La Premonición

Capítulo 8

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Respuestas


Edna había salido de viaje con la vaga esperanza de encontrar algún tipo de información útil que le ayudase con su objetivo de regresar a Anne a su casa; pero había salido con la seguridad de que se estaba embarcando en una empresa demasiado difícil (por no decir imposible) de llevar a cabo.

Estaba en el Hellaven, después de todo, un mundo en el que los terranos eran temidos y cazados para poder alargar un poco más el tiempo de vida de su propio mundo. Era de esperarse que todo lo relacionado con las personas del otro lado de la puerta no fuese bien recibido.

Y no sólo estaban las dificultades que pudiese encontrar en el camino. También había que mencionar el hecho de que estaba dejando al objeto de su investigación en la casa de uno de los hellavenianos que más despreciaba a los terranos. Ella no sabía con exactitud cuál era el motivo de tanto odio (pensaba incluso que ni el propio Luke lo sabía) pero sí estaba segura de que él no iba a hacerle la vida nada fácil a Anne. También estaba Cecil, el cual se estaba encariñando demasiado con la chica.

Edna y su empresa tenía demasiadas cosas en contra y muy pocas a favor.

Aun así, salió de viaje, después de una seria conversación con Anne. Aun recordaba la expresión de terror en sus ojos, y el pánico que había en sus palabras cuando le había pedido que no la dejase allí. Esa había sido la primera vez que veía a la chica mostrando vulnerabilidad, por lo menos abiertamente. Y era precisamente ese recuerdo el que la impulsaba a hacer las cosas más aprisa. Aunque no lo quisiese admitir, le tenía aprecio a la chica y verla en ese estado, y saber que Luke no sería un buen compañero de casa, eran el motor que la impulsaban a seguir adelante.

Su primera parada fue la biblioteca. Prácticamente se internó en aquel recinto grande, de techo alto y abovedado, repleto de estanterías tan altas que no parecían tener fin. Lo primero que hizo fue buscar en los libros que hablaban sobre la historia del Hellaven y la creación del mismo. La búsqueda se le hizo eterna, y no era sólo por el hecho de que la mayor parte de los libros de la biblioteca eran sobre historia del Hellaven. Era debido al hecho de que en la mayoría de los libros se hacía una mínima mención sobre los terranos, tan mínima que no valía la pena ni recordarla.

Después de varios días revisando (con ayuda de la magia, por supuesto) los libros sobre el Hellaven, empezó a buscar en los que hablaba sobre los Recolectores y los Encargados de la Limpieza. En esos libros encontró mucha más información referente a los terranos, incluso aprendió cosas que no sabía sobre su propio trabajo (y eso, que llevaba muchísimos años ejerciéndolo) pero no encontró nada relacionado con los terranos vivos.

Ella sabía que en el Hellaven, en alguna ocasión, hubo un caso de un terrano vivo. Debía de haber ocurrido antes. Ella no aceptaba el hecho de haber sido la primera Encargada de la Limpieza en encontrar a un terrano vivo en el Hellaven; eso era, definitivamente, algo que ella no iba a aceptar jamás.

Cansada de buscar y no encontrar nada de importancia, se encaminó hacia su siguiente parada: la Casa de los Ancianos. Este era un local enorme, de estilo renacentista, con un amplio jardín delantero que podía ser visto a través de las altas e imponentes rejas que bordeaban el lugar. Allí vivían los ancianos más conocedores de la historia del Hellaven, esos que la habían estudiado desde que eran pequeños.

Los Ancianos eran como una especie de monjes. Eran hombres que debido a su gran intelecto fueron llevados a la Casa para ser entrenados por los Ancianos más experimentados para que en un futuro ocupasen su lugar. Sólo unos pocos en cada generación tenían el privilegio de ser elegidos como aprendices ya que no todos tenían, como pasaba con la magia, las mismas capacidades intelectuales. No todos nacían con el don.

Los Ancianos, se podía decir, eran las personas más inteligentes en todo el Hellaven. Eran, en su mayoría, los autores de gran parte de los libros que ocupaban la biblioteca principal. Pero lo que los hacía tan importantes era el hecho de que conocían la historia de primera mano, como si la hubiesen vivido. No había lapsus en sus relatos, mucho menos errores. Todo era exacto y correcto.

Por esa razón Edna eligió la Casa de los Ancianos como su segunda parada.

Allí, debido a que las visitas no eran muy frecuentes, podías ingresar sin tener que pasar por un largo proceso de seguridad. Nadie iba a ser capaz de atentar contra los ancianos debido a que los hellavenianos tenían fuertes y arraigadas costumbres. Desde pequeños les enseñaban a respetar a los mayores, a venerar a los reyes y príncipes del Hellaven, y a cuidar incluso con su propia vida a los Ancianos y al Oráculo. Sin mencionar que las leyes y normas de cada ciudad eran repasadas y enseñadas cuidadosamente para que no se cometiera el más mínimo error.

