertas de hierro forjado se abrieron hacia adentro sin que nadie las tocase, revelando a dos Hermanas inclinadas en una profunda y respetuosa reverencia y a dos más en la puerta de entrada, esperándolos. Cecil, confundido, miró hacía ambos lados, sin saber muy bien el por qué de toda esa parafernalia. “Ni que hubiese llegado el Príncipe”, pensó.

Luke respondió a las reverencias con educadas inclinaciones de cabeza, recordándole a Cecil que debía hacer lo mismo. Las Hermanas no preguntaron el motivo de su visita, sabiendo de sobra a quien iban a ver, mientras los guiaban al salón principal. Una de ellas les había dicho que Camille estaba teniendo una reunión con una de las Hermanas así que iban a tener que esperar durante unos instantes. Luego, había hecho una reverencia y había salido del lugar, dejándolos solos.

—Eso fue raro— fue el único comentario que hizo Cecil, tratando de llamar la atención de un silencioso Luke. El otro chico no parecía sorprendido por todas las exageradas atenciones, más bien aburrido. Cecil no dijo nada más y se encaminó hacia la estantería, aprovechando que volvía a estar en el salón para inspeccionar los libros.

Había subido por la escalera mágica hasta el último nivel, que era donde se encontraban la marea roja de libros de historia que había estado inspeccionando la otra vez. Había visto algunos títulos interesantes que llamaron bastante su atención, pero que no tenían nada que ver con lo que él estaba buscando realmente. Aunque debía admitir que ni él mismo sabía que estaba buscando en realidad.

Descendió por la escalera con un golpe del pie y se bajó de ella de un salto antes de que se detuviese. Luego se encaminó hacia el escritorio en donde yacía abierto un grueso libro de cubierta marrón oscura. Ni siquiera se sentó en la silla que había detrás del escritorio y se puso a leer el contenido de sus páginas con ojos hambrientos, encontrando datos bastante interesantes en él en cada página que cambiaba.

Este era básicamente era un libro de hechizos, de esos que son difíciles de encontrar y que era probable que no lo tuviese cualquier hellaveniano. Los hechizos eran sencillos, fáciles de memorizar y modificar, pero que a su vez eran potentes y que lograban el efecto deseado sin mucho esfuerzo, por lo que Cecil no perdió el tiempo y conjuró un rollo de pergamino y un bolígrafo y empezó a tomar anotaciones. Si Luke se dio cuenta de esto, no lo demostró en lo más mínimo.

Tomó nota sobre hechizos de defensa, interesándose más por los escudos ya que este era su punto débil; sus escudos nunca eran muy fuertes y siempre lograban destruirlos fácilmente con hechizos de corto alcance. Y contrario a toda lógica, los hechizos de ataque eran realmente su fuerte, por lo que pasó esa sección sin siquiera hojearla.

Cuando Camille apareció, media hora después, avergonzada y sofocada debido a la carrera que había hecho hasta allí, fue justo en el momento en el que Cecil se disponía a anotar el hechizo para despojar de su magia temporalmente a un hellaveniano. Maldiciendo mentalmente, movió disimuladamente su mano e hizo desaparecer las cosas con las que había estado trabajando, dejando el libro en la página exacta en la que lo habían dejado.


—Cecil… Luke, es un placer volver a verlos.

Los saludó con una enorme y brillante sonrisa en su rostro. Se acercó a Luke y le dio un fuerte abrazo inmediatamente estuvo cerca de él, gesto que duró unos segundos más de los que a Cecil le hubiese gustado. Con Cecil tuvo sus momentos dudas, debido a que no lo había visto desde lo que había pasado entre ambos el día de su última visita. Pero igual lo abrazó y saludó con el mismo afecto con el que había saludado a Luke.

— ¿Qué los trae por aquí? ¿Hay algo que quisieran saber y sólo yo puedo ayudarlos? — dijo con una risita saliendo de sus labios, provocando que los hombres se preguntaran si el otro había ido con esa intención alguna vez.

—No, sólo vinimos a visitarte. Hacía mucho tiempo que no te veíamos.

Los tres se sentaron en el sofá, quedando Cecil justo en medio de Luke y Camille. A duras penas pudo tragar el nudo que se le hizo en la garganta.

—Estoy sorprendida. Sus últimas visitas fueron más que un mero asunto de cortesía —a pesar de sus palabras, su voz salió totalmente carente de reproche. Ella nunca les reprocharía nada, a sinceridad. —Pero igual me alegro mucho de que se hayan acordado de mí y me hayan venido a visitar. Ustedes saben lo importantes que son para mí.

