La Premonición

Capítulo 16

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La Prueba



Ni bien había puesto un pie dentro de la casa, cuando Anne ya se había quitado el collar y bajado la capucha. Se había apoyado contra la puerta, cerrado los ojos y dedicado a respirar profundamente para intentar calmarse.

Después de que Adrian había estado de acuerdo con ella en que debía regresar a casa, Anne prácticamente salió corriendo del bosque buscando poner la mayor distancia entre los dos. Adrian no parecía haberse dado cuenta de que ella tenía un objeto mágico colgando del cuello, pero era mejor prevenir que lamentar.

Aunque debía admitir que su deseo por estar lejos de Adrian en esos momentos era más por el hecho de que había sentido demasiadas cosas mientras él la había estado tocando que porque temía que el descubriese que era una terrana. Y se sentía mal consigo misma por haber sido tan débil y haberlo dejado hacer lo que había hecho. Ellos apenas se conocían y ella ya había deseado que él la besase y siguiese tocándola.

Estar en el Hellaven la estaba cambiando demasiado o, en cambio, estaba sacando a la luz partes suyas que ni ella misma sabía que tenía. Ella siempre había sido una chica tranquila y demasiado tímida con las cosas relacionadas con los chicos. Por lo menos lo fue hasta que Solomon y ella se hicieron novios. Pero eso no significaba que ella era desinhibida, sólo que con su novio era un poco más atrevida. Muchas veces había deseado hacer y decir cosas y por su timidez no lo había hecho.

En el Hellaven pasaba todo lo contrario. A veces deseaba cosas, y si no fuese porque las circunstancias siempre estaban en su contra y la frenaban, estaba segura de que ya habría hecho la mitad de ellas. El mejor ejemplo de esto fue cuando sintió la insana necesidad de besar a Luke. Si no hubiese sido por Cecil y su intempestiva llegada, en esos momentos no estaría atormentándose con lo que había hecho sino enterrada varios metros bajo tierra.

Después de una profunda respiración que parecía estar liberándola de toda la presión a la que había sido expuesta en vez de estar llenando sus pulmones con lo que le faltaba, se alejó de la puerta y se dirigió hacia su habitación con gesto ausente. Estaba cansada y, para que iba a negarlo, la capa no estaba ayudándola a mantenerse caliente.

Luke apareció al final de un pasillo, provocando que la chica ahogara una maldición y que prácticamente cayese al suelo debido al susto. Se metió el collar en el bolsillo rápidamente, deseando que su gesto hubiese sido lo bastante disimulado como para que Luke no se hubiese dado cuenta.

— ¿Dónde estabas?—le preguntó Luke, fingiendo que no tenía interés en saber la respuesta.

— ¿Q-quien? ¿Yo? — respondió con visible nerviosismo. Luke sólo rodó los ojos y se cruzó de brazos.

—No, yo. —Luke no tuvo que decirle que pensaba que era tonta; ese pensamiento le llegó a Anne claramente junto con sus palabras. — ¿A quién más iba a preguntárselo?

—Este… yo estaba…—Anne no iba a decirle ni en un millón de años que había vuelto a romper las reglas y salido de la casa. Sabía de antemano que Luke no se iba a quedar muy tranquilo después de saber que ella había vuelto a ponerlos en peligro, y esta vez el asunto no estaba rodeado de los “Y sí…”; esta vez la situación había sido tan real que le provocaba escalofríos recordarlo —Yo estaba aquí. He estado aquí todo el tiempo.

Luke no le respondió, pero Anne no necesitaba que dijese una sola palabra para saber que no le había creído; ella era pésima mintiendo, y se daba el caso de que Luke era demasiado perspicaz. Cuando Luke empezó a avanzar hacia ella, acortando la distancia que los separaba, Anne se preocupó. Luke no tenía poderes pero seguía siendo más alto y más fuerte que ella, por lo que las desventajas que Anne tenía sobre él seguían ahí, prácticamente intactas.

Luke se detuvo a escasos centímetros de ella, provocándole a Anne un escalofrío y algo que algo que parecía ser anticipación. Esa era la primera vez que el joven estaba tan cerca de ella por su propio deseo. Anne no quería dejar que su imaginación se fuese muy lejos, pero igual eso no impidió que su mente recreara extrañas escenas entre ellos dos en medio de un pasillo, con una brevísima distancia entre ellos y con sus manos bastante ocupadas.

El joven se inclinó hacia ella con lentitud, con sus ojos grises prendidos de los azules de Anne. Anne exhaló un suspiro y hubiese cerrado los ojos si no hubiese sido porque el lazo que los mantenía atados a los de Luke era muy fuerte. No entendía muy bien qué estaba pasando, Luke no era de esa forma, nunca había mostrado el más mínimo indicio de querer hacer algo con ella o de querer estar cerca de ella, pero en esos momentos parecía ser todo lo contrario. Parecía querer estrecharla entre sus brazos y no soltarla nunca; parecía querer ver sus pensamientos a través de sus ojos.

Antes de que Anne pudiese darse cuenta, la mano de Luke, esa que ella había creído que iba a posarse en su cintura, se había metido en el bolsillo de su abrigo y había sacado el collar. El quejido que salió de sus labios era más de indignación por no haber hecho lo que ella estaba pensando que haría que por haberle robado su collar. Y la sonrisa cargada de satisfacción que apareció en el rostro de Luke no la ayudó a sentirse mejor.

—Devuélvemelo.

—No tengo por qué hacerlo. Tú ya no necesitas esto.

—Eso no te da el derecho a quitármelo. Eso es mío. —Empezó a saltar como una niña pequeña para tratar de quitárselo. Luke lo mantenía en alto, lejos del alcance de Anne con una facilidad que era incluso ofensiva.

Después de unos instantes, bastante molesta, se detuvo frente a él y se cruzó de brazos; Luke aprovechó la oportunidad para guardar el collar en uno de los bolsillos de sus pantalones.

— Bien, quédatelo. Aunque no sé qué es lo que vas a hacer con el; no es como si el collar pudiese protegerte o algo así.

Justo en eso momento algo llegó a su cabeza. Cecil le había dicho que la primera vez que Luke había tocado el collar había sido atacado por algún hechizo protector. Pero en esos momentos Luke estaba bastante bien y no mostraba indicios de haber sido atacado con nada.

—No voy a usarlo, si es lo que estas pensando. Voy a… hacer un experimento con el.

— ¿Y cómo se supone que vas a hacer eso?

—Con magia, por supuesto.

—Pero…—ella iba a recordarle que él no podía hacer magia, pero prefirió morderse la lengua. Luke se ponía muy susceptible cuando tocaban ese tema. — ¿Y no se supone que no puedes tocar el collar? Cecil me dijo que te había afectado la primera vez.

