La Premonición

Capítulo 5

Published by La Premonición under on 20:09
Confusiones y Discusiones


Luke no tenía que decirle que mantuviese la boca cerrada porque ella no tenía intención de decirle nada a nadie. ¿Qué ganaría con eso aparte de quedar como una chica débil que no podía hacerse cargo de sus problemas a sus 19 años, un nuevo enfrentamiento entre Edna y Luke y, por supuesto, un pase gratuito al más allá? No, gracias, ella no quería nada de eso.

Anne sólo quería estar tranquila en aquel lugar, y sacando a Luke como tema de conversación, no iba a lograrlo. Por eso, cuando Edna y Cecil llegaron cuatro horas después del suceso en la biblioteca, ella empezó con su plan de fingir que nada malo sucedía. Y ya se había tomado varias tazas de té de tilo para calmar sus destrozados nervios; confiaba que eso la ayudaría a enfrentar lo que se le vendría encima porque si Luke volvía a la casa esa noche, iba a necesitar estar calmada. Mucho más que calmada; drogada, para ser más exactos.

Cecil entró rápidamente a la casa de su hermana y se dirigió a la habitación de Anne como un bólido. Al no encontrarla allí, empezó a llamarla insistentemente con un claro tono de preocupación en la voz. ¿Cómo no iba a estar preocupado si habían dejado a la joven con Luke? Él era su amigo, prácticamente su hermano menor, pero conocía muy bien el carácter del hombre. Y sabía perfectamente que Anne no era una de las personas favoritas de Luke. Y cuando una persona no congraciaba con el tipo, muchas cosas podían pasar. Todas malas, de seguro.

Anne, al escuchar el griterío, se puso de pie después de un largo y profundo suspiro y salió del salón al encuentro de los recién llegados. Cecil, en cuanto la vio, se abalanzó hacia ella y la abrazó fuertemente.

— ¿Estás bien?— le preguntó mientras se separaba de ella y la miraba por todos lados, verificando que todo estuviese bien. — No te hizo nada, ¿verdad?

—No, no me hizo nada— aseguró ella.

Por suerte, después de una larga ducha en la cual deseó que desapareciera todo el terror y la tensión que se había apoderado de su cuerpo, se vistió con un sweater de cuello alto para cubrir las marcas que tenía en el cuello. Luke la había maltratado, no sólo física sino también emocionalmente y ella no quería que nadie lo supiese. Ella quería, deseaba, poder enfrentarse a él y hacerle pagar lo que le había hecho sin ayuda de nadie. No quería que Edna, mucho menos Cecil se entrometieran en ese futuro enfrentamiento ya que no quería que la relación que había entre ellos tres (en especial la que había entre Edna y Luke) se viese afectada.

—Anne, no mientas, por favor. Si él te hizo algo, dímelo. — le dijo Cecil, serio.

—Ya te dije que no pasó nada. Es más, sólo lo vi cuando se iba, lo cual fue hace un buen rato. No te preocupes más, Cecil.

Trató de que sus palabras salieran lo más convincentes posibles y al parecer sí lo fueron porque Cecil se calmó y dejó de preguntarle por Luke. Aunque de vez en cuando le lanzaba una que otra mirada preocupada. Esto a Anne le causaba algo de gracia y aumentaba considerablemente su miedo hacia el otro hombre. Si Cecil se preocupaba tanto era porque sabía que Luke era capaz de hacer cualquier cosa, sin importarle las represalias que fuese a darle Edna.

Un escalofrío la recorrió entera. Le temía, para que iba a negarlo. Luke podía matarla con solo pensarlo, sin tener que detenerse a buscar excusas para no hacerlo. Ella era una intrusa, una amenaza y él, como estaba en su perfecto mundo, estaba en todo su derecho de acabar con ella.

—No tienes nada de qué preocuparte, Anne— le dijo Edna, como si supiese el rumbo que habían tomado sus pensamientos— Luke nunca se atrevería a hacerte daño; sabe que perdería más cosas de las que ganaría si lo hiciese.

Lamentablemente, esas palabras no lograron hacerla sentir mejor. Le dedicó una tímida sonrisa a la mujer.