Los tomó a ambos de la mano y Cecil sintió como un escalofrío recorría todo su cuerpo. Por un momento pensó en que sus palabras estaban totalmente cargadas de los sentimientos que sentía por ellos, dejando más que claro que quería a ambos hombres por igual. Y por ese ínfimo momento Cecil pensó que no tenía ningún problema en compartir a su Camille, si la persona con la que lo haría sería Luke. Pero la risa de su hermana dentro de su cabeza, esa que salía de sus finos labios siempre que Cecil hacía o decía alguna estupidez relacionada con Luke o lo que sentía por él, le aclaró la mente y le hizo pensar en frío.

Compartir a la mujer que amaba no era algo sensato, mucho menos si lo iba a hacer con la otra persona que quería; mucho menos si la mujer que amaba sentía semejante devoción por el tercero. Golpeándose con la mesita de centro mentalmente, Cecil se repitió una y otra vez que podía llegar a ser una persona muy estúpida a veces; una persona muy, muy estúpida.

Luke, con sus brillantes ojos grises o con su belleza irreal lo volvía estúpido; Camille, con sus carnosos labios rojos lo volvía loco; ambos, mirándolo fijamente con preocupación, mientras lo tocaban una en el antebrazo y el otro en el muslo para sacarlo de su ensimismamiento, terminaron por fundir todos los fusibles buenos que quedaban en su cabeza, destruyendo un poco más la pared mental que había erigido su autocontrol.

Al final, no había sido una buena idea acompañar a Luke a visitar a Camille.

Se puso de pie rápidamente, sacando ruiditos de sorpresa de los labios de ambos, se disculpó rápida y torpemente y salió del salón rumbo a la salida de la Casa Dorada. Ya afuera, con la brisa fría del Hellaven arañándole la piel, casi se dio de topes contra la pared que tenía más cerca al tiempo que se maldecía internamente por ser tan débil, por dejar que esas dos personas lograsen derribar sus defensas con tanta facilidad.

Pero sobretodo, maldijo por tener una imaginación salvaje y muy, muy gráfica.

Antes, cuando Anne y su existencia era completamente desconocida para ellos, Cecil no había tenido que preocuparse porque una situación como esa hubiese pasado. Desde que se había dado cuenta de los sentimientos que tenía para Luke, había trazado líneas que los separaban, protegiéndose con una coraza que parecía expandirse hasta límites inimaginables pero nunca destruirse.

Pero desde aquella vez, en la que un Luke aturdido debido a un hechizo se había prácticamente restregado contra él, Cecil no era la misma persona.

Y esta vez le estaba costando mucho trabajo volver a crear la coraza y reforzar el muro que había creado aquella vez. Cuando lo había hecho, Luke había sido casi un niño, y había sido más fácil ignorar lo que sentía por él —lo que él provocaba en la gente— debido a esto y a excusas que eran tan patéticas que daban risa.

Ahora… ahora parecía imposible. Y el hecho de que Luke cada día pareciese brillar más, de que cada día que pasaba Luke se volvía más y más atractivo frente a sus ojos —quizás fuese sólo su desaforada imaginación la que lo hacía ver cosas—, no estaba ayudando en lo más mínimo.


Minutos más tarde, una figura apareció en la linde del bosque y Cecil no tuvo que darse la vuelta y dejar de golpearse contra la pared para saber quién era. Había una extraña conexión magia-creador que le avisaba a Cecil cuando algo que él había creado estaba cerca. Y ese collar tenía suficiente de su magia como para ser un faro y alumbrar todo el camino directo hacia Anne. Maldijo por lo bajo antes de entrar nuevamente al recinto e impedir que la terrana lo viese, y de paso, se encontrase con Luke; ese había sido el motivo principal de su visita en ese lugar, ¿no?

Y mientras caminaba hacia el salón principal tuvo que agradecer el hecho de que Anne apareciera; ella le había dado una buena razón para distraer su mente y resolver parte de su problema.


***


Cuando Cecil había salido abruptamente del salón, Luke había hecho el amago de ponerse de pie para salir de la habitación, pero Camille, egoísta al fin, lo retuvo con la excusa de que era mejor que lo dejase un momento a solas. Y no lo había hecho porque se preocupase por la estabilidad emocional de Cecil, sino porque quería estar a solas con Luke. Quería a Cecil, era cierto, pero prefería estar con Luke antes que con él.

Estar cerca del más joven la hacía sentir poderosa e importante, porque sabía que cada mujer en el recinto estaba deseando estar en su lugar. Luke era como una dosis de medicina para su ya muy inflado ego y a ella le encantaba la sensación que él le provocaba.