Luke pareció recordar lo que había pasado la noche en la que había tratado de quitarle el collar a Anne. Recordó perfectamente el choque de electricidad en sus dedos, el dolor que vino cuando chocó contra la pared, el mareo. Era extraño que en esta ocasión el tocase el collar y no le afectase. La magia no era selectiva así que el hecho de no tener poderes en esos momentos no lo hacía inmune. Aunque quizás se debía al hecho de que no había tocado el dije esta vez.

Sacó el collar de su bolsillo, sosteniéndolo bien en alto por la cadena en vez de por el dije. Anne no parecía tener intenciones de quitárselo esta vez, por lo que se relajó un poco. Con gesto dubitativo tocó rápidamente la piedra en forma de corazón con la punta de su índice izquierdo para ver qué pasaba. Sintió un ligero cosquilleo, que podía incluso ser debido a otra cosa. Volvió a tocarlo, esta vez rodeando el dije con su mano. Volvió a sentir el cosquilleo, esta vez mucho más fuerte que antes, recorriendo su mano en un camino ascendente hacia su brazo. Pero fuera de eso el collar no le provocó nada más, ni risas tontas mucho menos desmayos o golpes contra la pared.

—Al parecer ahora soy inmune a esta cosa. — Quería suponer que era debido a eso y no a algo más.

Anne no dijo nada, molesta como estaba por haber perdido (temporalmente) su collar. Luke no iba a despojarla de la única cosa que le permitía salir y ver a Adrian (porque, por más tonto y arriesgado que sonase, ella quería, tenía, debía, volver a verlo). Aunque tuviese que meterse en su habitación y ponerla patas para arriba para encontrarlo, ella iba a tener su collar de vuelta.

Luke la vio alejarse rumbo a su habitación, con una graciosa expresión en su pecoso rostro. Iba murmurando cosas, seguramente insultos hacia su persona, lo que hizo que su sonrisa fuese aun más grande. Cuando cayó en la cuenta de este pequeño detalle, dejó de reír, fingió una tos a pesar de que ya nadie lo veía, y se encaminó hacia la biblioteca. Un “tonta terrana” abandonó sus labios segundos más tarde, al darse cuenta de que en los últimos días le estaba resultado demasiado difícil mantener su fachada de tipo rudo y sin sentimientos frente a Anne.

Ella lo hacía sonreír cuando nadie más que Camille lograba hacerlo; ella seguía haciéndole hacer cosas que nunca había hecho; ella seguía estando allí, aun cuando él hacía hasta lo imposible por alejarla de él. Era una chica muy tonta, y él a veces daba gracias a los dioses por este hecho (aunque al final terminaba confundido, preguntándose por qué lo había hecho).

Ya en la biblioteca, Luke se sentó en la mesa que había ocupado toda la noche, donde aun reposaba abierto el libro que Anne le había dejado. Puso el collar sobre la mesa y se dedicó a continuar con su tarea de revisar el libro hasta que encontrase algo que le ayudase a recuperar su magia. Era algo tonto buscar este tipo de ayuda en un libro de historia, pero como ese en especifico estaba contenida toda la historia del Hellaven (sorpresivamente no era tan grueso), con datos sobre otros libros donde se pudiesen encontrar más informaciones sobre sus temas, era un muy buen inicio.

Y lo que él estaba buscando no era algo muy descabellado, desde su punto de vista. En algún momento de la historia alguien debió haber pasado por lo mismo que él y había sido documentado; esa era su única esperanza: que él no fuese el único. Después de varias horas de búsqueda, de revisar el índice en más de una ocasión, deseando que se le hubiese pasado algún detalle, encontró una cita, breve pero que era como un rayo de luz después de un aguacero.

“…Después de la pelea, debido al estrés y los golpes a los que fue sometido, sumado al hecho de que había utilizado una gran cantidad de magia, el guerrero cayó inconsciente al suelo y fue rescatado horas más tardes por un hellaveniano curioso que había ido a ver como habían terminado las cosas en el campo de batalla. Cuando despertó, en un lugar desconocido, rodeado de personas que lo miraban con una mezcla de orgullo e incredulidad, sintió que algo le faltaba; minutos más tardes, cuando había tratado de conjurar algo de ropa para cubrir su torso desnudo, se dio cuenta de que no podía realizar ni siquiera el más pequeño e insignificante hechizo.

Días más tarde, después de un merecido descanso y de haber sanado sus heridas, su magia volvió con una explosión de chispas aun cuando él no había hecho el intento de realizar ningún hechizo…”.

Aparte de eso, no había nada más referente a la carencia de magia. Revisó el libro en el que supuestamente se hablaba más sobre el asunto, pero no encontró ninguna información que pudiese serle útil. En su caso, descansar y sanar sus heridas no le había servido de mucho. Si se tomaba en cuenta este detalle, su magia hubiese regresado a la mañana siguiente, debido a que su capacidad de recuperación era alarmantemente veloz. Pero nada había pasado ese día, ni en los que siguieron por venir.

Con un suspiro cargado de cansancio, se puso de pie, tomó el collar de la mesa y se dirigió hacia la salida de la biblioteca dispuesto a encerrarse en su habitación para descansar; de todas formas, no podía hacer nada más que eso en esos momentos. A la mañana siguiente iría a la biblioteca y buscaría entre la vasta colección de libros que allí se encontraban hasta dar con alguno que fuese más esclarecedor; hasta entonces, dormir era la mejor opción.

***

A la mañana siguiente, lo primero que hizo Anne después de enfundarse en varios abrigos y sus pantalones anchos, fue ir a la biblioteca para ver si Luke se había despertado. No se atrevía a entrar en su habitación porque sabía de sobra que al chico no le gustaba que metiese la nariz en donde no la llamaban, lo que era una forma amable de decir que si ella volvía a entrar él le iba a arrancar la cabeza... literalmente. Luke podía llegar a ser muy exagerado a veces, pensó Anne mientras en su cara aparecía una mueca de disgusto debido a esto.

Ya en su lugar de destino, llamó a Luke un par de veces, y al no recibir respuesta supo que el joven no andaba por ahí. Quizás había decidido quedarse un rato más en la cama o había salido de la casa; en realidad había tardado mucho en hacerlo, si ese era el caso.

Se encaminó hacia la mesa, en donde el libro de historia aun yacía abierto prácticamente por la mitad. Sintiendo curiosidad por lo que había estado leyendo Luke la noche anterior, se sentó y empezó a leer el contenido de las enormes páginas de viejo y amarillento pergamino. Sus dedos se paseaban sobre la hoja con sumo cuidado, como si temiesen borrar la tinta sólo con su roce. El libro se veía tan viejo que ella tenía la extraña sensación de que debía tratarlo con el mayor cuidado posible para no arruinarlo.