Contrario a la Tierra, y a pesar de sus actividades nocturnas, el Hellaven era el lugar más seguro para vivir. Nadie atentaba contra la vida de nadie, a menos que se tratase de un terrano o del incumplimiento de una de las normas básicas. A parte de eso, todo funcionaba bien.

Edna entró a los terrenos de la Casa después de que las enormes puertas de hierro fueron abiertas por dos guardianes. Cruzó el amplio jardín, iluminado por decenas de farolas que bordeaban un camino de piedra y que le daban a la Casa el mismo aspecto que tendría un importantísimo museo de noche, con una opresión en el pecho. Aunque sabía que los Ancianos conocían la historia del Hellaven a la perfección, dudaba que le quisiesen dar más información de la que aparecían en los libros. Si ellos (en el caso de que en verdad hubiese aparecido otro hellaveniano con anterioridad) no lo pusieron en los libros, era porque tenían sus razones para no hacerlo. Pero, de todas formas, siguió adelante, sin titubear.

Subió los tres peldaños de la escalinata y cuando estuvo en el pórtico esperó que la puerta se abriese. Mientras lo hacía, repasaba internamente las preguntas que pensaba decirles a los Ancianos. No quería que estos, siendo tan astutos como lo eran, sospechasen algo y la delatasen con las altas autoridades. Debía ser muy precavida.

La puerta se abrió y un jovencito de no más de quince años, pero un poco más alto y robusto que ella, apareció en su campo de visión. Después de hacerle una ligera reverencia, le preguntó con una voz profunda y cargada de tranquilidad cuál era el motivo de su visita. Después de un breve intercambio de palabras, él la guió por una serie de pasillos hasta dejarla frente a una alta, bastante ancha, y aparentemente muy pesada, puerta de hoja doble. Dio tres toques y después, poniendo una mano en cada puerta, empujó para abrirla sin que esto supusiese para él un gran esfuerzo.

Cuando el joven hizo las reverencias de lugar y hubo desaparecido al doblar uno de los pasillos, Edna entró a la habitación. La puerta se cerró detrás de ella sin emitir el más mínimo ruido. Y ese hecho le hizo caer en la cuenta de que la casa era extremadamente silenciosa. Incluso los sonidos que deberían producir eco parecían absorbidos por una especie de hechizo silenciador (ella no dudaba que ese fuese el motivo de tanta quietud). Los Ancianos podían llegar a ser muy excéntricos algunas veces.

La habitación a la que acababa de entrar era como una oficina cualquiera. Dos altas estanterías, una a cada lado, decoraban las paredes laterales con cientos de libros aparentemente colocados por color, no por la temática. Al fondo, había un enorme ventanal en el que ondeaban libres dos traslucidas cortinas blancas. El escritorio, de madera marrón oscura (al igual que la puerta y las estanterías) estaba repleto de libros, pergaminos y plumas debidamente organizados. Y un hombre, que en apariencia no pasaba de los cincuenta años, estaba sentado detrás de este bastante concentrado en lo que escribía.

Edna no quería interrumpirlo pero él, como si se hubiese percatado de su presencia hacía tiempo y le estaba dando la oportunidad de tomar la palabra, habló sin siquiera despegar la vista del papel.

—Buenas noches, señora Williams. ¿Qué la trae por aquí después de tanto tiempo?

—Mi curiosidad. —esta expresión pareció captar la atención del mayor ya que dejó la pluma a un lado del papel y le dedicó una mirada a Edna. Sus ojos, de un marran intenso, la miraban con curiosidad.

— ¿Su curiosidad? ¿Debería preocuparme?—le hizo señas para que se sentara en uno de las sillas que estaban frente al escritorio.

Edna tardó unos breves instantes en aceptar la oferta. Se sentía como una niña pequeña que iba a la oficina del director después de haber sido acusada por la maestra, a pesar de lo mayor que era y de las veces que había hablado con alguien tan importante como él. Suponía que ese cumulo de sensaciones que la embargaban era el resultado de estar tan cerca de una persona tan mayor y tan sabia.

—No debería. No es algo del otro mundo, de todas formas.

— ¿Y qué es eso que ha extasiado su curiosidad hasta el punto de impulsarla a hacerme una visita? Hago esta pregunta suponiendo, y creo que no me equivoco, que usted ya pasó por la biblioteca y leyó un par de libros.

Edna sonrió, muy a su pesar.

—No, no se equivoca. Antes de venir aquí me aseguré de que lo que quería saber no estaba en los libros.

—Y al parecer lo comprobó. —hizo un movimiento de su mano y una bandeja repleta de galletas y un servicio de té para dos apareció frente a ellos. Sirvió dos tazas, le pasó una a su acompañante, y luego acercó la bandeja más a Edna para que esta pudiese tomar de las galletas con más facilidad. —Ahora dígame, señora Williams, ¿qué es lo que desea saber?