Cuando su acompañante había insistido en ver qué le pasaba a su amigo, ella lo distrajo con gestos y preguntas que sacaron a Cecil momentáneamente de su cabeza. Y siguió distrayéndolo, embullándolo aun más en la conversación, acariciando sus manos, brazos y rostro de vez en cuando, hasta que Cecil apareció por la puerta con una indescriptible expresión en el rostro.

Y había fingido interés, más por aparentar frente a Luke que por otra cosa, y le había dicho a Luke un “¿Ves? Te lo dije” acompañado de una nueva caricia en el rostro cuando Cecil les había dicho que ya estaba mejor. Pero para ese momento Luke ya no le estaba prestando atención a sus caricias, mucho menos a sus palabras. Algo, y estaba segura de que no era la expresión molesta en el rostro de Cecil, había captado su atención y lo tenía atrapado en sus garras.

Miraba en dirección a Cecil como si pudiese ver a través de las paredes y este pensó por un brevísimo instante en si Luke tenía este poder oculto bajo la manga; no se sorprendería si fuese así. Pero segundos más tarde todo ese asunto había acabado y Luke estaba nuevamente mirando a Camille, pidiéndole disculpas por el hecho de que iban a tener que irse. Camille fingió que no le importaba, Cecil respiró hondo y Luke sólo se limitó a musitar un “lo siento” antes de darle un beso en la mejilla y dirigirse a la puerta del salón con inusitada rapidez.

Cecil, no sabiendo si Anne estaba en los alrededores del vestíbulo o no, estuvo parado frente a la puerta mirando a Luke con expresión seria, como si de esa forma pudiese adivinar qué era lo que pasaba por su cabeza. Luke, que no estaba por perder el tiempo, lo quitó de su camino y salió del salón con paso acelerado.

El transmutador respiró aliviado cuando vio el vestíbulo completamente vacío y no perdió el tiempo en salir al pórtico y caminar por el jardín de entrada, en un gesto que él esperaba fuese una señal para que Luke lo imitase. El otro lo siguió segundos más tarde y Cecil no pudo evitar notar la expresión confundida en el rostro de Luke.

Cuando ambos se desaparecieron instantes después, Cecil no se apareció en la casa de Luke como este había esperado.


***


Varios días habían pasado desde la visita de Luke al Oráculo. Desde entonces, no había visto a los hermanos Williams más que en contadas ocasiones, generalmente en horas de trabajo. Edna, para explicar su ausencia, siempre sacaba la excusa de que tenía muchas cosas que hacer y que nadie más que ella podía encargarse de esos trabajos; y Cecil, simplemente, ignoraba a Luke de una forma tan obvia que hasta resultaba incomodo.

Y quizás fue debido a todo el asunto de las ausencias y del tiempo que tenían que no se veían fuera del horario de trabajo, que Luke se sorprendió cuando un trozo de pergamino apareció flotando frente a él en medio de la biblioteca con las palabras de Edna, escritas descuidada y apresuradamente, pidiéndole que fuese a su casa lo más pronto posible.

Y no había terminado de aparecerse cuando ya Edna, la cual le daba la espalda, concentrada como estaba buscando cosas en el armario y las gavetas de la cómoda, le estaba ordenando cosas para hacer.

— ¿Por qué tengo que ir yo?

Fue lo único que salió de los labios de Luke mientras se cruzaba de brazos y miraba a la mujer frente a sí con incomodidad. Edna, que no estaba de ánimos como para soportar uno de los raros berrinches de Luke, le lanzó una mirada seria antes de continuar organizando su bolso.

—Porque yo te lo ordeno y punto. —Luke bufó y a ella no le quedó más que suspirar, cansada de todo ese asunto.

Cuando Luke se ponía en plan de niño caprichoso era muy molesto. No es que él fuese así todo el tiempo, los dioses sabían que para caprichosos había que buscarlos a ella y a su hermano. Luke era todo lo contrario a ella y a Cecil, siendo demasiado tranquilo, serio y hasta amargado para su edad. No solía salir de la casa a menos que fuese para hacer alguna visita a la Casa Dorada o para hacer su trabajo como Encargado de la Limpieza. Se la pasaba leyendo, encerrado en la biblioteca y no saliendo de allí hasta que Cecil llegaba y lo mandaba a acostar a los gritos, a veces hasta con hechizos. Había sido así desde la pubertad y ella por más que trató no pudo cambiar eso.

Luke era un chico raro, del tipo que prefiere vivir aislado y encerrado, cubierto todo el tiempo por una capa y capucha como si eso fuese a protegerlo del mundo. Podía aparentar ser una persona muy fuerte, pero la realidad estaba muy lejos de ser así. Pero eso ni Cecil, mucho menos Edna lo sabían.