La parte en itálicas en la primera página destacaba tanto que era imposible no leerla a pesar de que estaba casi al final de la hoja. Lo que leyó le dio una idea de por qué Luke tenía tanto interés en el libro. Era obvio que, a pesar de que se mostraba calmado y hasta algunas veces resignado, Luke quería y tenía la intención de recuperar su magia. Y era lógico y de esperarse teniendo en cuenta el hecho de que era una parte importante de sí mismo y de su idiosincrasia lo que había perdido. Anne incluso podía decir que estaba sorprendida de que él no hubiese tomado medidas drásticas para resolver todo ese embrollo mucho antes.

Queriendo saber si allí había algo que ella pudiese hacer para ayudarlo, aunque el pensamiento de que qué podría hacer una simple terrana para remediar semejante asunto pasó por su mente y se quedó allí hasta que se cansó de leer y no encontró algo útil.

Se puso de pie y dio varias vueltas por la biblioteca, mientras juntaba todas las piezas que tenía de ese viejo y destruido rompecabezas. Luke había perdido su magia gracias a ella, debido a algo que le había dicho o hecho, eso estaba claro, el punto era saber qué había sido eso. Pensó en preguntarle a Luke pero desechó la idea inmediatamente; la reacción de Luke no sería para nada agradable de ver.

Aparte de eso estaba el asunto de que cada vez que ellos se tocaban pasaba algo, como una corriente eléctrica entre sus cuerpos. Sonaba bastante cliché incluso para ella pero era la verdad: ante el más mínimo roce sus cuerpos enviaban una descarga hacia el otro que había llegado a ser hasta dolorosa en una ocasión. Pero desde que Luke había perdido su magia eso no había vuelto a pasar. Aunque ella no podía decir con exactitud que esa pequeña parte de su relación había vuelto a estar entre ellos porque desde la noche en la que toda esa odisea había comenzado ellos no se habían vuelto a tocar. Y eso tampoco significaba que ellos lo habían hecho muchas veces antes de eso.

Quizás, pensó, si ella volvía a tocarlo o a ponerlo en algunas de las situaciones incomodas por las que pasaban en un principio, eso lo ayudase a recuperar su magia. Porque, si lo veíamos de forma más gráfica y simple, era magia lo que pasaba entre los dos cuando se tocaban. Con el pensamiento de que quizás no sería una mala idea intentarlo, aunque después tuviese que ponerse compresas frías debido al golpe que le daría Luke por ser tan atrevida, salió de la biblioteca dejándolo todo tal cual lo había encontrado.



***


Después de su visita a la biblioteca de la ciudad y de haber leído una que otra cosa que podría servirle de ayuda (sólo funcionaria si alguien con magia lo hacía, y como él no tenía a quien pedirle que lo ayudase…), Luke había decidido hacerle una visita a su amiga Camille. Hacía bastante tiempo que no la veía debido a que con todo el asunto de la aparición de la terrana, el paseo de Anne por el Hellaven y su pérdida de magia no habían tenido mucho tiempo para hacer visitas de cortesía.

Contrario a lo que había hecho Cecil cuando la había visitado, Luke llegó sin avisar. Como Nadhia había sido quien lo había encontrado y le había pedido a Edna que se hiciese cargo de él, tenía ciertos privilegios en la Casa Dorada. Cuando era pequeño, venía y visitaba a Nadhia y se pasaba largos ratos con ella, escuchando todo lo que tenía para enseñarle. Se podía decir que ella era una especie de maestra para él, ya que gran parte de los hechizos que sabía los había aprendido gracias a su tutela.

Mientras caminaba, las enormes puertas de hierro que flaqueaban la entrada se abrieron hacia adentro sin que nadie les pusiese un dedo. Caminó por el jardín de entrada teniendo cuidado de que debido a la fuerte brisa su capucha no se moviese de lugar y mostrase su rostro. Subió la pequeña escalinata del pórtico y antes de que pudiese darse cuenta, dos silenciosas figuras vestidas de pálido dorado aparecieron ante él. Le dedicaron una profunda y respetuosa reverencia antes de abrir la puerta de entrada.

Siempre que iba a la Casa Dorada se preguntaba cómo era posible que alguien pudiese ser tan silencioso y misterioso. Cómo alguien podía deambular por los pasillos como si de almas en pena se tratase, prácticamente deslizándose sin rozar el suelo. Al principio, solía preguntarle a Nadhia el por qué de estos asuntos, pero siempre obtenía una sonrisa enigmática como respuesta.

Una de las Hermanas, la que estaba a su derecha, estiró el brazo y en medio de otra ligera reverencia le indicó el camino hacia el salón. No tenía que hacerlo ya que él conocía de sobra ese lugar, pero igual no dijo nada. Mucho menos se quejó ante la cantidad exorbitante de atención y reverencias que le dedicaban en ese lugar. Tenía que admitir que no solía frecuentar ese sitio debido a eso.

Él no era un miembro del Reinado, o alguien importante en el Hellaven, por lo que todas esas atenciones estaban fuera de lugar. Además, él nunca se había sentido cómodo siendo el centro de atención. Su principal problema se debía a esto: a que llamaba demasiado la atención.

Cuando la Hermana lo hubo dejado sólo y él se sintió completamente lejos de las miradas de las demás mujeres que habitaban la casa, se bajó la capucha de su capa y se revolvió el rubio cabello para alejárselo de la cara. Estaba muy largo, casi le rozaba los hombros, pero igual a él no parecía importarle mucho; le servía para ocultar su rostro algunas veces.

Camille entró segundos más tardes, bastante emocionada y feliz. Se le notaba que prácticamente había salido corriendo de donde había estado sólo para ir a encontrarse con él. Luke le sonrió mientras se ponía de pie y Camille prácticamente perdió el equilibrio.

— ¡Oh, Luke, cuánto tiempo sin verte! —acortó la distancia que los separaba y lo abrazó, estrechándolo fuertemente entre sus brazos. —Pensé que te habías olvidado de mí.

—No deberías. ¿Te he dado razones para que pienses eso? — él la abrazó con un brazo y con el otro alejó su rizado y corto cabello de su rostro.

—No, ninguna, pero conociéndote como te conozco, no dudaría ni un segundo en pensar que la idea de no venir a esta casa te ha pasado por la cabeza un par de veces.

Luke sonrió y ella se alejó un poco para verlo. Dios, Luke era tan hermoso que era hasta doloroso verlo. No había nada en él que no fuese digno de verse o alabarse. Camille incluso había llegado a sentirse ofendida ante el hecho de que él era mucho más hermoso que ella… y se suponía que debía ser al revés. Ella era la Hermana aquí, la Elegida, y Luke era un simple hellaveniano común y corriente.

Ella, al igual que el resto de las personas que conocían a Luke, o que por lo menos habían tenido la dicha de verlo (o desdicha, en algunos casos), se preguntaban por qué razón él había tenido que romper con todos los estándares posibles de belleza existentes en el Hellaven y nacer de esa forma.