—Quisiera saber si en el Hellaven, no importa el lugar realmente, ha aparecido un… —hizo una breve pausa en la que le dio un sorbo a su bebida. Era bastante obvio que le costaba formular su pregunta—…un terrano vivo.

El anciano, que tomaba de su taza de té con toda la calma del mundo, no pareció sorprendido por la pregunta. Era como si a diario recibiese personas que le preguntaban la misma cosa (hecho que era realmente improbable. A los hellavenianos no les gustaba saber de los terranos más de lo estrictamente necesario).

—Desde que supe que iba a venir supuse que iba a hacerme una pregunta de ese estilo. Es tan típico de usted. — le dio otro sorbo a su bebida. Edna se sintió un poco incomoda, como si hubiese sido regañada por haber hecho algo realmente malo y vergonzoso— Usted siempre fue tan curiosa. No me sorprende saber que esa cualidad sigue intacta en usted. Ahora, lo que me gustaría saber es el motivo de su pregunta. ¿Qué la ha empujado a planteársela?

— ¿Los años que llevo siendo Encargada de la Limpieza, quizás? Realmente no lo sé. Sólo sé que es algo que viene atormentándome desde hace semanas; y la verdad es que ya no aguanto más la curiosidad. Necesito saberlo. Necesito saber si ha habido casos de terranos vivos en el Hellaven; aunque sea uno, aunque sea pequeñito.

Edna agradeció internamente el hecho de que el Anciano le diese una excusa. No era muy buena, pero por lo menos era mejor de las que había inventado. Además, esta era cierta y el Anciano lo sabía. Esa no era la primera visita de Edna a la Casa y no era la primera vez que se sentaba a hablar con él sobre cosas que los demás no se aventuraban en preguntar. A Edna le encantaba descubrir cosas, le encantaba el trabajo de los Ancianos; y era algo obvio. Quizás por eso el Anciano, nunca le decía que no cuando ella iba a visitarlo.

—Viniendo de usted, no me sorprende su interés. —sonrió. —Siempre ha sido tan obstinada. Estoy seguro de que usted hubiese sido una buena Anciana. — Edna sonrió, complacida. El anciano dejó la taza ya vacía sobre el escritorio y se recostó en su silla—Mire, Edna, voy a ser sincero con usted. No puedo darle una respuesta exacta a esa pregunta.

"Ya sabe que el tema de los terranos es muy delicado. El Reino tiene reglas estrictas sobre todo lo relacionado con ellos, incluso con los Recolectores y los Encargados de la Limpieza. Si en los libros que leyó no encontró respuestas a sus preguntas, temo decirle que aquí tampoco las encontrará. No si se trata sobre los terranos. Lo siento.

—Entiendo. Realmente sabía que no iba a encontrar más aquí que en los libros pero, debo admitir, tenía algo de esperanza. —Dejó la taza casi vacía sobre el escritorio, se puso de pie y le dedicó al hombre una ligera reverencia. — Siento mucho haberlo molestado e interrumpido. Espero que la próxima vez que vuelva, eso no suceda.

—Y yo espero poder ayudarla. Que los dioses guíen su camino, Edna. —le dijo a modo de despedida.

Edna le dedicó otra reverencia y después salió de la oficina. Totalmente desanimada, y con la pocas esperanzas que le quedaban puestas en un último lugar, se embarcó en un viaje hacia el Oráculo. Esperaba que Nadhia, con su infinita sabiduría y la bondad que la caracterizaba, pudiese ayudarla. Realmente lo esperaba.

Se estaba quedando sin opciones y no quería llegar a casa y tener que decirle a Anne que no había forma de ayudarla. Realmente quería ahorrarse ese trabajo.

Sin ganas de perder más tiempo, consciente de la hora que era, desapareció de la Casa de los Ancianos hacia la Casa Dorada en el mismo instante en el que las puertas de entrada del recinto de los Ancianos se cerraron detrás de ella.


***


Anne, que había pensado que su maravilloso día no podía arruinarse con nada, seguía acurrucada en su sillón favorito cerca de la ventana del salón, pensando en lo que había pasado en la mañana. Aun las palabras de Luke revoloteaban en su cabeza haciéndole sentir escalofríos; sin mencionar las preguntas de Cecil, esas que no había podido responder y a las que aun trataba de encontrarle respuestas.

— ¿No eras tú la que quería salir de aquí, la que en los primeros días me preguntaba si no había forma de que te quedaras conmigo en vez de con él?

— ¿Quieres quedarte con él? — Cuestionó Cecil mientras extendía el brazo y señalaba el lugar por el que se había ido Luke. — ¿Realmente prefieres estar con él antes que conmigo?