— ¿Sabes, Anne? Yo no quería que Luke se quedara contigo— musitó Cecil por lo bajo— Pero Edna estaba negada a dejarme aquí. Dijo que era preferible que se quedara Luke.

Anne la miró con el ceño fruncido. Edna se encogió de hombros, como si no le importase lo que a la joven le hubiese pasado en caso de que a Luke se le hubiesen cruzado los cables.

—En realidad, necesitaba a mi lado a Cecil más que a Luke, y como tú estabas indispuesta, no creí conveniente que estuvieses sola. Además, con eso de que no te sentías bien— la forma en la que lo decía le hacía pensar a Anne que sabía que no era cierto— pensé que te ibas a quedar encerrada en la habitación y que no te ibas a encontrar a Luke.

Anne no dijo nada. No ganaba nada diciendo cosas que lo único que harían seria alertar a los otros sobre sus confusos sentimientos hacia Luke; y, por supuesto, sobre lo que había pasado en la biblioteca. Anne no quería que nadie se enterase de que Luke provocaba un revoltijo de extrañas sensaciones dentro de su pecho. No le convenía. Además, ¿qué iban a pensar de ella? Apenas había visto a Luke en el tiempo que tenía en el Hellaven. Y no era ni común ni normal que una persona sintiera tantas cosas por otra en esas condiciones. Mucho menos cuando la otra persona tiene como única meta convertirte en material para la chimenea.

No, lo mejor era fingir que nada le pasaba y que Luke era un cero a la izquierda. Si quería resolver sus problemas con él, tenía que mantener fijo ese pensamiento en su cabeza.


***

Después de lo que había pasado en la biblioteca, Luke no se fue de la casa. Y no se quedó porque la pequeña y miedosa terrana le preocupase, sino porque Edna le había ordenado que la cuidase y él nunca incumplía una orden. Pero lo menos que él quería en esos momentos era estar cerca de esa chiquilla entrometida. Quería tenerla a miles de kilómetros lejos de él pero, como siempre, nada de lo que quería lo podía tener.

Por suerte, la casa era lo suficientemente grande y tenía la suficiente cantidad de habitaciones como para que ninguno de los dos se encontrara. Y él, gracias a todos los cielos, tenía su magia la cual le iba a ser de utilidad en caso de necesitar algo.

Por eso, con la firme convicción de que para cuidar a alguien no se necesitaba estar pegado a sus faldas todo el tiempo, se encerró en una de las tantas habitaciones de la casa. Pero, para su desgracia, ni siquiera ahí estuvo a salvo del peligro que representaba esa chica.

Había estado recostado en su cama leyendo uno de los libros que había convocado cuando el sonido de un llanto llegó a sus oídos. Se sentó en la cama inmediatamente, como si alguien le hubiese dado un golpe, y se quedó quieto mientras escuchaba. La chica estaba llorando en algún lugar de la casa, quizás más cerca de él de lo que imaginaba, y él, por alguna extraña razón, se la imaginó agazapada en una esquina, abrazando sus rodillas y con la cabeza apoyada en ellas. Podía imaginarse su rostro cubierto de lágrimas. Podía incluso ver la tristeza que debían mostrar sus ojos en esos momentos.

Pero no fue su llanto o su dolor lo que lo conmocionó, sino la rabia. La chica estaba enojada, mucho, pero al mismo tiempo se sentía impotente y vulnerable. Y él sabía a la perfección que todo ese enojo era para él. No era que le importase realmente. La gente siempre lo había mirado de una forma que le daba escalofríos; siempre lo habían hecho a un lado por ser “diferente”; la gente siempre se había sentido enojada con él por razones que todavía no podía comprender.

Él había crecido rodeado de toda esa rabia que la chica estaba sintiendo en esos momentos, y también le había tocado crecer con las consecuencias que ellas acarreaban. Por eso hizo caso omiso de aquella molesta vocecita que le decía que la chica necesitaba que la reconfortaran y siguió leyendo (o por lo menos, trató de hacerlo al principio. La imagen de la chica no salió de su cabeza hasta que el llanto no hubo cesado; ya para ese entonces estaba pensando en tomar su chaqueta y salir de la casa).