Algunos lo veían como una maldición, como algo que nunca debió haber pasado. Luke era demasiado perfecto y brillante para ser alguien del montón y eso no le agradaba a la gente a su alrededor. Por eso lo habían maltratado desde pequeño, por ser diferente a los demás, por brillar tanto en un lugar tan oscuro.

Luke no lo sabía, y seguramente jamás entendería que el motivo por el que la gente lo odiaba era por su apariencia… y por el hecho de que el sólo verlo le provocaba a las demás personas ganas de hacer cosas, de hacerle cosas, que no deberían. Nadie estaba a salvo de esta maldición, ni siquiera el mismo Luke, que había tenido que crecer en medio de lágrimas, dolor y soledad debido a esto. Había tenido que crecer rodeado de oscuridad, encerrado lejos de los demás para que nadie pudiese ver la brillante luz que emanaba de él.

Había tenido que crearse una coraza de frialdad y quemeimportismo y escudarse detrás de la enorme capucha de su capa para que la gente a su alrededor no pudiese verlo y lastimarlo.

Camille estaba segura de que en el único lugar en el que Luke podía darse el lujo de relajarse un poco era allí, con ella. Podía notarlo por la forma en la que su postura se relajaba cuando estaban solos, por la forma en la que la expresión de su rostro cambiaba a una más tranquila. Y saber que sólo con ella alguien tan especial como Luke se sentía así de tranquilo y seguro, la hacía sentirse poderosa e igual de especial que él. Y envidiada, y tenía que admitir que eso era algo que a su ego siempre le había gustado sentir.

—Es cierto, me ha pasado por la cabeza algunas veces, pero siempre termino eligiéndote a ti antes que a mi paz emocional. —Volvió a sonreír. —Tú sabes que no me gusta la forma en la que me tratan aquí.

Camille rió. Era tan raro encontrar una persona que no le gustase sentirse alabado y deseado.

—No puedes culparlas, Luke. El sólo hecho de verte provoca en las personas ese tipo de reacciones. Deberías estar acostumbrado. — “¿Debería?”, pensó él, ignorando por completo el hecho de que Camille había colocado un mechón de su cabello detrás de una de sus orejas.

—De todas formas, es incomodo. No sé qué es lo que tengo que hacer para que dejen de hacerlo.

—No puedes evitarlo; esa es su forma de ser. Por más que hables con ellas no van a deja de ser tan... condescendientes contigo.

Ella pasó sus manos por el pecho de Luke hasta colocar sus brazos alrededor de su cuello. Luke no parecía molesto ante el hecho de que ella se estaba aprovechando de él y eso le daba más ánimos para continuar. Si él no le ponía límites, ¿por qué tendría ella que parar?

—Camille…—ella le respondió con un simple “¿huh?” — ¿Has sabido algo de Cecil o de Edna?

Él vio como las mejillas de su amiga se teñían de rosado y no pudo evitar poner una expresión cargada de curiosidad en su rostro. Camille suspiró, se alejó de él lo suficiente como para tomarlo de la mano y guiarlo al sofá.

—Ven, será mejor que comience con esto ahora que tenemos tiempo.


***

Cuando Luke llegó a su casa varias horas más tarde, encontró a Anne desparramada de una forma bastante curiosa y graciosa sobre el sofá. Estaba leyendo un libro que parecía ser de historia, y exhalaba suspiros cargados de frustración cada tanto. Parecía molesta, o quizás muy aburrida. Luke, desde su lugar en el umbral de la puerta, donde se había recostado y cruzado de brazos, la miraba divertido.

—Con otro suspiro como ese vas a hacer un agujero al libro. —Luke tuvo que evitar mostrar su diversión al ver a Anne respingar sobre el sofá, sentarse rápidamente y lanzar el libro por los aires… todo al mismo tiempo.

—Oh, ¿qué haces aquí?

—Aquí vivo. —Ella puso mala cara, como si le hubiesen contado un chiste muy malo.

—No, quiero decir, ¿hace cuanto que estás aquí?

—Acabo de llegar.

Anne no le respondió. Sólo se limitó a mirarlo fijamente desde su posición en el sofá. Luke se veía ligeramente diferente, más relajado y quizás hasta feliz. ¿Era sonrojo lo que veía en sus mejillas? Quizás se debía al hecho de que había estado afuera, siento atormentado por el cruel frio del Hellaven, pensó.

El silencio que reinaba en el lugar se hizo eterno y pesado pero ninguno de los dos decía nada para romperlo. Luke seguía en su posición en el umbral, mirando hacia el salón con gesto ausente y aburrido, con su espalda ahora apoyada en la pared. Anne seguía mirándolo a él, preguntándose qué era eso que lo hacía verse tan diferente esa noche.

Se puso de pie sin detenerse a ponerse las pantuflas, caminando en calcetines sobre la mullida alfombra blanca. Luke la veía acercarse a él, pero no hizo el más mínimo movimiento mientras lo hacía, mucho menos cuando ella empezó a mirarlo por todos lados en busca de algo que él no sabía qué era. Cuando Anne volvió a estar a la altura de sus ojos (lo cual era un decir, porque ella apenas si le llegaba al hombro), alzó una de sus cejas en una muda pregunta.

Ella lo ignoró, como solía hacer desde hacía un tiempo. Le quitó la capa de las manos y la lanzó lejos, sin preocuparse de si había caído en el sofá o no. Tomó las manos de Luke y las apretó entre las suyas, sintiendo la frialdad que se había apoderado de ellas.

“Luke tiene lindas manos también”, pensó, mientras las frotaba para transmitirle algo de su calor. Luke miraba sus manos entrelazadas con pura sorpresa pintada en su rostro pero seguía sin moverse. Había algo que le estaba impidiendo que detuviese a Anne y la alejase de él, así que sólo era un mero espectador en su propio cuerpo; un espectador aterrado por el rumbo que estaban tomando las cosas, por las cosas que estaba sintiendo y por las cosas que le estaba permitiendo a Anne hacer.

— ¿Qué estuviste haciendo todo el día? — preguntó Anne con calma, sin dejar de hacer lo que hacía.

Se sentía como si no fuese ella misma, como si alguien se hubiese apoderado de su cuerpo y estuviese manejándolo como si de una marioneta se tratase. Eso no quería decir que ella no quería estar allí, cerca de Luke, tocándolo, sólo que ella nunca se atrevería a hacerlo por voluntad propia.

Pero en esta ocasión ella no pensó en que estaba hechizada, sino en que estaba cambiando. Si era para bien, no lo sabía, pero era probable que lo descubriese esa noche.

—Yo no tengo por qué responderte eso. —Su voz salió calmada, a pesar de que él estaba bastante lejos de sentirse de ese modo.

Estaba nervioso y ansioso. Se sentía, al igual que Anne, diferente a sí mismo. Incluso podía decir que sentía como sus barreras, esas que él había erigido hacía años para protegerse de la gente, se debilitaban con cada toque de Anne, dejándolo completamente expuesto ante ella.