Sí ella le prestase atención a Luke —verdadera atención, y no sólo se quedase pasmada mirado su rostro o la forma en la que sus labios se movían cuando hablaba— se hubiese dado cuenta de que él a pesar de su edad era a veces como un niño, uno que podía llegar a ser muy obstinado a veces; y que sólo reaccionaba de esa forma cuando tenía que hacer algún recado para ella… en El Centro, el punto de compras más detestable que él pudiese imaginar.

Ella, que creía conocerlo, no sabía que Luke detestaba, que le aterraba ir al Centro. A él no le gustaba estar en lugares llenos de gente; sentir el roce de los cuerpos cuando caminaba por las aceras y las calles; escuchar los ruidos y gritos que siempre parecían ir en aumento; pero sobretodo, detestaba las miradas.

La gente en El Centro, que siempre está despierta y ávida de diversión a pesar del frío que hace afuera o de que es muy tarde como para estar fuera de la cama —o quizás demasiado temprano para estar en ella, todo depende de la hora que sea y la forma en la que lo veas—, no tiene problemas en abalanzarse sobre ti y tomar lo que quieren sin que les importase nada. Ajenos a cualquier tipo de norma o regla, viven su vida como quieren, no preocupándose por la supuesta “destrucción del Hellaven” o de lo “dañinos que son los terranos”, mucho menos de que “la Guardia los hará pagar”.

Para ellos no existe tal cosa como la llamada “cadena” que uno ambos mundos, esa de la que tanto se preocupa el Reinado o la Guardia. Mucho menos temen a que el Hellaven desaparezca en una explosión cósmica en cualquier momento. Y, en caso de que por la cabeza de algunos de ellos pasase el pensamiento de que quizás esto fuese verdad, lo hacen a un lado porque, de verdad, no les importa en lo más mínimo.

Para Luke esto no es ningún problema. Desde su punto de vista lo mejor que puede pasar es que la gente viva sin conocer la verdad sobre los dos mundos. Lo que a él le molesta es el estilo de vida que ellos llevan. Conocidos como los Rateros, los habitantes del centro suelen ser personas con un sentido de diversión bastante particular.

Los vendedores suelen estafar a los que van al Centro sabiendo de antemano que tienen ventaja sobre los compradores debido a que sólo en ese lugar podrán encontrar lo que buscan. Lanzan hechizos a diestra y siniestra, no fijando un blanco en específico, sólo para convertir a un desafortunado cliente, a cualquiera, en algo de lo que quizás le tome meses deshacerse mientras los demás ríen como si ese hubiese sido el chiste del día.

Pero lo que a Luke más le molesta es la forma en la que ellos se burlan y maltratan verbal y físicamente a los Abandonados. Siendo el Centro un lugar de compras en donde se adquieren un sin número de artículos y servicios, es frecuentemente visitado por Abandonados que no tienen las capacidades mágicas para conjurar lo que necesiten. Y como el Reinado les da una comisión mensual para sus gastos, tienen que ir al único lugar en el que pueden adquirir lo que necesitan, aunque el pago al final fuese muy alto y humillante.

Luke, que había tenido que pasar toda su niñez siendo objeto de burlas y maltratos, sabía de sobra lo que se sentía ser humillado y golpeado en público, y detestaba verlo porque, aparte de no ser una vista agradable, traía a su mente recuerdos dolorosos que él creía profundamente enterrados en su memoria.

—Mira, Luke, por más que discutas, pelees y armes un berrinche como si fueses un niño de cinco años —Luke iba a quejarse pero Edna no lo dejó, continuando con sus palabras con un tono de voz rotundo y serio — vas a hacer lo que te digo a sí tenga que lanzarte un jodido hechizo. Así que hazlo y salimos de esto.

Luke volvió a bufar y salió de la habitación prácticamente llevándose a Cecil en el proceso. Ni bien había dado dos pasos cuando lanzó un rugido cargado de molestia y se desapareció de la casa, reapareciendo segundos más tardes a las afueras de su destino. Arreglándose la capucha para que no dejase ver ni un centímetro de su rostro, y después de conjurar un escudo invisible a su alrededor para protegerse de los hechizos, se encaminó hacia la plaza.

Era tarde pero, como siempre, el lugar bullía en actividad. Las tiendas estaban a cada lado de la calle y ocupaban toda la acera hasta donde llegaba la vista; y habían muchas más por delante, de eso estaba seguro. Había esferas de luz flotando a cada lado de la amplia calle, separadas cada pocos metros entre sí, alumbrando toda la zona y dándole un aspecto bastante acogedor y agradable.

