La Premonición

Capitulo 6

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Hechizada



Después de su discusión con Cecil, Luke había decidido encerrarse en su habitación y no volver a salir hasta que el revuelo que tenían sus emociones dentro de su pecho se aplacara. Porque, a pesar de su apariencia fría y sin corazón, Luke era una buena persona, que lo único que deseaba en la vida era ser aceptado… y querido.

Él no había nacido con el don de la aceptación bajo el brazo, al contrario. Sus padres lo habían abandonado a los pocos días de haber nacido, quizás, por la misma razón por la que la gente siempre lo rechazaba. La única persona que había querido hacerse cargo de él había sido Edna, y sólo porque el Oráculo se lo había ordenado. Él estaba seguro de que si ella se lo hubiese encontrado, abandonado en la cabaña en la que Nadhia lo había visto, no hubiese decidido hacerse cargo de él.

Pero, a pesar de eso, él la quería, mucho. Edna era la única madre que había conocido. Ella, en los primeros años de su vida, cuando era inocente y había creído que todo el mundo era bueno y justo, había sido su todo. Adoraba estar con ella, escuchar sus historias y escucharle decir que le quería. Pero cuando descubrió la razón por la que se hizo cargo de él, sintió como las pocas esperanzas que le quedaban se rompían en mil pedazos, clavándose por todo su corazón; hiriéndolo, provocándole heridas que jamás sanarían.

Si sus padres no lo habían querido, ¿por qué iba a hacerlo una mujer que no tenía su sangre? ¿Por qué iba a quererlo y apreciarlo alguien cuando las personas más cercanas a él nunca lo habían hecho? Por eso había decidido cerrar su corazón y alejarse de todo el mundo. Y lo había hecho como una medida para protegerse, para no volver a su sufrir más. Pero eso no le impedía, en esos momentos, sentirse como la peor persona en todo el mundo.

Cecil, con sus palabras, había tocado una fibra débil en él. Le había recordado eso que él con tanto esmero trataba de olvidar. Y por eso estaba encerrado en su habitación, el único lugar en el que podía darse el lujo de sentir pena por sí mismo; el único lugar en el que podía cerrar los ojos y desear cambiar su futuro.

Cuando la puerta se abrió lentamente y el seductor olor a caramelo se filtró por todos lados, sintió como volvía a la realidad de golpe. Por estar tan concentrado en sus problemas se había olvidado del pequeño y molesto problema con patas que rondaba por su casa. Se sentó en el borde de la cama segundos antes de que la pequeña mano de Anne, que había estado palpando la pared, encontrara el interruptor de la luz. Cuando ella lo vio sentado en la cama, mirándola tranquilamente, no pudo hacer nada más que gritar por el susto que se llevó.

— ¿Se puede saber qué haces aquí? —le preguntó con tanta calma que a Anne se le heló la sangre en las venas.
Pero no fue sólo eso lo que la dejó helada. El hombre estaba descalzo, sentado con las piernas cruzadas en una pose desenfadada. Su largo y rubio cabello estaba más alborotado de lo normal dándole un aspecto de niño travieso. Era hermoso, demasiado, y a pesar de que ella seguía enfadada con él por todo lo que le había hecho y dicho desde el instante en el que se conocieron, no pudo evitar quedar deslumbrada por su brillante belleza.

— ¿Piensas responderme algún día, o piensas seguir mirándome con esa tonta expresión en el rostro?

— ¿Siempre tiene que ser tan grosero? — no pudo evitar preguntar y, cuando se dio cuenta del error que había cometido, se llevó una mano a la boca para evitar que un gritito de horror saliera de sus labios.

Al ver que él no había tenido una de sus iracundas reacciones, descubrió que lo que le había dicho Edna era cierto: él no iba a atreverse a ponerle un dedo encima porque se lo había jurado, y él nunca rompía un juramento. Sintiéndose extrañamente poderosa, se atrevió a dirigirle una mirada desafiante. Quizás él no pudiera hacerle nada, pero eso no impedía que ella le dijese lo que pensaba. Ya era tiempo de que se desahogara.