¿Por qué se había negado con tanta insistencia? ¿Por qué se había asustado cuando Cecil le había dicho que iba a sacarla de allí? ¿Realmente prefería quedarse en ese lugar? Pensar en eso sólo la confundió aun más. Cecil era su amigo, era alguien en quien había llegado a confiar ciegamente, alguien a quien necesitaba. Luke, en cambio, era esquivo, grosero, huraño, era todo lo contrario a Cecil. Ella lo sabía, lo tenía más que claro. Pero por alguna extraña razón no podía dejar esa casa y mudarse con su amigo. Por alguna extraña razón que no comprendía, no podía aceptar la idea de estar lejos de Luke (como si hubiesen estado cerca alguna vez). Lo necesitaba. Y no llegaba a entender por qué.

En casa de Luke se sentía cómoda, segura y tranquila, a pesar de todo. Sentía que estaba en el lugar correcto, con la persona correcta. Saber que Luke estaba en los alrededores había llegado a tranquilizarla muchas veces, cuando la idea de que algún hellaveniano apareciese por los alrededores amenazando con matarla. Además, estaba el hecho de que ese joven significaba para ella una gran incógnita; y ella, curiosa por naturaleza, se moría de ganas por descubrirlo, por saber todo sobre él.

Meneó la cabeza de un lado al otro al darse cuenta del rumbo que habían tomado sus pensamientos. Ella le tenía miedo a Luke. Tenía que tenerle miedo. Luke la odiaba, quería matarla. Ella no podía sentirse atada a una persona que tenía tales sentimientos para con ella. No debía. No era normal.

Se mesó los cabellos al tiempo que exhalaba un profundo suspiro. Se encogió aun más en su lugar y fijó su vista en la ventana, en lo poco que se distinguía a través de esta. Pensó en Edna y en los peligros que estaba corriendo por su culpa. Pensó en Cecil, el cual tenía que estar más que enojado con ella y pensó también en el hecho de que por su culpa (todo era su culpa, en realidad) su amistad con Luke se había arruinado. E irremediablemente pensó en su compañero de casa.

En el acto, el recuerdo de un Luke dormido en el sofá volvió a ella tan vivido que pensó que lo estaba viviendo otra vez. Incluso podía decir que estaba sintiendo las mismas sensaciones que embargaron su ser esa noche. Y sintió miedo. Y angustia. Sintió que estaba haciendo algo malo, algo muy malo. Sintió la necesidad de salir corriendo y refugiarse en un lugar en el que el recuerdo de Luke y lo que pasó esa noche no la atormentasen jamás.

Y justo en ese instante la duda sobre si estaba hechizada o no volvió a ella, fuerte, como si fuese un golpe en su pecho. Luke le había dicho que no, que no la había hechizado, y ella en esos momentos le había creído. Ahora que estaba sola, asustada, empezaba a dudar de él. Empezaba a pensar que le había creído porque había estado bajo su hechizo.

Luke no era bueno, ella sólo estaba imaginando que lo era. Luke no era bueno, Cecil tenía razón.

Había empezado a repetirse a sí misma esas palabras una y otra vez, como si fuese un mantra, tratando de convencerse a sí misma. Se mecía hacia adelante y hacia atrás, con la cabeza escondida en sus rodillas. Luke no es bueno, Luke no es bueno. Lo decía cada vez más rápido, meciéndose al compás.

El objeto de su tormento apareció al poco rato, pensando que la joven ya estaba acostada. La vio en el sillón e inmediatamente se dio la vuelta dispuesto a salir del lugar. Seguía enojado con ella, sin saber muy bien cuál era la razón, por lo que quería reducir al mínimo el contacto con ella. Pero al darse cuenta de que la joven no estaba actuando con normalidad, se acercó hacia el lugar en el que se encontraba; sólo un poco, lo suficiente como para poder verla a pesar de la poca claridad que había en la sala.

Anne aun estaba meciéndose, susurrando rápidamente palabras que él no lograba captar. Preocupado, la llamó, pero Anne no le respondió, concentrada como estaba en seguir meciéndose. Volvió a llamarla, y la única reacción que obtuvo de ella fue cuando se llevó las manos a la cabeza, como si de esa forma lograse callar las voces que escuchaba, esas que sonaban igual a la de Luke.

—Hey, terrana. —Nada. Se acercó más, lo suficiente como para colocarse frente a ella, y se arrodilló. Ni siquiera estando tan cerca lograba entender lo que decía. —Terrana, ¿qué sucede? ¿Por qué estás así?

—Es su culpa, es su culpa. — Escuchó que decía. Las palabras salieron atropelladamente de su boca, como si le costase pronunciarlas.

Anne volvió a taparse los oídos, esta vez con más fuerza. Luke, en un acto reflejo, la sostuvo de las manos para impedir que se hiciese daño. Estaban frías, como las de un cadáver, como si hubiese salido y hubiese pasado mucho tiempo afuera.