—Es cierto, no tienes por qué hacerlo. Yo tampoco tenía por qué preguntar, pero igual debo admitir que siento algo de curiosidad. ¿Saliste a averiguar cómo resolver lo de tu magia? —Él no le respondió, estaba demasiado concentrado luchando contra las cadenas que lo estaban reteniendo en ese sitio.

Anne dejó de mirar sus manos (las cuales ya había entrelazado con las de Luke) y fijó sus ojos en los grises del hombre. Era la primera vez que ella miraba a Luke a los ojos de esa forma, tan fijamente, sin sentirse aterrada en el proceso. Sus ojos eran hermosos, de un gris tan profundo como el de las nubes cargadas de lluvia. Y eran muy brillantes, como si de verdad fuesen el espejo de su alma; ella podía ver cada una de sus emociones reflejadas en ellos. Y era reconfortante saber que al mirarlo a los ojos, al mirarlo sin miedos ni dudas, podría saber lo que él sentía.

— ¿Vas a confiar en mi alguna vez? ¿Vas a dejar de verme como una amenaza? —musitó de improviso. Su voz salió cargada de anhelo, pero a ella no le importó. Luke tampoco se detuvo a responderle, ni a alejarla de él. En sus ojos ella podía ver dudas y miedo, emociones que él nunca se atrevería a expresar. —Yo quiero que confíes en mi, tanto como yo confió en ti.

—Tú no confías en mí.

—Si lo hago, aunque la mayor parte del tiempo estoy demasiado aterrada como para demostrarlo. Pero no es mi culpa, en realidad. Tú eres el que siempre está buscando la manera de asustarme hasta dejarme al borde del llanto. No sé por qué lo haces, si yo nunca te he hecho nada... ¿o te he hecho algo malo?

—Eres una terrana, —dijo con voz trémula, no queriendo responder su última pregunta—yo no tengo por qué confiar en ti.

—No entiendo por qué repites una y otra vez que soy una terrana. ¿Qué tiene eso de malo? Lo único que me diferencia de ti es que yo no soy aterradoramente hermosa como tú y que no tengo magia. Por lo demás somos iguales. Somos seres humanos que sentimos y padecemos. Lo único diferente es que somos de mundos diferentes.

—Tú eres un peligro para nosotros…—parecía estar diciendo esas cosas más para convencerse así mismo que para ella.

Y en realidad quería eso, convencerse a sí mismo de que Anne era un peligro. Quería borrar de su cabeza esos pensamientos que se habían apoderado de ella, y quería limpiar de su corazón todo rastro de la joven.

Anne no tenía por qué tener un espacio en ninguno de esos lugares, pero ahí estaban, tan claros, hermosos y brillantes, como ella. Tan sólidos que era incluso aterrador. ¿Cómo era posible que, a pesar de todos sus intentos por mantenerla lejos, ella hubiese calado tan profundo dentro de él?

Anne rió ante sus palabras. Y fue una risa suave y baja, cargada de tristeza y melancolía, sentimientos que ni ella misma sabía por qué los tenía.

—A menos que salga de la casa sin el collar y empiece a gritar “Mírenme, soy una terrana. Edna, Cecil y Luke me han estado cuidando”, no creo que vaya a ser un peligro para nadie y lo sabes. Además, si hubiese querido hacerte daño, lo hubiese hecho en las ocasiones que me ha tocado cuidar de ti.

Ella soltó una de las manos de Luke y delicadamente puso uno de los mechones de Luke detrás de su oreja. Contrario a lo que había pasado con Camille horas antes, Luke sí sintió algo, un cosquilleo que le recorrió todo el cuerpo. Sus mejillas se tiñeron de rosado y Anne sonrió al notarlo.

Luke se sentía muy vulnerable en esos momentos, y realmente odiaba sentirse de esa manera. Lo único que quería hacer era salir corriendo de allí y encerrarse en su habitación, aunque eso le parecía la cosa más infantil que hubiese deseado hacer en toda su vida. Pero era la única opción que tenía si quería mantenerse seguro y lejos de Anne.

—De verdad, Luke, no tienes por qué desconfiar de mí. —dijo con un tono de voz suave y bajo, relajante. —He demostrado muchas veces que no tengo intenciones de lastimar a nadie. No sé si se te olvida, pero yo no vine aquí por mi propia cuenta. No es como si yo hubiese aparecido en este lugar con el expreso deseo de destruirlo. —Suspiró y estuvo unos instantes en silencio, mirando a un dubitativo Luke. — ¿No vas a decirme nada?

— ¿Qué se supone que tengo que decir? —Eso ni él mismo lo sabía. Las palabras de Anne lo habían tomado desprevenido y lo habían dejado confundido en el proceso. ¿Cómo se supone que iba a reaccionar ante el mar de emociones que lo estaban embargando en esos momentos, gracias a la cercanía de la chica?

— ¿Déjame en paz? ¿No molestes, tonta terrana? —le respondió Anne con un tono de voz que pretendía ser similar al de Luke.

—Anne…—soltó él como advertencia, y Anne sólo rió como respuesta. El salón se llenó de una alegre y divertida risa casi infantil. Resultaba hasta gracioso ver a Anne casi dando saltitos de alegría en su lugar.

—Oh, creo que podría hacer una fiesta por lo feliz que estoy. —Luke la miró confundido. —Acabas de decir mi nombre. —Ella volvió a reír como una tonta y Luke no pudo evitar sonreír. Anne se veía tan feliz… —Supongo que eso es un avance, ¿no?

—Supongo. Pero no te acostumbres, no es probable que vuelva a decirlo.

Anne puso mala cara y Luke agachó la cabeza para que su cabello escondiese la sonrisa que se había apoderado de sus labios. Anne lo soltó con un gesto que se supone debía mostrar lo ofendida que estaba y se alejó de él para volver a ocupar su lugar en el sofá.

Minutos más tarde, al ver que Luke no reaccionaba, le dio unos cuantos golpecitos al espacio vacío que había a su lado, en una muda invitación para que se sentase con ella. Luke trató de dar un paso hacia atrás y cuando se dio cuenta de que podía volver a moverse, se sintió aliviado y tentado a poner una enorme distancia entre los dos.

Las cosas habían llegado muy lejos esa noche y lo mejor era ponerse una distancia prudente entre los para que él pudiese volver a construir su muralla de protección. No era seguro estar ante Anne cuando todas sus defensas estaban convertidas en escombros a su alrededor. Pero él vio la expresión que apareció en el rostro de Anne cuando lo vio dar un paso hacia atrás y no pudo evitar suspirar y caminar hacia ella. Iba a arrepentirse más tarde, pero por el momento, iba a dejarse llevar por lo que sentía y no por su sentido común.