Para cuando Edna y Cecil llegaron, él se estaba preparando para el estallido de la bomba. Sabía que la chica haría caso omiso de su amenaza y le contaría todo lo que había pasado a sus amigos. Y justo en ese momento, empezarían los problemas para él. Desobedecer a Edna, su jefa y madre (porque a pesar de que ella no era su madre biológica, él la consideraba su verdadera madre) era lo peor que podía hacer. Era casi igual de malo que desobedecer a los miembros de la realeza (y no por cuestiones de poder sino porque Edna era temible cuando se enojaba, mucho más cuando la desobedecían).

Pero cuando escuchó, desde el lugar en el que se escondía, la insistencia que ponía la joven en que Cecil le creyese que no había pasado nada, se sintió confundido. Nadie nunca había hecho algo así, ni siquiera por miedo. Todo el mundo se sentía extrañamente feliz cada vez que le hacían algo, aunque él no se lo hubiese ganado. Y, en esta ocasión, el había hecho cosas que sí merecían un castigo; pero la chica seguía y seguía diciéndole a Cecil que nada había pasado, incluso había mentido para protegerlo.

Aun confundido, hizo su aparición en el pasillo y vio con sorpresa como las mejillas de la joven se teñían de rosa al verlo. Pero ella, como siempre, desvió la mirada casi al instante. A ella no le gustaba verlo cosa extraña ya que todas las mujeres (incluso Edna. Lo había descubierto hacia tiempo) se quedaban mirándolo de una manera un tanto extraña. Pero esa terrana no lo hacía. Él incluso podía sentir la incomodidad y el miedo que ella estaba sintiendo justo en esos momentos, al saberlo en el mismo lugar que ella. Bien, si esa chica no era rara, él había olvidado el significado de esa palabra.


***


—Oh, Luke, justo estábamos hablando de ti— dijo Edna al verlo.

— ¿No se supone que te habías ido? — cuestionó Cecil, y Anne agradeció que lo hubiese hecho.

— ¿A dónde iba a irme si Edna me ordenó que me quedara aquí? Además, la terrana estaba en la casa, así que no había necesidad de ir a ningún lado.

Luke le respondió ignorando por completo el tono hostil con el que su amigo le había hecho la pregunta. Ya se estaba acostumbrando a él. Cada vez que Cecil estaba cerca de esa chica o le iba a reclamar por algo referente a ella, salía a relucir el oscuro carácter de su risueño amigo. Se notaba que esa chica le gustaba a Cecil y que no le hacía gracia que él estuviese cerca de ella (como si él quisiera estarlo).

Anne estuvo a punto de decir algo (cosa extraña en ella, que siempre se quedaba sin palabras cuando Luke estaba cerca) pero Cecil no la dejó. Parecía molesto por algo.

— ¿Desde cuándo le obedeces a Edna con tanta facilidad? Tú siempre te quejabas y reclamabas cuando ella te ordenaba hacer algo que no querías. Y, si no me equivoco, tú no querías tener ningún tipo de contacto con Anne…

—Cecil, basta— le ordenó Edna con voz tajante. — Aquí lo único que importa es que Luke hizo su trabajo. Gracias— le dijo y él como respuesta hizo un mohín.

—Como si hubiese tenido otra opción. —Edna iba a decirle algo (seguramente alguna reprimenda) pero él no se lo permitió. — ¿Me necesitas para algo mas o ya puedo irme?

Edna, directa como siempre, dijo lo que se traía entre manos sin siquiera preparar a su audiencia, la cual, como si lo hubiesen ensayado, reaccionaron prácticamente de la misma forma: con un alto y claro ¿qué?

—No, no, me niego. —Cecil negaba frenéticamente. Ni muerto haría lo que su hermana quería que hicieran. Agarró a Anne por un brazo y la atrajo hacia sí para poder abrazarla. Tenerla cerca, sentir el contraste entre su piel fría y la cálida de ella lo reconfortó.

—No es cuestión de que quieras o no, Cecil. Todo esto es cuestión de lógica.

—Yo también me niego. No estoy dispuesto a hacerlo.

—Estás loca si crees que te voy a permitir hacer eso. ¡No voy a dejarte hacerlo! — Cecil apretó mas el agarre que ejercía sobre Anne, ignorando por completo el hecho de que ella quería soltarse.