—Veo que el tener a Cecil como pretendiente te ha dado alas. Es algo estúpido, realmente, ya que a mí no importa si él está interesado en ti o no. Si tengo que entregarte a la Guardia lo haré quiera él o no; le importes o no.

—Sé que no va a hacerlo ya que le dijo a Edna que iba a guardarle el secreto. Y, otra cosa, Cecil no es mi pretendiente. Él es sólo mi amigo.

—Si te hace bien creer eso, bien por ti. Y, como ya te dije, no me importa. Aquí lo único que me interesa es saber qué demonios haces en mi habitación. Creí haberte preguntado eso hace un rato.

—Y yo le hice una pregunta y no obtuve respuesta de su parte, así que estamos a mano.

Antes de que Anne se diera cuenta, se encontraba entre Luke y la pared; y él la estaba mirando con sus brillantes ojos grises cargados de rabia. Y justo en esos momentos empezó a dudar de si él podría cumplir o no su juramento. Pero no iba a demostrarle que le tenía miedo ni que era débil. Iba a seguir comportándose con fría indiferencia, mirándolo directo a los ojos, aunque se estuviese muriendo del terror.

—No juegues conmigo, terrana. No sabes de lo que soy capaz.

—Y estoy segura de que nadie lo sabe. Usted es tan cerrado que es bastante probable que nadie lo conozca en realidad. Ni siquiera Cecil, aunque él diga lo contrario.

— ¿Y tú qué demonios sabes? — espetó abruptamente.

—Sé que, aunque no quiera demostrarlo, las palabras de Cecil le molestaron. —por el gesto que hizo Luke, ella supo que no se había equivocado. Y también, al sentir sus dedos rodeando su cuello supo que lo había hecho enojar más de lo que ya estaba.

—Mas te vale que te metas en tus asuntos, porque si no, vas a arrepentirte.

—No puede hacerme nada. Se lo juró a Edna. — dijo mas para ella que para él. Quería creer eso, necesitaba hacerlo si quería cumplir con su cometido.

— ¿Y qué te asegura que no romperé ese juramento? —apretó un poco el agarre que ejercía sobre su cuello— A mi no me importa lo que Edna pueda decir o hacer. Estoy seguro de que, después de deshacerme de ti, no habrá nada en el mundo que pueda hacerme sentir mal.

— Es despreciable, ¿lo sabía? — le dijo, cuando logró reponerse del choque que le habían provocado sus frías palabras.

Le habían dolido, mucho, quizás demasiado, y eso era algo que carecía de toda lógica teniendo en cuenta el hecho de que habían salido de los labios de una persona que ella odiaba. Pero ahí estaba ese profundo sentimiento, que la hacía querer encerrarse en su habitación y llorar hasta quedar agotada.


Quizás fue por el hecho de que todavía no se había recuperado de lo que le habían dicho Edna y Cecil antes de irse pero las palabras de la joven, sumadas al desprecio que veía en sus ojos, le hicieron sentirse peor. Lentamente la soltó y se alejó de ella. Sin decir una palabra, como había hecho cuando había discutido con su amigo, salió de la habitación y se dirigió hacia la de al lado; ahí estaba la maleta de la chica. Ni siquiera entró, sólo se quedó apoyado en la pared, con los brazos cruzados y la mirada fija en el suelo.

Anne salió de la habitación de Luke instantes después, cuando sintió que su corazón volvía a latir con normalidad, aunque con esa extraña sensación de pesar anidada en su pecho. Y ella se preguntaba una y otra vez por qué sentía esas cosas. Antes de todo ese asunto de la mudanza, Luke para ella era, simplemente, una persona de la cual debía cuidarse. Desde aquel instante en el que había visto sus ojos cargados de tristeza, quedó hechizada. Ahora no podía controlar lo que sentía. Ahora, ni siquiera, sabía lo que sentía.