Anne lo vio dudar, y debía admitir que se sintió ligeramente lastimada ante este hecho, pero cuando el acortó la distancia que los separaba, con pasos lentos y aun con la duda pintada en su rostro, y se sentó a su lado, no pudo evitar sonreír.

—No fue tan difícil, ¿eh? —él sólo suspiró. — Luke…

— ¿Si?

— ¿Confías en mi?

—No lo sé.

— ¿Podrías confiar en mi… sólo esta vez? —él la miró con curiosidad y tuvo que asentir al ver la expresión anhelante de su rostro.

—Yo… me siento culpable por haberte quitado tu magia. Así que pensé… que quizás era yo la única que podía ayudarte a conseguir que tu magia regrese.

—Tú no puedes hacer nada; recuerda que no haces magia.

—No, pero aun sin hacerla, por mí culpa es que estas así. —Bien, la chica tenía un punto ahí. Luke estaba sorprendido debido al hecho de que nunca pensó que Anne pudiese llegar a razonar de esa forma. Ella era tan joven e infantil algunas veces, que era raro verla actuando tan seriamente. Era raro verla con una expresión diferente al miedo en su hermoso rostro.

— ¿Y qué se supone que vas a hacer?

—No lo sé. ¿Golpearte? ¿Molestarte hasta que te pongas como loco? Quién sabe.

—Anne…

—Lo siento, lo siento. —suspiró, sintiéndose cansada de pronto. —La verdad es que no sé qué haré. Esa noche pasaron muchas cosas y yo la verdad es que estaba muy molesta. Hablé sin pensar. No es como si de verdad yo pensase esas cosas sobre ti. —En ese momento se le veía avergonzada. — Y, para serte sincera, no recuerdo ni la mitad de las cosas que te dije. Por lo que no podría volver a decírtelas… a menos que tú me las recuerdes.

—Sería estúpido de mi parte darte las armas con las que me destruiste, ¿no lo crees?

—Tienes razón. Entonces…—Ella se dio la vuelta en el sofá para colocarse de frente a él. Luke hizo lo mismo, sintiéndose incomodo incluso antes de escuchar sus últimas palabras— voy a tener que improvisar, ¿no?

Ya para ese momento, Luke estaba aterrado. Anne, sin proponérselo, había logrado reducirlo a prácticamente nada. No quería admitirlo pero le asustaba pensar en cómo terminaría si Anne realmente quisiese destruirlo. Era algo tonto, pero igual no dejaba de asustarlo.

— ¿Qué-qué vas a hacer? —ella le respondió con un simple “shh”, ignorando por completo el hecho de que era la primera vez que veía a Luke vacilar de esa manera.

Anne se inclinó un poco hacia delante, provocando que Luke se inclinase hacia atrás, buscando poner la mayor distancia entre ellos aun cuando sabía que no iba a poder lograrlo. Anne no tenía que hacer un gran esfuerzo para colocarse encima de él en el sofá, mucho menos en la posición en la que él estaba. Cuando se había movido, prácticamente le había facilitado el camino; se recriminó mentalmente por ser tan idiota.

Cuando Anne colocó una pierna a cada lado de su cuerpo, sin sentarse sobre él, por supuesto, Luke no pudo mantenerse callado ni tranquilo:

— ¿Qué crees que estás haciendo? —Preguntó lo primero que le vino a la mente, sin siquiera detenerse a pensar si tenía sentido o no. Y no es como si en esos momentos le importase mucho ese hecho.

—Shh, sólo relájate y confía en mí.

— ¿Es qué te has vuelto loca o qué? — él pensaba que iba a ser él el que iba a terminar perdiendo la cabeza esa noche si Anne continuaba comportándose de esa manera.

—No, sólo estoy haciendo un experimento contigo.

— ¿Qué crees que soy? ¿Un hámster? ¿Un ratón de laboratorio? —respondió molesto y ofendido.

Quiso empujarla un poco para poder alejarla de él, pero el sólo hecho de pensar en que iba a poner sus manos encima de ella le produjo escalofríos. ¿Qué había hecho para tener que pasar por semejante castigo? Independientemente de todo, él era un hombre, y por más que detestase a los terranos, Anne seguía siendo una mujer… una que estaba probando sus límites de una manera muy cruel.

—No, sólo eres un chico muy ruidoso. Sólo… guarda silencio unos instantes y confía en mí, ¿sí?

— ¿Cómo demonios quieres que confié en ti cuando no estás actuando como tú?

—Tendrás que hacer el intento. Y mientras más pelees y te quejes, más tiempo estaré aquí arriba. Porque, no sé si te has dado cuenta pero, aun no he hecho nada. Sólo estas retrasando las cosas con tanto blah, blah, blah.

Él iba a responderle pero ella se lo impidió con un movimiento de su mano.

—No tengo intenciones de violarte o algo parecido. —Luke pudo ver como sus mejillas se teñías sutilmente de rosa. Por lo menos tuvo la decencia de sonrojarse, pensó. —Así que deja de comportarte como una niña y tranquilízate.

— ¿Y ahora me ofendes? —se quejó, indignado.

—Dios, eres peor de lo que pensaba. Después de que te abres ante una persona eres completamente diferente a lo que uno esperaba. ¿Dónde quedó el Luke que yo conozco… o creía conocer?

—Acorralado en un sofá por una terrana poseída. —Anne rió.

— ¿Vas a callarte sí o no? — Al ver que él iba a seguir hablando, Anne decidió tomar cartas en el asunto: se sentó sobre él y apoyó ambas manos a cada lado de su rostro sobre el brazo del sofá, haciendo que su cabello cállese por sus hombros y enmarcase su cara… y de paso, rozase a Luke.

El efecto fue instantáneo; Luke dejó de hablar y sólo se dedicó a mirar a Anne a los ojos. Anne ignoró por completo la carrera que estaba haciendo su corazón en su pecho, o las ganas que tenía de besar esos labios que ahora estaban a pocos centímetros de distancia. En esos momentos, no era una buena idea dejarse llevar por lo que sentía, por lo que Luke le provocaba sólo con su cercanía; se suponía que todo eso lo estaba haciendo para ayudar a Luke, no para hacerle cosquillas a su lívido.

—Ahora… ¿me vas a dejar hacer lo que tengo en mente?

Su voz no fue más que un susurro quizás algo ronco, pero para Luke, que estaba tan cerca de ella, tan concentrado en cada cosa que Anne hacia, fue como si lo hubiese gritado. En esos momentos cada parte de su cuerpo estaba completamente atenta y expectante a lo que podría pasar, a lo que Anne podría hacer.

Y al final, Luke no respondió su pregunta. Él dudaba de estar pensando y respirando correctamente. De todas formas, Anne, que no parecía estar esperando una respuesta, tomó su silencio como un sí. Con una mano se colocó todo el pelo sobre su hombro izquierdo mientras se alejaba un poco de él; estaba decidida a no dejarse llevar por sus hormonas, pero era mejor prevenir que lamentar. Tener a Luke a pocos centímetros de distancia no iba a ayudarla a contenerse, mucho menos a pensar con claridad.