—Ya deja de comportarte como un niño, Cecil, y usa la cabeza. Y tú, Luke, sabes que no tienes de otra. Tienes que hacerlo sí o sí.

Anne, cansada de toda esa diatriba que tenía como fin decidir qué iban a hacer con ella, trató de llamar la atención de los presentes. Pero, como era de esperarse, nadie le hizo caso.

—…Yo podría hacerlo, Edna, así tú te quedas aquí, con ella.

—Ya dije que no. Yo iré a hacer esas averiguaciones, Cecil me suplantará en el trabajo y tú te encargaras de cuidar a Anne.

— ¿Y lo que yo diga y piense no cuenta? — obtuvo su respuesta de inmediato: un fuerte y rotundo “¡no!” dicho por los tres. Pero ella siguió insistiendo. — Es mi vida y ustedes no pueden tomar decisiones sin mi consentimiento. —se cruzó de brazos como si de esa forma pudiese conseguir que sus palabras sonasen mas rudas o firmes.

—Lo siento, Anne, pero en esta ocasión vamos a pasar de ti. —Le dijo Cecil con toda la calma con la que contaba en esos momentos— Tú no estás en condiciones como para tomar decisiones.

— ¿Y por eso ustedes creen que pueden decidir por mi? ¡Están muy equivocados!

Luke se acercó a ella unos cuantos pasos y con aquella mortífera mirada fija en ella, le habló.

—Lo que pienses, digas o hagas no nos importa en lo mas mínimo, terrana. Ya que estas aquí arruinando nuestras vidas, lo menos que puedes hacer es quedarte callada mientras tratamos de tomar decisiones “importantes”. Decisiones que, para mi desgracia, tienen que ver contigo. —Ignorando el hecho de que los hermosos ojos de Anne (los cuales estaban fijos en él) estaban abnegados en lágrimas, prosiguió hablando— Así que por qué no te pierdes un rato y nos libras de tu molesta presencia.

Se dio la vuelta para volver a discutir con los hermanos, los cuales, ya estaban preparados para sermonearlo por la forma en la que había tratado a Anne. La joven, por su parte, se sentía demasiado humillada y enojada como para permanecer un solo segundo más en ese salón, cerca de Luke. Estaba cansada de estar encerrada, de vivir con miedo, de tener que depender de otros. Y quizás fue su cansancio lo que la llevó a abrir la puerta de entrada, salir de la casa e internarse corriendo en el bosque.

Hacía un frío de muerte y las lágrimas corrían libres por sus mejillas de la misma forma en la que ella estaba corriendo en esos momentos, pero eso a ella poco le importaba. La idea de que todo ese torbellino en el que estaba viviendo acabase esa noche, en ese bosque, se le antojaba tan tentadora. Tan deliciosamente seductora. Ella nunca había tenido instintos suicidas, había tenido una vida maravillosa, rodeada de personas que la adoraban, pero esa noche se sentía con ganas de que todo acabase. Tenía ganas de despertarse y descubrir que todo lo referente al Hellaven no era más que una pesadilla. Tenía ganas de volver a sentirse a salvo, querida, necesitada.

Quería dejar de ser un estorbo, una molestia, una amenaza. Quería volver a tener su antigua vida, pero como eso no iba a suceder jamás, lo mejor que podía pasarle era que un Guardián o un Recolector la encontraran y le pusieran fin a ese intento de vida que estaba viviendo.

Pero una parte de ella no estaba de acuerdo con esa idea. Y fue precisamente esa parte la que la hizo detenerse en medio del bosque y darse cuenta de que no sabía dónde se encontraba. Giró la cabeza de un lado al otro, mirando en todas direcciones pero no podía ver nada más que árboles; árboles que proyectaban fantasmagóricas figuras en el suelo gracias a la luz de la luna. Miró hacia el negruzco cielo y se maravilló al ver la Luna, enorme y redonda, rodeada de brillantes y titilantes estrellas. Realmente, era un espectáculo mágico y hermoso. En la Tierra la Luna nunca había sido (ni iba a ser) tan enorme y brillante.