Y al ver a Luke apostado al lado de la puerta contigua a la suya, aparentando una expresión distante y despreocupada, supo que toda la culpa la tenía ese sentimiento: la tristeza. El verlo de esa forma, aparentando que nada de lo que pasaba a su alrededor le afectaba, la hacían querer ayudarlo, aunque su sentido común le decía a gritos que lo dejara sufrir, que se lo merecía. Y quería hacerlo, pero siempre pasaba algo que se lo impedía, algo que la hacía salir de ese extraño hechizo que la estaba acercando cada vez más a la boca del lobo.

Todo eso la asustaba, Luke la asustaba, ya que sabía que a él no le faltaban ganas para desquitar toda su rabia y frustración con ella. Y si ese extraño “hechizo” seguía operando en ella mientras estuviesen viviendo bajo el mismo techo, que Dios la ayudase. Sólo le quedaba rezar y esperar que sus oraciones fuesen escuchadas.


***


Como lo había prometido, Cecil fue a visitar a Anne al día siguiente, poco antes de irse a trabajar. Anne había ansiado con demasía esa visita ya que estar sola con Luke no le agradaba. Era cierto que prácticamente no se habían visto, pero era demasiado estresante para ella estar escondiéndose de él y mirando para todos lados preocupada porque él saliese de algún rincón de la casa (solía imaginárselo blandiendo un cuchillo, como en una tonta y mala película de terror).

La noche anterior, antes de que ella entrase a su nueva habitación, él le había dicho que tenía total libertad para hacer lo que quisiese en la casa. Lo único que tenía prohibido era entrar en su habitación o molestarlo por cualquier tontería (Anne no tenía pensado hacer ninguna de las dos cosas). Y aunque él le había dicho esto, no podía evitar sentirse incomoda o espiada, en algunas ocasiones. Por eso, cuando Cecil llegó, se sintió aliviada y feliz.

Él, en cambio, no se mostró muy alegre al principio. Había estado muy preocupado por ella, pensando en su discusión con Luke y, por supuesto, en todo lo que este podría hacerle a la chica en un arranque de locura. Debía admitirlo, tenía un muy mal concepto de Luke. Y no era culpa suya; Luke se lo había ganado con el paso de los años.


—Me da mucho gusto verte, Cecil— le dijo Anne, al tiempo que se acomodaba a su lado en el enorme sofá del salón. Cecil esbozó una pequeña sonrisa.

— ¿Cómo has estado? ¿Te ha hecho o dicho algo? — por más que quiso, no pudo evitar que su tono de voz sonase preocupado.

Anne le tomó la mano y le dio un ligero apretón. Se sentía terriblemente mal mintiéndole, pero era lo único que podía hacer. No quería que él y Luke tuviesen más problemas. Además, no le gustaba que los demás resolviesen sus problemas, como si ella fuese una niña incapaz de hacer nada por sí misma. Ella era lo suficientemente mayor como para poder hacerlo, aunque en este caso dudaba de poder salir victoriosa.

—No te preocupes, Cecil— le sonrió— todo está bien. Yo estoy bien, ¿lo ves?

Cecil la atrajo hacia sus brazos y la abrazó fuertemente. Anne no dudó en corresponderle el gesto; lo necesitaba, mucho. Incluso sintió como los ojos se le llenaban de lágrimas, lágrimas que no iba ni podía derramar.

—Anne, prométeme que, si él te dice o hace algo, lo que sea, me lo vas a decir. — Ella iba a replicar pero él se lo impidió— Prométemelo. Estaré más tranquilo si lo haces.

Ella dudó, pero al final cedió al deseo de su amigo con un gesto de cabeza. Como agradecimiento, le dio un beso en la frente.

—Bien, ahora hablemos de cosas más interesantes— Anne arqueó una ceja, gesto que hizo sonreír a Cecil — Estoy trabajando en un nuevo proyecto de transmutación. Aun no logro los resultados que quiero pero… espero tenerlos pronto.