Luke no podía negar que la vista era hermosa. Las tiendas, con sus mesas de madera llenas de brillantes objetos y sus paredes pintadas con llamativos colores, parecían incitarte a acercarte a ellas y comprases todo lo que allí te ofrecían. El cielo, oscuro como el azabache, estaba recubierto de tintineantes estrellitas y parecía cubrirlo todo como un manto, haciendo que las esferas de luz, las cuales se movían de un lado al otro como si estuviesen bailando al compás del viento, se viesen aun más brillantes. Su luz dorada bañaba todo, dándole un aspecto cálido, haciéndote sentir feliz y bienvenido.

Pero Luke estaba seguro de que ese era el punto principal de todo eso: hacerte sentir bienvenido y seguro. Y había tanta magia en el ambiente, obviamente para producirte esa sensación de seguridad, que él podía sentirla claramente rozando su piel.

Respirando profundamente para calmar su nerviosismo, y encogiéndose lo más que podía dentro de su capa, Luke se encaminó entre el mar de gente que se movía de un lado al otro —algunos cubriéndose la cabeza con las bolsas que llevaban, como si de esa forma pudiesen protegerse de los coloridos rayos de luz que viajaban de un lado al otro—, tratando de no tropezar con nadie; tarea bastante difícil si se tomaba en cuenta el hecho de que la gente a su alrededor no estaba pensando de la misma manera, debido a que estaban más concentrados esquivando los hechizos.

Luke buscó la tienda en la que solía comprar lo que Edna le había encargado y cuando estuvo cerca suspiró aliviado. Pero el alivio no le duró mucho cuando una señora chocó contra él, cayendo al suelo miserablemente a sus pies y haciéndolo trastabillar. A él no le dio tiempo a ayudarla a ponerse de pie, porque algunos Rateros llegaron de sabían los dioses donde, la tomaron por los brazos y las piernas y desaparecieron con ella, dejando sólo una bolsa en el suelo como prueba de que estuvieron allí.

Luke entró a la tienda sin detenerse a mirar nada más, ignorando —o por lo menos trató de hacerlo— el grito que retumbó en la plaza segundos más tarde.

El dependiente, un apuesto hombre que no aparentaba más de treinta años, de brillante cabello negro recogido en una estirada coleta de caballo y penetrantes ojos negros, lo saludó con una sonrisa retorcida que no hizo más que ponerle la piel de gallina a Luke. Este era otro de los motivos por los cuales no le gustaba ir al Centro.

Ese vendedor era bastante peculiar. Cada vez que iba, a pesar de no poder ver ni un sólo centímetro de su piel, le lanzaba miradas cargadas de cosas que Luke no quería descifrar. Conocía a Edna ya que la mujer era una de sus clientes fijas y por tal motivo él creía que tenía la misma extraña relación con Luke. Además, tenía la tendencia de hacer y decir cosas extrañas, como si el supiese más de lo que aparentaba —o de lo que un simple Ratero debería saber.

—Oh, pero si es nuestro cliente misterioso—saludó a Luke efusivamente desde atrás del mostrador, dejando a un lado la libreta en la que estaba haciendo anotaciones para prestarle toda su atención al recién llegado. — ¿Qué te trae por aquí, chico? Hacía mucho tiempo que no te veía.

Sus palabras tenían un doble sentido, quizás haciendo alusión al hecho de que Luke nunca había mostrado su rostro antes, pero Luke lo ignoró. No estaba por perder el tiempo. Mientras más rápido saliese de esa tienda, más rápido estaría en casa. Y más rápido estaría lejos del alcance de esos extraños ojos oscuros.

—Vengo a comprar las medicinas de siempre.

El dependiente apoyó sus brazos sobre el mostrador, cruzando uno sobre otro, y se inclinó hacia delante, no mostrando seña alguna de que iba a despachar a Luke rápido, y lo miró fijamente, como si Luke fuese una complicada pintura. El joven se movió incomodo en su sitio y giró la cabeza para mirar hacia otro lado. El hombre sonrió ampliamente.

—Es un encargo para Edna… ya veo. —La sonrisa no abandonó sus labios mientras miraba a Luke de arriba a abajo. El joven no pudo evitar dar un paso hacia atrás — ¿Y por qué no vino ella?

—Tenía cosas que hacer. ¿Podría darme lo que le pedí? —Dijo Luke con impaciencia, mostrándose rudo debido a esto. Mejor, pensó, así el hombre entendería que no estaba por perder el tiempo.

—No tienes por qué ser tan rudo, tampoco. Sólo estoy mostrando un poco de… cortesía.