Una ráfaga de aire frío la recorrió y la devolvió a la tierra. Estaba perdida, por lo que tenia cosas más importantes en las que preocuparse que en la belleza de las noches en el Hellaven. Después de tomar una gran bocanada de aire, emprendió el camino de regreso a la casa por el lugar por el que, según ella, había llegado. Lo único malo en todo eso era que ella, en realidad, no había estado prestando atención a nada mientras corría. Por lo que, mientras trataba de enmendar su error, erró aun mas.


***

— ¡No está por ningún lado! — gritó Cecil mientras se aparecía en medio del vestíbulo.

Cuando ellos habían reparado en la ausencia de Anne, la habían llamado para contarle como habían quedado las cosas. Como era de esperarse, Anne no respondió. Cecil, tan inquieto e infantil como siempre, se transportó en la habitación de Anne, dispuesto a despertarla si era necesario, para decirle la decisión que habían tomado. Al ver que la joven no estaba ahí, se preocupó. Regresó al salón y les dijo a los otros que Anne no estaba en su habitación; y para completar sus sospechas, Luke dijo que tampoco podía sentir su presencia en la casa.

Después de eso, se había separado para buscarla en cada rincón de la casa de Edna, sin obtener resultado.

Luke soltó una maldición.

—Esa estúpida terrana sólo nos ha traído problemas.

—Tú deberías callarte ya que, por tu culpa, es que estamos en esta situación.

—Oh, claro, porque fui yo el que decidió salvarle el trasero a esa chica. Gracias a mi es que estamos metidos hasta el cuello en este atolladero.

— ¡Se quieren callar! Tenemos una terrana deambulando por el Hellaven, lo que significa problemas para nosotros por no haber hecho nada para evitarlo. Sin mencionar el hecho de que la hemos estado ocultando —hizo una pausa en la que se quedó mirando a los hombres— ¿Por qué demonios siguen aquí? ¡Vayan a buscarla!

Cecil iba a protestar con un “tú deberías hacer lo mismo” pero Edna se lo impidió sólo con una mirada. Cecil, después de darle una desdeñosa mirada a Luke, desapareció. Cuando se quedaron solos, Luke pensó que Edna iba a arremeter contra él por haber provocado la huida de Anne pero la mujer no le dijo nada al respecto. Sólo se limitó a recordarle que tenía una misión que cumplir y que si fallaba, le iba a ir muy mal. Después de eso, desapareció.

Luke no tardó mucho en imitarla

Concentrado en el acaramelado olor de la piel de Anne, ese que se había grabado en su ser como si de un tatuaje se tratase, llegó a un pequeño bosque que no estaba muy lejos de la casa de Edna. La chica estaba por ahí, podía sentirlo. Y, para su desgracia, había más personas en el bosque. Y era seguro que Cecil no era una de ellas.

Acelerando el paso siguiendo el “rastro” que había dejado Anne y llegó a donde ella estaba justo a tiempo para tomarla rápidamente del brazo y desaparecer con ella antes de que quien merodeaba por el bosque a esa hora los viera.

Al llegar a la casa, la empujó hacia el sofá. Anne cayó despatarrada sobre el mismo, con el corazón desbocado en su pecho y la respiración agitada. Sin mencionar el hecho de que tenía nauseas. Trató de acomodarse en el sofá y al hacerlo descubrió que nada de lo que veía le resultaba familiar.

— ¿Dónde estamos?

Luke no detuvo su caminata para responderle (con desdén, por supuesto):

— En mi casa.


***


Cecil y Edna no tardaron mucho en llegar a la casa de Luke y el primero, inmediatamente localizó a Anne sentada en el sofá, se acercó a ella con una notable expresión de preocupación en el rostro.

— ¿Estás bien, Anne? —preguntó Cecil, mientras la tomaba de las manos. Ella sólo asintió.

Anne se sintió infinitamente culpable al ver el rostro de su amigo. Y es que por estar pensando en tonterías había hecho algo que al final iba a perjudicar a personas inocentes. Una cosa era querer liberarse de toda esa carga con la que estaba viviendo, y otra muy diferente era llevarse otras vidas con ella en el proceso.