— ¿Y de qué se trata?

—No puedo decírtelo todavía. Es una…sorpresa. Estoy seguro de que, cuando lo veas, te vas a morir de la emoción. Oh, sí, ya lo estoy viendo.

Anne sonrió, encantada de ver algo del Cecil que ella conocía en ese gesto. Hacía tiempo que no lo veía de esa manera, tan feliz y despreocupado. Y se sentía realmente mal al saber que ella era la causa de su repentina seriedad. A ella le gustaba verlo sonreír, ver los pequeños hoyuelos que se formaban en sus mejillas cuando lo hacía. Verlo comportarse como si fuese un niño, cuando en realidad era casi quince años mayor que ella.

Cecil, de alguna forma, debido a sus gestos y la forma en la que se aferraba a ella cuando la abrazaba, le recordaba a su hermanito, Paul. Y pensar en él, en ese hermoso niño de tan sólo dos añitos, ese niño que había cuidado encarecidamente desde que había nacido, le produjo un sentimiento de pérdida y dolor tan grande que se sorprendió de no derrumbarse y sucumbir ante su dolor ahí mismo.

Extrañaba a su familia, a sus amigos, su vida, para que iba a negarlo. Para que iba a seguir negándoselo. No valía la pena seguir mirándose en el espejo y decirse una y otra vez cosas como “no los extrañas. En verdad no los extrañas” cuando sabía que no era cierto. Cuando sus ojos, los cuales se llenaban de lágrimas al pensar en alguno de ellos, la traicionaban.

Pero ella no quería que nadie supiese eso. Cecil y Edna se preocupaban demasiado por ella, por lo que no quería agregarle algo más a la lista. Por eso trató de mostrarse muy interesada en lo que su amigo le había dicho.

—Me muero de ganas por saber de qué se trata. — Le sonrió— ¿Para qué lo estás haciendo? ¿Es algún trabajo para el Reino, o algo similar?

—No, es un regalo…para ti— musitó casi en un susurro. Anne no pudo evitar sonrojarse.

Cecil, con una pequeña sonrisa en los labios y una expresión distraída en el rostro, acarició el lugar en donde sus mejillas estaban más rosadas. Parecía muy concentrado en algo, algo realmente importante.

— ¿No se supone que deberías estar trabajando?

Ambos giraron en el sofá para ver a Luke apoyado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados y su hermoso rostro carente de emoción. El buen humor de Cecil se esfumó en el acto.

—Y tu no deberías ser tan mal educado, Luke. Si mal no recuerdo, mi hermana te educó bien. Demuéstralo.

—No te preocupes, acabo de llegar. No escuché ni vi nada. —Se encogió de hombros— Sólo venía a decirte que tu turno ya empezó. — dicho esto, se dio la vuelta y salió del salón.

—Idiota— murmuró Cecil, llamando la atención de Anne.

—Oye, ¿por qué dices eso? —le reprochó, sintiéndose extrañamente ofendida— Él no ha hecho nada malo. Sólo te estaba diciendo algo sobre tu trabajo.

— ¿Y tú por qué lo defiendes? —preguntó, molesto— Desde ayer que noto que haces eso.

Ella giró la cabeza y miró hacia otro lado.

—No lo sé. Te juro que no lo sé.


***


Cecil siguió visitando a Anne cada vez que podía, y cada vez que esto ocurría, Anne veía con impotencia como su amigo y su compañero de casa se distanciaban cada vez más. Se lanzaban miradas cargadas de resentimiento, comentarios mordaces, o simplemente optaban por ignorarse el uno del otro. Anne no sabía qué hacer para solucionar ese problema. En primer lugar, no sabía qué los había distanciado en realidad, porque estaba segura que su sola presencia en esa casa no era la culpable de semejante distanciamiento.