Antes de que Luke pudiese hacer algo, el vendedor movió su mano derecha rápidamente en dirección hacia Luke y lanzó un hechizo por encima de su hombro, sorprendiendo al chico que no se esperaba semejante gesto. Cuando se escuchó un fuerte quejido de dolor y el sonido de algo cayendo al suelo, así como de cristal haciéndose añicos, prueba de que había golpeado a alguien, Luke vio como el hombre frente a él aplaudía y reía como si se hubiese sacado la lotería.

Locos. Aquí están todos locos, fue lo único que pensó, ignorando al alegre hombre que saltaba frente a él preso de una algarabía casi infantil.

El dependiente, después de haber visto lo suficiente a su adolorida víctima, se dio la vuelta y empezó a sacar frascos de vidrio sin etiquetar de las repisas y los fue poniendo en una canasta sin siquiera fijarse si había elegido el correcto. Cuando hubo recolectado los siete frascos, cada uno de una estantería diferente, se acercó al mostrador y los puso frente a Luke.

Cada frasco parecía igual, excepto por el color de la tapa que era el mismo que el del contenido, pero si la persona que los veía se fijaba bien, podía notar que la textura que parecía ser la misma en todas, en realidad no lo era. Cada frasco tenía un relieve diferente, uno que demostraba el tipo de contenido que tenía. Pero como eran medicinas, a Luke no le interesaba ponerse a delinear las formas y adivinar que era cada cosa. No es que fuese a encontrar nada del otro mundo, de todas formas.

El dependiente puso todo en una bolsa de plástico y le pasó un papel a Luke junto con esta cuando todo estuvo listo. Luke se metió el recibo en el bolsillo del pantalón, y murmuró un hechizo para proteger la bolsa de cualquier imprevisto que pudiese pasarle en el camino. Luego, sin decir una palabra, se dio la vuelta y se dirigió a la salida.

Afuera todo era un caos. Los vendedores habían perdido el interés en llamar a los clientes para que comprasen en sus puestos y habían optado por lanzar hechizos directos a todo el que pasase por el frente y no estuviese protegido. Los gritos de sorpresa y dolor, así como las risas llenaban el aire, y Luke maldijo por el hecho de que no podía desaparecerse hasta que no llegase a la salida del Centro.

Encogiéndose un poco, dejó que la bolsa se deslizase por su brazo izquierdo hasta su codo mientras se llevaba las manos a la cabeza para mantener la capucha en su lugar. Caminó por la acera rumbo a la salida, deteniéndose de vez en cuando para evitar que un vendedor le lanzase un hechizo directo a él.

Pero sólo pudo salvarse de los hechizos de los vendedores cercanos, y no de los que estaban rondando por los alrededores. Su escudo brilló un par de veces en su camino, y el ruido que producía un hechizo al chocar con este era similar al de un trueno, lo cual era bastante molesto y prácticamente le hacía dar saltos debido a la sorpresa. Pero, por suerte, en ninguna ocasión hubo una fisura, por lo que no tuvo nada de qué preocuparse.

Y aunque esto fuese así, por alguna razón, estaba más nervioso de lo habitual y su corazón latía a un ritmo acelerado en su pecho.

Sólo un poco más, sólo un poco más, se alentó a sí mismo cuando vio las puertas por las que había entrado a ese lugar. De pronto, un grito agudo sobresalió entre el ruido de la plaza y una persona cayó al suelo no muy lejos de él. Varios vendedores, con sonrisas cargadas de malicia salieron corriendo de sus escondites y se abalanzaron sobre el pobre hombre que había caído al suelo, lanzándole todos al mismo tiempo hechizos que lo hicieron encogerse, retorcerse y chillar de dolor al mismo tiempo.

Luke dio un paso hacia atrás, sintiéndose enfermo de pronto, e inmediatamente sintió como unos brazos rodeaban su cuerpo de una manera demasiado íntima como para considerarse de un simple “te atrapé”. Inmediatamente giró la cabeza para ver quien lo había atrapado y descubrió que era el dependiente de la tienda de medicinas, el cual lo miraba con una retorcida expresión en el rostro; Y esta expresión él realmente no quería adivinar qué significaba.

—Miren lo que encontré.

Gritó, para hacerse oír por encima de los quejidos del hombre en el suelo, o de los gritos de los demás compradores que habían sido atacados y que ahora buscaban la forma de ir a la salida, algunos arrastrándose, otros corriendo desde los lugares en donde se habían escondido.