—Terrana. — volvió a llamarla, pero Anne seguía sumida en su mundo. —Anne. ¡Anne! —la removió un poco.

La joven levantó la cabeza en el mismo instante en el que escuchó su nombre con la voz de Luke. Tenía el rostro cubierto de lágrimas y una expresión ausente, casi alocada. Lo miraba como si no pudiese creer que era él, como si fuese el producto de una alucinación.

—Tú no eres real. —Le dijo y esbozó una sonrisa que acentuó aun más esa fea expresión que tenía su rostro. — El tú real no estaría aquí, conmigo.

Se miró las manos, las cuales seguían agarradas por las de Luke. Esta vez no hubo ninguna reacción, ningún choqué eléctrico recorriendo sus cuerpos. Ella ni siquiera pudo apreciar la calidez de su tacto. Trató de soltarse pero él se lo impidió aferrando sus manos con más fuerza.

— ¿Qué demonios te pasa? ¿Por qué te comportas así?

Y sin que él se lo hubiese esperado, Anne empezó a llorar. Luke no reaccionó de ninguna manera. Estaba demasiado conmocionado como para hacer algo, lo que fuese. Anne empezó a hablar, sin tomar en cuenta la rigidez del cuerpo del chico.

—Todo es su culpa. Usted es el culpable de todo. —Empezó a decir, con su voz teñida de locura. Luke se asustó. — Usted y su magia. Usted y sus ganas de sentirse superior…— Luke no entendía de qué estaba hablando. Apenas si entendía lo que decía. — ¿Por qué tiene que jugar conmigo de esta manera? ¿Por qué tiene que hacerme esto? Yo no le he hecho nada, ¿me entiende? Yo-no-le-he-hecho-nada.

— ¿De qué estás hablando? ¡Anne! —le gritó y la zarandeó un poco al ver que se estaba sumiendo otra vez en ese estado de alucinación en el que había estado momentos antes.

La chica lo estaba preocupando cada vez mas. Parecía haber enloquecido de un momento a otro, como si alguien le hubiese lanzado un hechizo. En el acto, pensó en el collar que Cecil le había regalado, ese que colgaba de su cuello y emitía un suave destello plateado. Quizás todo lo que estaba pasando no fuese más que un efecto secundario del mismo. Si sólo pudiese quitarselo, todo estaría resuelto.

— ¡Usted me hechizó! — Exploto Anne, agitándose sobre el sillón. Luke tuvo que aferrar sus manos con un poco mas de fuerza para que no se le escapara; estaba seguro de que si lo hacía, iba a empezar a golpearlo. — ¡Por su culpa es que estoy así!

—Anne, Anne, escúchame. Yo no te he hechizado. —le soltó las manos para esta vez agarrar su rostro y obligarla a mirarlo. —Yo no te he hecho nada. ¿Qué te ha hecho pensar de esa forma? — le dijo con calma, tratando de tranquilizarla. Su voz, baja y suave, pareció calmar un poco los demonios internos que la atormentaban.

Anne parpadeó una par de veces, como si de esa forma pudiese ayudar a su cerebro a captar mejor las palabras salidas de la boca de Luke. El joven agradeció el hecho de que la chica se había calmado y había dejado de moverse y de gritar.

— ¿Us-Usted no me hechizó? —Preguntó en voz baja, dubitativa. Él negó— ¿Lo jura? —Él asintió. — Si usted no lo hizo, entonces, ¿quién fue? ¿Quién está haciendo que me sienta de esta forma?

Se llevó una mano al pecho, sobre su corazón, y presionó. Estaba confundida, aturdida, pero ese sentimiento que se había anidado en su pecho era tan claro y fuerte que incluso en su estado de aturdimiento podía percibirlo. Y todavía seguía asustándola.

—Nadie. Es sólo tu imaginación. — Le aseguró, aunque no entendía muy bien el motivo de todo ese asunto. Inconscientemente le colocó un mechón de cabello detrás de la oreja. — Aquí no está pasando nada. Nadie ha hechizado a nadie. Todo está muy bien, ¿de acuerdo?

Ella asintió lentamente, como si le costase mucho moverse. Luke la soltó, pero ella retuvo sus manos entre las suyas. Esta vez sí hubo una reacción entre ellos, un choque de electricidad tan fuerte que pareció haber pasado de un cuerpo al otro. Luke cayó hacia atrás, sentado, debido a la sorpresa. Anne se quedó estática, mirando sus temblorosas manos con aprehensión. Y en su rostro volvió a pintarse el terror; el pudo verlo claramente.

— ¿Está seguro de que no estoy hechizada? Porque yo estoy empezando a dudarlo.

Luke, aun sentado en el suelo, aturdido aun por la sorpresa, empezaba a dudarlo también.