Miró a Edna, esperando que la mujer empezara con un sermón sobre lo estúpido de su actitud (porque se merecía uno, y bien largo. Ella siempre se había destacado por ser una chica inteligente, quizás demasiado, y en esos momentos había actuado como una estúpida, una chica que apenas usa el cerebro). Edna sólo la miraba como si tratase de ver a través de ella, o como si ya supiese los motivos que la habían empujado a escapar y tratara de comprenderlos.

Después de un rato largo, la mujer tomó la palabra, con toda la calma que la caracterizaba.

—Bien, en vista de que no pasó nada trascendental y de que Anne está bien, podemos continuar con nuestra conversación.

Los hombres la miraron como si le hubiese salido un tercer ojo en medio de la frente.

—Anne, quiero que sepas que todo esto lo estamos haciendo por tu bien y no porque nos guste tratarte como una niña que no puede tomar sus propias decisiones. Tu estas en un lugar extraño, corriendo peligros que ni te imaginas, y por eso debemos protegerte. ¿Entiendes eso, verdad? — la joven volvió a asentir. —Y si lo que queremos es ayudarte a regresar a casa, no podemos hacerlo si estamos sentados tomando el té. Tenemos que salir a investigar la forma idónea para regresarte a la Tierra. Y yo soy la única que puede hacer eso.

—Por eso, aun en contra de mi voluntad, Edna se va a ir de viaje para visitar a unas cuantas personas que, quizás, puedan ayudarnos. —Agregó Cecil— Tú te quedaras a cargo de Luke, mientras yo hago el trabajo de Edna ya que, aunque muchas veces no lo aparente, soy el segundo al mando por ser el mayor.

Anne dirigió una mirada hacia el lugar en el que Luke estaba (apoyado de la pared más alejada y con los brazos cruzados) y luego hacia Cecil. Este último, seguramente, vio la desolación que había en sus ojos porque apretó el agarre que ejercía en sus manos. Pero eso no la ayudó mucho. En esos momentos se sentía como cuando era pequeña y su madre le decía que se iba a ir de viaje durante un buen tiempo: abandonada, sola, desprotegida. Y en esos momentos ni siquiera las palabras de su madre y un fuerte abrazo lograban hacerla sentir mejor.

Cecil la tomó de la barbilla y la hizo mirarlo a los ojos. Anne no se había fijado en lo claros que eran.

—Pero eso no significa que no vaya a estar pendiente de ti, así que no tienes nada de qué preocuparte. — le sonrió.

— ¿Cuándo te vas, Edna? — logró preguntar, con una voz débil y carente de emoción.

—Dentro de un rato. Ahora, si no hay más que agregar, me llevaré a Anne para que haga las maletas. —esperó unos breves instantes a que los hombres agregaran algo, pero al ver que ninguno decía nada, le tendió la mano a la joven para ayudarla a ponerse de pie.

Después de eso, ambas desaparecieron del salón de la casa de Luke y se aparecieron en el salón de la casa de Edna. Sin siquiera decirse una palabra, cada una enfiló hacia su habitación, ignorando el hecho de que, en la casa de Luke, el ambiente no estaba muy agradable.


***


—Bien, ahora que las chicas no están aquí, pongamos las cosas claras— dijo Cecil mientras se ponía de pie y se cruzaba de brazos. La expresión de su rostro era seria, cosa que sorprendió a Luke que raras veces veía a Cecil así.

—No hay nada que poner en claro, Cecil. —le respondió sin siquiera cambiar de posición— La chica se va a quedar aquí porque Edna me lo ordenó, no porque yo quiera. Así que deja el drama y vete a casa.

— ¿Eso es lo que quieres, huh? ¿Qué te deje solo con ella? ¿Para qué, Luke?

— ¿No crees que son demasiadas preguntas? —Hizo una pausa— Mira, no sé qué es lo que está pasando por tu cabeza, y la verdad es que ni me interesa. Sólo quiero recordarte que yo no soy el que se muere de ganas por tener a esa chiquilla fastidiosa cerca de mí.

— ¿Qué estas insinuando? — preguntó Cecil, aun mas molesto, acercándose a él. Luke seguía impertérrito, como si todo eso le aburriese a sobremanera.