Los demás vendedores giraron la cabeza y lo miraron con curiosidad. Luke empezó a retorcerse pero no pudo contra el agarre del hombre. Cosa extraña porque él tenía una muy buena resistencia a los hechizos y era bastante bueno en defensa. Su captor musitó un “shh, quédate quieto” muy cerca de su odio, lo que le puso la piel de gallina y Luke se encontró incapaz de articular sonido. Al parecer, a su captor le gustaba demasiado hacer uso de su magia, la cual, cabía agregar, parecía inagotable.

Los Rateros reunidos sobre el comprador caído dejaron lo que estaban haciendo y se acercaron a su compañero como hienas a punto de saltar sobre una presa.

— ¿Quién es ese, Leus? —Preguntó uno de ellos, el que estaba más cerca, moviéndose de un lado al otro tratando de medir a la presa sólo con la mirada.

—Digamos que es uno de mis clientes favoritos. —Leus lo apretó más entre sus brazos y apoyó la barbilla en su hombro. Luke volvió a retorcerse, esta vez con más fuerza.

— ¿Y qué quieres que hagamos con él? —preguntó otro vendedor, el único que se había quedado atrás lanzándole hechizos con gesto aburrido al inconsciente hombre en el suelo— Yo no le veo nada de especial.

—Y yo no le veo nada en absoluto. —Leus sonrió y se alejó de Luke, lo suficiente como para poder quitarle la capucha de la cabeza y ver su rostro.

Hubo un silencio general en el lugar, y Luke estaba seguro de haber escuchado como un par de ellos aguantaba la respiración. Leus, que estaba frente a él, tragó el nudo que se le había hecho en la garganta y lo miró con sus oscuros ojos bien abiertos. No dijo ni hizo nada, sólo lo miró, como si Luke fuese el fantasma de alguien que él hubiese torturado y que había venido para arrastrarlo al infierno.

Los hombres que estaban detrás de él, no tuvieron la misma reacción, tampoco las demás personas que estaban viendo la escena desde los lugares en los que se habían escondido. Algunas salieron y se acercaron más a la escena, queriendo averiguar en qué iba a terminar ese asunto. Otros, los más ávidos, se habían unido al grupo de los Rateros con la esperanza de que los dejasen participar en lo que iba a pasar. Porque ellos sabían cómo iba a terminar eso. No era la primera vez que capturaban a un chico como Luke en El Centro.

—Miren esto —Uno de los hombres se acercó a un inmóvil Luke y pasó un sucio dedo sobre su mejilla izquierda, dejando un rastro negro sobre su blanca piel. —Nuestro chico misterioso resultó ser muy bonito. Y yo que pensaba que era un sucio Abandonado. —Rió con ganas, sacándole algunas risitas a los que lo escuchaban— ¿Qué deberíamos hacer con él, Tim? ¿Deberíamos vendérselo a la Madam?

—Esa perra no va a pagar lo suficiente por este. Recuerda lo que nos hizo la otra vez, y aquel no era ni la mitad de bonito. —Musitó el segundo hombre que había hablado antes, mirando a Luke con sus desvaídos ojos azules llenos de lujuria. —Deberíamos quedarnos con él… aunque sea por un tiempo.

Hubo murmullos de aceptación, indicando que la idea era bien recibida y el hombre sonrió satisfecho.

Luke le lanzó una mirada cargada de odio y Tim lo agarró fuertemente por el pelo y tiró de este hasta que Luke quedó mirando hacia arriba en una incómoda y dolorosa posición. Estaba seguro de que si algún ruido hubiese salido de sus labios, una maldición hubiese sonado clara y perfecta en todos lados.

—No estás en posición de mirar a nadie de esa forma, Princesa. Ahora nos perteneces y tendrás que hacer lo que te digamos, con una sonrisa en tus lindos labios.

Con su mano libre empezó a acariciar el rostro de Luke, mientras sus ojos vagaban por cada porción de piel, absorbiendo cada detalle. Esa era la primera vez que habían encontrado una presa tan deliciosa y apetecible. Y sus ya incontrolables manos no podían quedarse quietas y sólo querían tocar cada parte de Luke como si esa fuese la cosa más importante en el mundo. Y sabía que los demás debían estar sintiéndose de la misma forma, ya que se movían impacientes en sus lugares, moviendo sus dedos como si estos estuviesen ansiosos por tocar, acariciar, sentir sedosa y suave piel.

Luke musitó un “jodete” que estaba seguro que el hombre pudo leer fácilmente en sus labios, sacándole una risotada. Oh, esto va a ser tan divertido, pensó.