***


Edna llegó al Oráculo la noche siguiente, debido a que se había detenido para tomar un descanso. Con la ayuda de un hechizo de creación, construyó una pequeña casa en medio del bosque con todo lo necesario para pasar la noche. La resguardó con algunos hechizos de protección y calor, y cuando estuvo lista, se adentró en su hogar temporal. Esa había sido su rutina desde que había emprendido el viaje, cuando estaba demasiado cansada como para seguir en pie.

Tomó una larga ducha caliente para tratar de desentumecer su cansado cuerpo, y algo ligero para cenar; después de eso, se fue a la cama. El sueño, a pesar de lo cansada que estaba, no llegó pronto. Estuvo dando vueltas en la cama, tratando de conseguirlo; al no lograrlo, se dedicó a recapitular sobre todo lo que había pasado desde que había salido de casa.

Los libros no le habían servido de nada, y como esperaba, los Ancianos tampoco podían ofrecerle más que té y unas simples palabras de consolación. El tiempo se le acababa, al igual que las opciones, y no quería llegar a la casa con las manos vacías después de tanto tiempo. No era justo.

Pero, a pesar de sus ganas de conseguir información rápido (y de acabar con ese suplicio pronto, para que negarlo), no partió hacia el Oráculo en la mañana. Aun estaba cansada y algo abatida como para hacerlo. Además, quería estar preparada psicológicamente para lo que Nadhia pudiese decirle.

Lo que sí hizo fue enviar una comunicación al lugar para informar sobre su visita; así se aseguraba de que, cuando fuese en la noche, las cosas serían más rápidas y sencillas.

Llegó a eso de las diez, cubierta completamente con su capa oscura, no sólo para protegerse del frío sino también de las miradas curiosas. Era mejor mantener su visita en secreto. Una de las hermanas la recibió en la puerta que daba al vestíbulo con una ligera reverencia. La guió hacia donde estaba Nadhia sin siquiera preguntar.

En el trayecto se encontraron con Camille, una joven de corto y rizado cabello castaño oscuro que, contrario a las demás hermanas, vestía una bata color beige en vez de blanco; esto la identificaba como el escudo de Nadhia, la persona que tenía el deber de proteger a Nadhia incluso con su propia vida.

—Buenas noches, señora Edna. ¿Cómo le va?—preguntó cuando estuvieron cerca, dedicándole una ligera reverencia.

Le hizo una seña a la hermana que las acompañaba, indicándole que de ahí en adelante se encargaría ella de llevar a Edna hacia su destino. La hermana se despidió con una reverencia, y se fue hacía su lugar con su silencioso andar.

—Me va bien, Camille. Espero que a ti también.

—Oh, por supuesto. Usted sabe que la vida aquí es muy tranquila. Raras veces nos vemos envueltas en los asuntos de afuera. —hizo una ligera pausa, como si tuviese dudas de continuar. — ¿Cómo están Cecil y Luke?

Edna esbozó una rápida y diminuta sonrisa.

—Realmente no lo sé. Pero espero que estén bien o se las verán conmigo. —Camille le dirigió una mirada cargada de confusión; Edna le respondió con una sonrisa. — ¿Dijo algo Nadhia cuando recibió mi carta?

La muchacha asintió una sola vez.

—Dijo que se había tardado mucho, que la estaba esperando desde hace un largo tiempo…—giró la cabeza para mirar a la mujer que caminaba a su lado— Edna, ¿cuál es el motivo de su visita? Realmente no me gustó la expresión que vi en el rostro de Madre cuando dijo eso.

Edna no la miró cuando le respondió.

—Sólo vengo a hacerle una pregunta. No es nada del otro mundo. — Trató de calmarla.

Pero ella estaba segura, después de haber escuchado las palabras de Camille, de que lo que saldría de la boca de Nadhia no sería buenas noticias. Sí Nadhia había dicho que la estaba esperando desde hacía tiempo, era porque había tenido una de sus visiones sobre el futuro, quizás mucho antes de que Edna tomase la decisión de salir de viaje. Y quizás, Nadhia ya sabía cómo iba a ser el final de esa historia. Un final trágico y triste, en el que ni Cecil, Luke y ella saldrían bien parados.

Llegaron al salón donde Nadhia recibía las visitas en completo silencio. Camille se detuvo en frente de la puerta, y antes de que la mujer diera dos pasos para entrar, la tomó por el brazo y la hizo detenerse.

— Dígame, por favor, que ni Luke ni Cecil están en problemas. —su voz salió cargada de preocupación, ese mismo sentimiento que le pintaba la cara y que Edna podía ver claramente. —Dígame no que hicieron nada malo.

—Por supuesto que no. Ellos no son chicos de tener problemas con los demás, mucho menos de meterse en líos grandes ni en asuntos que no les competen. —Tomó la mano que la muchacha aun mantenía sobre su brazo y la apretó afectuosamente, como agradecimiento por su preocupación e interés. —No te preocupes, Camille, que todo va a estar bien. De lo que tengo que hablar con Nadhia no se relaciona con ellos. Así que puedes irte tranquila.