Haciendo un esfuerzo se concentró en lo que se suponía que iba a hacer (aunque ella en realidad había empezado todo eso sin tener una idea en mente). Se fijó en el chico mientras pensaba en cómo iba a comenzar.

Luke, debido a su falta de poderes, había perdido su inmunidad contra el frio, por lo que estaba usando un grueso abrigo de lana sobre una sencilla camiseta de algodón. La imagen de Luke tan abrigado era tan extraña para ella que quizás fue debido a eso que hizo realidad lo que estaba pensando.

Se levantó un poco de él, lo suficiente como para poder tomar el borde del abrigo y empezar a quitárselo. Luke la ayudó a hacerlo porque, llegados a ese nivel, no podía evitar que Anne hiciese y deshiciese con él esa noche. Él ya se había cansado de pelear y se había dado cuenta de que todos sus esfuerzos eran inútiles así que, ¿para qué seguir gastando energía?

Cuando el aire frío tocó la piel desnuda de sus brazos, Luke sintió un escalofrío y se revolvió en su lugar, haciendo que sus cuerpos se rozasen de una manera demasiado íntima y sensual en el proceso. Ambos se quedaron muy quietos durante un momento, pero como Anne estaba decidida a ignorar lo que sentía, continuó con lo que estaba haciendo como si nada hubiese pasado (aunque en realidad el movimiento la había afectado más de lo debido).

Y agradeció el hecho de que el abrigo había estado cubriendo el rostro de Luke porque si no hubiese sido de esta forma, él hubiese visto el sonrojo de sus mejillas o hubiese escuchado el ruidito que había salido de sus labios. Terminó de quitarle el abrigo y lo tiró hacia atrás descuidadamente.

Después de maldecir mentalmente y de exhalar un suspiro, se concentró en trazar suave y delicadamente formas sobre los brazos de Luke. Ascendía y descendía, a veces a penas rozándolo. No entendía muy bien por qué había decidido hacer esto en vez de cualquier otra cosa, pero al ver la reacción de Luke después de un rato, pensó que al final había sido una buena elección… aunque tuviese que darse una larga ducha fría al final.

La temperatura del lugar empezó a subir súbitamente, y Anne estuvo tentada varias veces a quitarse uno de sus abrigos. Pero optó por recogerse el pelo en un desaliñado moño para evitar que se pegase a su frente y cuello en los cuales estaba apareciendo una fina capa de sudor.

— ¿Estás molesto? —Le preguntó, no atreviéndose a tocarlo mientras lo hacía. Sentía que en esos momentos debía hacer una cosa a la vez. La situación era lo bastante extraña como para que algo igual o peor sucediese sin que ellos pudiesen evitarlo.

—Algo.

— ¿Qué más tengo que hacer para que te enojes aun más?

Ella no lo estaba mirando, concentrada como estaba en esconder el sonrojo que se había apoderado de sus mejillas. Podía ser por el calor que estaba sintiendo, ese que estaba dejándola prácticamente sin respiración, o debido a las imágenes que aparecieron en su mente. Quien iba a imaginar que la inocente Anne pudiese llegar a ser tan pervertida.

— ¿Perdón? ¿Quieres hacerme enojar? —preguntó Luke con incredulidad. Ella asintió lentamente. — ¿Para qué demonios quieres eso?

—Para que tu magia vuelva. ¿No fue de esa manera que desapareció?

— ¿Estás haciendo todo esto para eso? —Ella volvió a asentir. — Demonios, eres peor de lo que imaginaba. ¿Cuántos años crees que tienes?

— ¿Qué día es hoy?

—18 de diciembre

—Entonces sigo teniendo diecinueve.

— ¿Diecinueve años? —Ella asintió. —Dios, eres una niña todavía.

—No, no lo soy. Y tú tampoco es que eres muy viejo. A penas tienes veinticinco años. No es como si hubieses vivido muchos años.

—No, tengo veintitrés.

Él ni siquiera se preguntó cómo ella podía estar tan segura de su edad. Estaba bastante claro que fueron Cecil y Edna los que se la habían dicho. Y el asunto de los veinticinco años tenía relación con la edad que habían dicho que él tenía para que pudiese entrar a los Encargados de la Limpieza. Habían tenido que agregarle dos años más porque había sido menor de edad cuando habían solicitado el empleo.

—Mentira. Tienes veinticinco, Cecil me lo dijo. —Volvió a decir Anne, segura de sus palabras.

Él se removió en su asiento hasta quedar sentado, con Anne todavía sentada sobre su regazo. De los labios de la chica salió un ruidito al verse en esa nueva y peligrosa posición. Ella, sobre Luke, con sus rostros muy cerca, no era una buena combinación.

— ¿Quién sabe más de esto, él o yo?

—Da igual, no es como si las cosas fuesen a cambiar mucho porque tengas dos años menos de los que pensaba que tenías. Y no creas que no sé qué es lo que estas tratando de hacer. Estás tratando de hacerme olvidar lo que estoy haciendo.

Volvió a empujarlo para que quedase recostado en el sofá. Se estaba aproximando peligrosamente a los límites de la paciencia de Luke, lo sabía, pero no podía evitar reaccionar y actuar de esa manera. Estaba “poseída”, como había dicho Luke. Quizás pudiese utilizar esa excusa más tarde, cuando Luke empezase a echar chispas por los ojos, pensó.

—Todo esto es absurdo. —dijo él más para sí que para Anne, pero ella igual escuchó sus palabras. Y aunque ella pensaba de la misma manera que él, decidió no decírselo.

—Corrección: toda esta conversación es absurda. Así que cierra la boca de una buena vez y déjame concentrarme en lo que estoy haciendo. No es como si yo estoy muy cómoda aquí.

Corrección: estoy demasiado cómoda para mi salud mental, se dijo a sí misma.

— ¿Tu cómo crees que estoy yo? Recuerda que es encima de mí que estás. —ella bajó la cabeza para mirar donde sus cuerpos se unían. Sus mejillas se tiñeron de escarlata en el acto.

— ¿Estás molesto ahora? —preguntó, como una forma de sacarse de la cabeza la nueva imagen que le vino a la mente.

—Si sigues preguntando eso juro que en verdad me enojaré.

Ella pensó en seguir preguntándole repetidamente hasta que Luke no aguantase más y explotase, pero rechazó esa idea por ser tonta y sin sentido. Exhaló un suspiro cargado de cansancio.

—Esto es frustrante… y no está funcionando. No puedo creer que antes te enojases con tanta facilidad y ahora que estoy tratando de ser realmente molesta no te enojas. Quiero golpearte.

— ¿No crees que te estás pasando de la raya con todo esto? Recuerda con quien estás hablando. —Le dijo, visiblemente molesto, pero al ver que Anne lo ignoraba, suspiró, cansado. —Estoy cansado de todo esto. Haz lo que tengas que hacer—cerró los ojos. —Despiértame cuando termines.