—Vamos, Cecil, sabes de que hablo. A ti te gusta esa chica (y la verdad es que me pregunto qué le viste). Se te nota… mucho. Y si tienes miedo de que vaya a aprovecharme de ella, no tienes nada de qué preocuparte. Esa chica no me interesa en lo más mínimo. Es más, a lo único que aspiro respecto a ella es a que desaparezca rápido de aquí. —Cecil lo miró con una clara expresión de duda en el rostro. — Es una molestia. No sé porqué Edna y tú están tan empecinados en ayudarla cuando la solución más fácil es entregarla a la Guardia.

—Precisamente eso es lo que me preocupa: que te aproveches que no estamos ni Edna ni yo aquí para entregarla. Ganas no te faltan.

—Eso es cierto— se encogió de hombros— pero no pienso hacerlo. Le prometí a Edna que la cuidaría y eso haré. Además, no sé si recuerdas, ya tuve mi oportunidad para entregarla y, estúpidamente, no lo hice. Así que no tienes que preocuparte por eso nunca más.

—En este aspecto tú no eres, precisamente, la persona más confiable que conozco, Luke. Así que estoy en todo mi derecho de desconfiar de ti.

Luke abandonó la pared en la que se apoyaba y se dirigió hacia su habitación sin decirle ni una sola palabra ni dedicarle ningún gesto. No quería que su “amigo” notase que sus palabras le habían afectado. Que le habían recordado cosas de su pasado que ansiaba olvidar. Ese pasado que parecía más su presente que algo que había pasado, porque las cosas no habían cambiado nada con el paso de los años.

La gente seguía despreciándolo, ignorándolo, huyendo de él, desconfiando de él. Y él, como cuando era un niño, seguía preguntándose qué había sido eso tan malo que había hecho para ganarse el odio de los demás. Si había alguna forma de remediar el mal que había hecho. Y, como siempre, terminaba chocándose con ese inquebrantable muro que le impedía encontrar la respuesta. Y por eso terminaba alejándose más y más de la gente para que, como en el pasado, no le tocase descubrir que personas que él quería, en realidad lo despreciaban.


***


Anne y Edna habían llegado a la casa de Luke justo a tiempo para escuchar las últimas palabras de esa conversación. Anne, por alguna extraña razón que aun desconocía, dirigió su mirada hacia Luke y se encontró con algo que la dejó sin aliento durante unos minutos. El siempre adusto y gruñón Luke tenía los ojos velados por una tristeza infinita, tan antigua como el mismo mundo. Su rostro ya no mostraba esa expresión de superioridad y desprecio que ella conocía sino la más desolada de las expresiones. Parecía estar siendo atormentando por sus demonios internos. Parecía estar sufriendo de la manera más desgarradora posible.

Y ella sintió la imperiosa necesidad de reconfortarlo, de decirle que todo iba a estar bien. Porque ella sabía lo que era sentirse así de mal y que nadie estuviese a tu lado para hacerte sentir mejor. Y ella dudaba que después de lo que le había dicho Cecil, este decidiera acercarse a él para hacerlo.
Pero toda esa necesidad que había sentido se esfumó en el mismo instante en el que escuchó cerrarse la puerta de su habitación. Y justo en ese instante el recuerdo de todo lo que él le había dicho y hecho llegó a ella, borrando por completo cualquier buen sentimiento que hubiese crecido dentro de ella al verlo tan afligido.

Se dirigió hacia Cecil y se sentó a su lado en el enorme sofá. Él tomó su mano inmediatamente la sintió cerca de él.

—Debo suponer que estuvieron discutiendo— dijo Edna. Después suspiró —Ustedes siempre discuten por estupideces.

—Esta vez no fue por ninguna estupidez, Edna. Fue por algo realmente importante.

—Siempre dices eso y nunca es verdad. — Se sentó a su lado, cerca de uno de los brazos del sofá— Mira, sé que estuvieron discutiendo porque a ti no te agrada la idea de que Luke se quede con Anne; no tienes que fingir que es por otra cosa. Y también sé que fuiste tú el que dijo la primera y última palabra en esta discusión. —Cecil le dirigió una mirada cargada de sospecha.