La muchacha le dio un rápido abrazo y salió corriendo, como si hubiese hecho algo malo. Se despidió de Edna con un movimiento de la mano, cuando ya estaba al final del pasillo. Edna profirió un profundo suspiro antes de darse la vuelta y abrir la puerta.

Nadhia ya la estaba esperando, sentada en uno de los sillones marrones que había en la estancia. Tenía un mullido cojín dorado sobre las piernas, el cual acariciaba como si fuese un gato, mientras miraba distraída hacia otro lado. Su larguísimo cabello marrón le caía sobre un hombro, derramándose como si fuese agua en una fuente.

—Bienvenida sea, Edna. — la saludó, sin siquiera mirarla. —Me alegra ver que al fin ha llegado a su destino final.

Edna le dedicó una reverencia y se acercó lentamente hacia donde ella estaba. Nadhia seguía sólo moviendo la mano que acariciaba el cojín.

—Buenas noches, madre. Vengo…

—Sé a lo que vienes, Edna. —está vez sí la miró, con aquellos ojos verdes clarísimos llenos de sabiduría. — Pero antes de darte una respuesta, necesito que me respondas algo.

—Lo que sea, Madre—Se apresuró a decir.

— ¿Recuerdas aquella noche, en la que te llamé y te dije lo que había visto en tu destino? — Edna asintió, aun sin entender por qué el Anciano y el Oráculo se empeñaban en recordarle sus visitas pasadas. ¿Acaso una cosa estaba relacionada con la otra?— ¿Recuerdas que te dije que para aceptar tu destino tendrías que ser fuerte y hacer dolorosos sacrificios?

Lo recordaba con exactitud. Esa noche, Nadhia la había mandado a buscar para decirle que había visto en su destino a un bebé prácticamente recién nacido del cual tendría que hacerse cargo. Le había contado que lo había visto abandonado en una casucha en medio del bosque y que en su visión la había visto a ella encontrándolo. Esa noche le había dado dos opciones: cumplir su destino y encontrar al niño, o desentenderse del asunto y dedicarse solamente a su hermano menor.

Ya para ese momento Edna tenía el corazón en un puño, sin saber bien que hacer o decir. Había tenido dudas, por supuesto. Sus padres habían muerto hacía poco tiempo y ella, con apenas veinte años recién cumplidos, había tenido que encargarse de su hermano. Había tenido que hacer a un lado sus sentimientos y deseos y volverse Encargada de la Limpieza. Había tenido que hacer muchos sacrificios para poder tener una vida estable y poder darle a un Cecil de apenas trece años todo lo que necesitaba. Estaba segura de que, con un nuevo niño en la casa, las cosas no marcharían muy bien.

Pero todas sus dudas y sus miedos desaparecieron en el mismo instante en el que vio el rostro del pequeño Luke. Ella no había visto algo tan hermoso y puro en toda su vida. Ella nunca había sentido todo lo que sintió cuando lo tuvo entre sus brazos. Y a pesar de todas las advertencias que Nadhia le había dado, no dudó en decirle que aceptaba el reto y que se iba a quedar con él. Le había jurado a la mujer que iba a hacer todo lo posible para que ese niño tuviese todo lo que sus padres no pudieron darle.

Y había cumplido su promesa al pie de la letra. Ella había hecho por Luke todo de lo que fue capaz. Le había dado a veces más de lo que le dio a su hermano, no sin sentirse culpable al final. De modo que no entendía por qué Nadhia, después de veinticinco años, le recordaba lo que se habían dicho esa noche.

Iba a preguntárselo, pero prefirió sólo asentir como respuesta a su pregunta.

—Esta vez tendrás que tomar una elección similar. Tendrás que decidirte entre seguir tu destino, o desentenderte. Y esta vez, contrario a la anterior, si tendrás que hacer grandes sacrificios. Tendrás que olvidarte de muchas cosas. ¿Estás dispuesta a pasar por esto, Edna? Aun estas a tiempo de decir que no y librarte de las consecuencias de tus actos.

—Estoy dispuesta—dijo, sin siquiera detenerse a pensarlo.

Algo la había empujado a aceptar la oferta sin siquiera dudarlo. Quizás fue el pensamiento de que, al igual que en la vez anterior, no había pasado nada malo al final. O quizás había sido una jugarreta del destino, que no quería permitir que se le escapase de las manos.

Nadhia soltó el cojín y lo puso a un lado, con expresión seria. Pero esta no duró mucho porque en su rostro apareció una deslumbrante y hermosa sonrisa de satisfacción.