En segundo lugar estaba el hecho de que a Cecil le molestaba a sobremanera el hecho de que ella se preocupaba por su amistad con Luke. Reaccionaba de una manera extraña cada vez que ella hacía mención de él, aunque fuese sobre algo sin importancia. Todo ese asunto, definitivamente, la estaba volviendo loca.

Cansada de toda esa situación, y de sentirse en el medio de un ring de pelea donde los competidores esperaban el más mínimo movimiento para empezar a atacar, se dispuso a ponerle fin a toda esa tontería de la enemistad entre Cecil y Luke. Ellos eran prácticamente hermanos. Cecil había cargado y cuidado a Luke desde que este era un bebé. Era realmente estúpido dejar las cosas como estaban cuando podrían solucionarse de una manera rápida y fácil (suponía ella).

Por eso, guiada por el instinto, se encaminó hacia la habitación de su verdugo para interrogarlo. La orden de que no debía entrar a su habitación resonaba en su cabeza con cada paso que daba, pero ella la ignoró olímpicamente. Si quería hacer las cosas bien, tenía que arriesgarse un poco.

Llegó, tocó la puerta y esperó que esta se abriese. No pasó nada. Volvió a intentarlo pero obtuvo el mismo resultado. Frustrada, y después de soltar un bufido de exasperación, se dio la vuelta para dirigirse al salón. Al hacerlo, chocó con el alto y fuerte cuerpo de Luke, lo que provocó que una extraña sensación recorriese su cuerpo. Fue una sensación totalmente diferente a la que sentía cuando tenía algún tipo de contacto físico con Cecil. Esta vez fue como si una corriente eléctrica recorriese todo su cuerpo, de la cabeza a los pies. Con Cecil solo sentía la diferencia entre la piel fría de él con la cálida de ella; Y no es que la sensación le durase mucho, sólo el tiempo que le tomaba a su piel enfriarse (o a la de Cecil calentarse, no sabía realmente cómo funcionaba eso). Pero con Luke era diferente. Ya no estaban juntos, ni siquiera cerca, pero podía sentir un hormigueo en algunas partes de su cuerpo.

Luke había notado la sensación que invadió su cuerpo, y por un momento estuvo tentado de sostener a la chica para que no cayera al suelo debido al choque; por suerte no hubo necesidad de hacer eso. Haciendo acopio de toda su fuerza, ignoró y le quitó importancia a lo que había sentido y se concentró en una única cosa: la terrana estaba invadiendo su territorio. Eso ayudó a calmarlo un poco.

—Creí haberte dicho, terrana— Anne odiaba la forma en la que él decía “terrana”. Esa palabra le salía cargada del más puro y asqueroso rencor— que no entraras a mi habitación. Así que dime, ¿Qué demonios hacías ahí?

—Estaba buscándolo. Necesito hablar con usted.

—Pero yo no quiero hacerlo, así que puedes irte. —ella no le hizo caso. Permaneció impávida en medio del pasillo, mirándolo con desdén— ¿Qué esperas? ¡Vete!

—Quiero que hablemos de Cecil. — eso sirvió para que Luke se calmara durante unos brevísimos instantes.

—Yo no tengo que hablar nada sobre él, mucho menos contigo. Así que piérdete, terrana.

—Ya lo creo que sí. Usted y Cecil han estado discutiendo desde el instante en el que supieron que me iba a mudar para acá.

—Y eso a ti que te importa.

—Me importa mucho, porque Cecil es mi amigo y lo quiero.

—Da la casualidad de que, entre ustedes dos, la única que piensa en amistad eres tú.

—No siga insinuando esas cosas—espetó, molesta.

—Yo no insinúo nada. Es la verdad. Pero, al parecer, tú eres tan tonta que no te das cuenta de que Cecil está interesado en ti. Todo este asunto no es más que el producto de sus celos. — él dio unos cuantos pasos para quedar más cerca de ella, como si de esa forma, pudiese darle más énfasis a sus palabras.

— ¿Celos? ¿Está diciendo que Cecil está celoso de usted?— ella le dirigió una mirada cargada de incredulidad y burla.