— ¿Escuchaste toda la conversación?

—Por supuesto que no. Sólo escuchamos lo último que dijiste. Pero, como eres mi hermano y te conozco como a la palma de mi mano, sé que tú empezaste todo esto.

Cecil respiró aliviado. Se había preocupado al pensar que su hermana y Anne habían escuchado a Luke diciendo que él estaba interesado en Anne. No es que fuese verdad, es sólo que no quería tener que dar explicaciones. Además sabía que si Anne escuchaba algo como eso, su amistad iba a cambiar radicalmente; y él no quería que eso pasara.

—Cecil, te pido de favor que no sigas molestando a Luke. Compórtate como el adulto que eres y piensa con la cabeza fría; te ahorraras muchos dolores de cabeza si lo haces. —Se puso de pie y le dio un beso en la cabeza a su hermano— Ahora, me voy. Y tú deberías hacer lo mismo. No quiero más encontronazos entre ustedes dos.

La mujer se dirigió hacia el vestíbulo, donde había dejado la maleta de Anne. Con un chasquido de dedos, la hizo aparecer en una de las habitaciones (en una no muy alejada de la de Luke) y después se dirigió hacia la habitación del chico.

En el salón, Anne yacía con la cabeza apoyada en el hombro de Cecil y las manos de ambos aun entrelazadas. El hombre no quería soltarla porque eso significaba dejarla a merced de Luke y su cambiante estado de humor. Y eso era igual de malo que dejarla en medio del bosque, rodeada de los miembros de la Guardia.

— ¿No puedes quedarte a vivir aquí, Cecil? —preguntó la chica, con su dulce voz extrañamente calmada.

—No, no puedo. Pero te prometo que vendré a verte cada vez que tenga un rato libre.

—No tienes nada de qué preocuparte, Cecil. Yo no dejaré que él me haga nada. Además, como dijo Edna, él le prometió que no me haría nada. —Ella levantó la cabeza para mirarlo— ¿Es verdad eso de que no confías en él?

Él tardó un rato en responder.

—Aunque crecimos juntos y es mi amigo, no confió del todo en él. Lo conozco, Anne, sé de lo que es capaz; por eso desconfío.

—No deberías hacerlo. ¿Te ha dado él motivos para que desconfíes? — él ignoró su pregunta.

— ¿Tu por qué lo defiendes? — preguntó, sorprendido. Ella sólo se encogió de hombros.

Desde el vestíbulo se escuchó a Edna llamando a Cecil para que saliera. Anne le dio un beso en la mejilla y le instó para que se fuera, recordándole que todo iba a estar bien. Él, después de prometerle que iría a visitarla al día siguiente, salió del salón para encontrarse con su hermana.

Anne ni siquiera hizo el intento de ponerse de pie para ir a despedirse de los hermanos. No quería que Cecil se diese cuenta de que ella también estaba preocupada y bastante aterrada. Después de un rato de la salida de Edna y Cecil, un trozo de papel apareció delante de ella, dándole un susto de muerte. Aun no se acostumbraba a los “mensajitos” de Edna. Con el corazón latiéndole desbocado por el susto, tomó la nota y leyó su contenido.

Anne, puse tu maleta en una de las habitaciones.

No decía nada más. Anne volteó la nota para ver si la mujer había escrito algo más del otro lado, pero no encontró nada. Después de lanzar un quejido, se puso de pie y se encaminó hacia la salida del salón. No le hacía gracia ponerse a buscar en cada habitación (y para su mala suerte habían muchas) pero no le quedaba de otra. Era eso, o esperar a que su amigable compañero de casa la ayudase. Y al pensar en él recordó que estaba encerrado en una de las tantas habitaciones de la casa. En su búsqueda, si tenía tanta mala suerte como pensaba, iba a terminar en la habitación del chico; y que Dios la ayudase si eso pasaba.

Después de rezar una breve oración, emprendió su búsqueda, dejando para ultimo las habitaciones que estaban por el pasillo por el que Luke se adentró.

1 Estrellas:

damaris dijo... @ 20 de agosto de 2009, 17:38

sigue escribiendo
me encanta el blog
espero la proxima entrada

besos¡¡¡

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