Anne no pudo hacer más que quedarse con la boca abierta ante su reacción. Luke en verdad pretendía quedarse dormido en medio de su experimento… y con ella aun encima de él. Lo golpeó fuertemente en el brazo para demostrarle que no estaba muy contenta con su decisión.

— ¡Oye! — él volvió a ignorarla. Ella suspiró antes de continuar hablando. — Todo esto es absurdo. Todo esto es completa y absolutamente absurdo y bizarro. Pero si quieres que las cosas sean así, mejor. Mientras estés tranquilo y callado…

Ella se dedicó a estudiarlo con la mirada mientras él trataba de dormir. Se fijó en su largo cabello rubio, alborotado y completamente regado sobre el brazo del sofá. Ella dulcemente le quitó el flequillo de la frente. Pudo sentir a Luke tensándose bajo su toque al igual que la temperatura de su cuerpo aumentando considerablemente, como si tuviese fiebre.

La temperatura del salón también estaba subiendo rápida y considerablemente, provocando que una muy abrigada Anne empezase a sudar aun más. Su visión empezó a volverse borrosa y el aire empezó a llegar con mucho trabajo a sus pulmones.

“Bien, esto no está sintiéndose nada bien”, pensó, pero no dimitió. Miró a Luke y se fijó en su ceño fruncido. Ella trató de alisarlo con sus dedos y cuando lo logró que Luke dejase de hacerlo, deslizó su dedo sobre su nariz siguiendo una ruta directa hacia sus labios. Y en un gesto quizás demasiado atrevido, se inclinó más y depositó un suave beso en su mejilla, quizás demasiado cerca de sus labios.

De pronto, la temperatura del lugar bajó tan drásticamente que la dejó sin aliento y prácticamente la hizo caer de su lugar. Se sentó derecha y empezó a respirar por la boca de una manera desesperada, como si el aire se estuviese acabando y ella estuviese ahogándose. Para ese momento, Luke tenía los ojos abiertos y fijos en ella. Anne sintió como una de las manos de él se apoyaba en su cadera mientras él trataba de sentarse.

La temperatura subió y bajó drásticamente un par de veces más, haciendo sentir a Anne al borde del desmayo en cada ocasión. Sintió las manos de Luke posarse sobre sus hombros, lo escuchó llamándola, lo sintió zarandeándola, pero en esos momentos en los que su vida parecía ser estirada hasta el límite ella no estaba como para prestarle atención a esos pequeños detalles.

Al final, después de lo que a Anne le pareció una eternidad, hubo una explosión de chispas de algún lugar que aun no podía descifrar debido a su borrosa visión y todo fue frío, muy frio. Antes de que Anne se diese cuenta, todo estaba cubierto de nieve y escarcha. Había sentido el agarre de Luke sobre sus antebrazos hacerse más fuerte durante unos instantes, pero después no sintió nada más, ni siquiera el cortante frío que había sentido segundos antes.

—Oh-Dios-mío. — Musitó con su voz reducida a un susurro, mientras miraba a su alrededor.

Parpadeó varias veces para aclarar su visión pero al final se dio cuenta de que lo que veía no era el producto de su nublada visión. El salón estaba cubierto de nieve, las paredes brillantes debido a la escarcha y del techo colgaban enormes y filosos carámbanos.

Aun demasiado débil y sofocada como para hacer algo, se dedicó a respirar profundamente durante un rato, tratando de llevarle a sus pulmones todo el aire que le había estado faltando en los últimos minutos. Se sentía cansada y adormilada y por alguna extraña razón toda esa nieve ya no la estaba matando de frio; es más, ni siquiera estaba tiritando. Parecía irreal, como si fuese el producto de su imaginación y no algo que ella pudiese tocar o sentir.

Pero estaba ahí, ella lo sabía. Era exactamente la misma visión que había tenido días antes, cuando le había quitado sus poderes a Luke.


Cuando estuvo más calmada y segura de que sus piernas no le fallarían, se bajó de encima de Luke sin prestarle la más mínima atención al chico, el cual se había quedado muy quieto desde hacía un rato, y empezó a caminar por la congelada alfombra rumbo a la ventana. Podía escuchar como el hielo se rompía bajo sus pies a cada paso que daba, podía sentirlo derritiéndose y mojando sus calcetines, pero no podía sentir el frio.

Ya en la ventana, descorrió la cortina y tuvo que contener un gritito al ver lo que encontró. La ventana estaba cuarteada y congelada, llena de grietas que parecían ser dolorosas y feas cicatrices. Y de esa forma estaba cada objeto de cristal o porcelana del lugar. Ella se dio la vuelta y se fijó en Luke, que no se había movido ni un centímetro del sofá mientras ella hacía su rápida inspección.

Volvió hacia donde él estaba y lo encontró aparentemente dormido. Lo agarró por el hombro y lo zarandeó ligeramente, pero no obtuvo respuesta de su parte. Lo llamó un par de veces mientras volvía a zarandearlo pero fue como si nunca lo hubiese hecho; como si estuviese tratando de despertar a un cadáver.

Se asustó. Luke no estaba reaccionando aunque ella ahora estaba zarandeándolo y llamándolo a gritos. No quería pensar que por su culpa había empeorado la situación de Luke. No quería pensar que le había pasado algo a Luke. No podría soportarlo, mucho menos siendo debido a su “experimento”.

Sintió como sus ojos se llenaban de lagrimas mientras el miedo se filtraba y llegaba hasta casa rincón de su ser. Ella no sabía qué hacer. ¿Qué podría hacer una terrana cuando había reducido a un hellaveniano hasta el punto de que le había quitado su magia? ¿Qué podía hacer alguien como ella para remediar ese error, mucho más cuando la víctima empeoraba cuando ella trataba de arreglarlo? Dudaba que hubiese respuestas para esa pregunta.

—Luke. Luke, por el amor de Dios, despierta. —le pidió mientras se arrodillaba a su lado y tomaba una de sus manos.

La escena era bastante extraña, como si hubiese sido la princesa de un cuento de hadas la que hubiese ido a despertar al príncipe con un dulce beso. Pero ni ella era una princesa capaz de lograr semejante cosa gracias a un beso, y Luke estaba muy lejos de ser un príncipe.

—Por favor, no me hagas esto. Despierta.


La única respuesta que ella obtuvo a su plegaria fue el descendimiento de la temperatura corporal de Luke a tal punto que era imposible que sus manos pudiesen seguir manteniendo el contacto con la mano de Luke. Su aliento se había convertido en una espesa y blanquecina nube frente a ella… y el cuerpo de Luke empezó a exudar lo que parecía ser agua.

Y antes de que Anne pudiese evitarlo, Luke se había convertido en una congelada estatua viviente.

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