—No, no, eso te lo haremos a ti. Todos nosotros. —El hombre acentuó la palabra “todos” y Luke no pudo evitar contar a los hombres y mujeres que estaban en la calle y que parecían completamente absorbidos por lo que pasaba, como una jauría de hambrientos animales salvajes. Había siete hombres y tres mujeres en el grupo. Tragó en seco e ignoró el escalofrío que le había puesto la piel de gallina.

Luke volvió a retorcerse, esta vez lleno de furia y miedo, ignorando el hecho de que su corazón había empezado una carrera dentro de su pecho o de que los nervios y la ansiedad se lo estaban comiendo por dentro. Siguió moviéndose tratando se romper el hechizo que Leus le había puesto en algún momento antes de quedar como un zombie frente a él, pero no pudo hacer nada.

Frustrado, adolorido y con el miedo creciendo de manera escalofriante dentro de su cuerpo, Luke siguió tratando, porque era lo único que le quedaba. La idea de ser violado y usado, seguramente hasta la inconsciencia o la muerte, no se le antojaba para nada divertida.

—Oh, vamos, deja de fingir ya. —Se quejó Tim, aburrido, halándolo más fuerte del pelo. — Todos aquí sabemos que no es la primera vez que haces algo como esto. Las personas como tú son putas por naturaleza…

Después de esas palabras, todo fue caos. Luke, que al escucharlo había dejado de sentir miedo para empezar a experimentar una ira irracional, logró zafarse del agarre de Tim y deshacerse del hechizo de Leus, y estaba en esos momentos con los brazos cubiertos por enormes lenguas de fuego que parecían bailar sobre su piel. Su largo cabello rubio se veía anaranjado gracias a la luz de colgaba sobre él pero sobretodo al fuego, que le daba un aspecto siniestro y diabólico a sus angelicales rasgos.

La gente, asustada, empezó a moverse hacia atrás primero lentamente, y cuando lograron salir del asombro, de una manera más rápida y descontrolada, tratando de huir, pero él, atrapado en la ola de odio que lo había impulsado a liberar su magia de esa forma, había empezado lanzar bolas de fuego a cada persona, dejándolas cubiertas por las anaranjadas llamas. Los gritos llenaron el aire y los cuerpos empezaron a caer al suelo, uno por uno, rodando en inútiles intentos por apagar el fuego.

Y aunque las llamas no estaban quemando la piel, todos ellos sentían como si de verdad estaba pasando, como si su piel estuviese siendo devorada por las llamas, como si las llagas, la sangre, el olor a carne quemada y el horror que estaban viendo en sus cabezas fuese real y no el producto del hechizo.

Leus había sido el único que se había salvado, y quizás se debía al hecho de que seguía en estado de shock, mirando la escena desde el pórtico de una tienda de armas. Luke se giró y lo miró con sus glaciales ojos grises cargados de desprecio, dispuesto a lanzarle el primer hechizo que le cruzase por la cabeza si se atrevía a moverse. Leus salió de su estado de aturdimiento y miró a Luke al rostro, como si estuviese tratando de descifrar quién o qué era él.

Falló miserablemente porque al final le preguntó un “¿quién eres?” que Luke ignoró completamente al darse cuenta de que sus palabras estaban cargadas de miedo y horror. No era la primera vez que alguien lo miraba de esa forma y tampoco era la primera vez que sentía como todo por dentro se le retorcía.

Leus no le despegó la vista de encima, mirándolo entre fascinado y aterrado, y cuando Luke se puso la capucha sobre la cabeza, se agachó para recoger la olvidada bolsa con las medicinas y se dio la vuelta para salir del lugar, Leus no se sorprendió al descubrir por qué Luke no quería que nadie viese su rostro.

2 Estrellas:

Lady Y. dijo... @ 29 de noviembre de 2010, 23:56

Holaa soy Mademoiselle
Vinee a revisar tu blog apenas me respondiste el mensaje :D Impresionantee! Jaja
Adoroo tu historia y no me cansare de decirlo.
Siempre cuenta con un comentario mio :D
Estoy empezando a pensar q cecil es bisexual ajajjaaj con todos sus pensamientos hacia el pobre de luke, me muero de emocion por leer el momento del encuentro, entre anne y luke.
Buenoo Bye cuidatee! xD

La Premonición dijo... @ 30 de noviembre de 2010, 0:15

xDDD ¿Bisexual nada más? xDDD NO deberías sorprenderte. En mis historias encontraras de todo. A mi me gusta tocar muchos aspectos diferentes. Y como lo que leo últimamente es puro slash (historias entre chicoxchico) pues algo tenía que pegarsele a mis historias xDDD

Gracias por comentar. De verdad. Eres la primera persona que lo hace en realidad y no para darme consejos :P

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