Por su cabeza no pasaba la idea de que el distanciamiento entre ellos dos fuese por culpa de los celos porque, según ella, Cecil no la veía de esa forma. Además, no tenía motivos para sentirse de esa manera, ya que ella no estaba interesada en su compañero de casa. Anne estaba segura de que Luke le estaba diciendo todo eso para molestarla, para hacerla dudar, para hacerla sentirse incomoda cuando estuviera cerca de Cecil.

—Cecil no está celoso de usted, ni de nadie. Él y yo sólo somos amigos, y yo estoy segura de que no soy la única que piensa eso.

Él la miró con los ojos entornados durante unos brevísimos instantes.

—Definitivamente, eres idiota. Pero ese es tu problema. —Se encogió de hombros— Ahora, si me disculpas, tengo cosas más importantes que hacer que perder el tiempo hablando contigo.

— ¡Usted no va a ir a ninguna parte! ¡No hemos terminado de hablar!

Luke la ignoró olímpicamente, mientras pasaba por su lado para poder entrar a su habitación. Anne, en un gesto desesperado, lo agarró por el brazo para impedirle que escapase. Sabía que estaba cometiendo un gravísimo error, pero fue lo primero que se le pasó por la mente al verlo dirigirse a su habitación como si nada le importase o le preocupase. Ella quería hablar con él, arreglar las cosas o por lo menos, tratar de llegar a un acuerdo con él, pero Luke se lo ponía tan o más difícil que Cecil.

Luke, al sentir la mano de la joven sobre su antebrazo derecho, se detuvo durante una fracción de segundo, y luego se soltó de su agarré con un movimiento brusco que provocó que Anne soltase un quejido de protesta. Pero su protesta se vio rápidamente eclipsada por el horror que sintió al ver los ojos de Luke cargados del más puro odio. Su mirada era penetrante, glacial, y ella podía sentirla taladrando su ser, traspasándola, agujereando su alma y determinación.

—Escúchame bien, terrana, que sea la última vez que me pones un dedo encima. Ya te he dejado pasar demasiadas impertinencias, y si vuelves a cometer un error más, juro que me olvidaré de mi juramento y te voy a convertir en un montón de cenizas.

La temperatura del lugar subió rápida y altamente. Ella empezó a sentirse mareada, sofocada. Aturdida. Sentía como todo a su alrededor se volvía borroso y se desvanecía. Sentía su corazón trabajando más rápido mientras sus pulmones se esforzaban al máximo, sin lograr ningún resultado. Se estaba muriendo, y todo gracias al, quizás, ultimo buen gesto que iba a hacer en la vida.

Pero así como todo empezó, terminó. Luke dio unos cuantos pasos hacia atrás, dándole espacio a Anne. Temblorosa y muy asustada, se llevó las manos a la garganta en un acto reflejo, mientras su cuerpo hacía el titánico esfuerzo de poner de vuelta todo de nuevo.

— ¿Te quedó claro, o tengo que volver a explicártelo? — ella asintió frenéticamente.

Y, haciendo acopio de las pocas fuerzas que tenía, entró a su habitación. Si iba a derrumbarse, como sabía que iba a hacerlo, no quería que Luke la viese. No le iba a dar ese gusto.

2 Estrellas:

damaris dijo... @ 14 de septiembre de 2009, 21:38

me facino el capitulo
porfa sigue escribiendo
me encanta la historia
me facina, si no escribes
creo que me boy a volver loca jaja ç
bueno espero la proxima entrada

besos¡¡¡¡¡

La Premonición dijo... @ 16 de septiembre de 2009, 21:33

Me alegra muchisimo que te este gustando la histora, Damaris. Y te prometo el capitulo 7 prontito. Está bastante avanzado (tiene como 7 u 9 paginas del Word) pero no puedo continuarlo hasta el sabado por la tarde porque tengo clases todos estos días y estoy muy ajetreada.

Espero que no te vuelvas loca en este tiempo lol.

Besos.

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