—Siempre supe que eras una mujer valiente, Edna. Una mujer que no le tiene miedo a los retos, ni siquiera a la propia muerte. —a Edna le recorrió un escalofrío por la espalda. — Eres una autentica terrana. Y, gracias a tus desinteresados actos, podrás cumplir tu más anhelado sueño… de muchas maneras diferentes.

— ¿Qué- qué quiere decir con eso, madre?

—Todo a su debido tiempo, hija. Todo a su debido tiempo. —se acomodó en el sillón y chasqueó los dedos. Frente a ambas, en una pequeña mesita, apareció un servicio de té. —Ahora vamos a lo más importante: el motivo de tu visita.

Se inclinó hacia delante para servir el té. Se tomó todo su tiempo en prepararlo y servirlo, disfrutando del aroma dulzón del mismo, el cual pareció calmar el ambiente. Le pasó una taza a Edna, tomó la suya y volvió a acomodarse en su lugar. Dejó que pasaran unos minutos antes de continuar hablando.

—Respondiendo tu pregunta, sí, sí hubo un caso de un terrano vivo en el Hellaven. Fue hace muchos años, quizá no tantos, pero eso no es lo importante. — hizo un movimiento con su mano, restándole importancia al asunto. — El punto es que no te puedo contar nada sobre el tema. Es algo que el Reino prohibió debido al peligro que suponía para el Hellaven que semejante hecho se supiese. Tenían miedo de que algo como eso volviese a ocurrir. Y con razón. El mundo no quedó muy bien parado después de eso.

— ¿Cómo es que nadie lo recuerda?

—Porque el Reino se encargó de que así fuese; ya te expliqué las razones. Por eso es que no encontraste ninguna información en los libros, mucho menos cuando hablaste con Jeremías. Él tampoco lo recuerda; nadie más que el Reino y yo recordamos lo que pasó.

—Pero, no es justo. Nosotros tenemos derecho a saberlo. —preguntó, de alguna forma indignada.

—Sí, es cierto, pero no es lo más conveniente en todo caso. Los hellavenianos viven con miedo aun sabiendo que los terranos están del otro lado de la puerta. Imagínate como se sentirían si supiesen que desde hace siglos los hemos tenido en nuestro territorio.

—Pero ellos están muertos. ¿Qué importa eso?

—Importa, porque aunque los terranos están muertos, en sus mentes siguen siendo una amenaza para nosotros. Supongo que para ti es difícil ponerte en su lugar, ya que tienes experiencia tratando con terranos. —lo dijo con toda la calma del mundo, pero aun así Edna casi se atraganta con su bebida.

— ¿Qué quiere decir con eso?

—Quiero decir que tu estas familiarizada con ellos. Llevas trabajando para el reino más de veinte años. En cambio, el pueblo, apenas sabe como son. Y desconocen el trabajo que realizan cada noche los Recolectores y los Encargados de la Limpieza.

—De acuerdo, entiendo su punto. El Reino ocultó este hecho para impedir que los hellavenianos viviesen con miedo. Pero, ¿qué harán en caso de que ese hecho vuelva a ocurrir, en caso de que aparezca otro terrano vivo en el Hellaven?

—Te aseguró que no será como la vez anterior. El terrano que se infiltró en el Hellaven lo hizo por su propio pie, cruzando él mismo la barrera. Como te imaginarás, en ese entonces, no había una puerta sino una simple barrera oculta en un lugar remoto de la tierra. Se suponía que los terranos no podían llegar a ese lugar…

—Pero hubo una excepción. —la interrumpió. — ¿Y qué pasó con ese terrano?

—Murió.

—Entiendo. Es por eso que sólo los Recolectores saben cómo abrir la puerta. El Reino tiene miedo de que se filtre la información y algún hellaveniano descuidado abra la puerta y la deje abierta.

—Exacto. Ese es el quid del asunto: que la puerta se quede abierta y suceda lo mismo que la vez anterior. —Nadhia dejó su taza vacía sobre la mesita. Edna hizo lo propio, aunque en la suya aun podía encontrarse un poco de té frio. —Ya respondí todas tus preguntas. Ahora tengo algo mucho más importante que decirte.

—Que no le comente esto a nadie más, ¿es eso?

—Eso es algo obvio, querida Edna. Nadie más puede saber esta información. Pero no, no era eso lo que tenía que decirle. —Edna sintió una ligera presión en el pecho, lo que intensificó la sensación de que nada bueno iba a pasar. — Lo primero es que necesito que traigas a Anne aquí.

Edna se quedó sin aire al escuchar como sus miedos quedaban confirmados. Nadhia sabía de la existencia de Anne y quería verla. Lo más probable era que, como ella también era una de las personas encargadas de mantener al Hellaven seguro, iba a entregar a la joven al Reino para que este se deshiciera de ella. Un escalofrío la recorrió de pies a cabeza.

—Y lo segundo es que el Reino ya sabe que hay un terrano vivo en el Hellaven.

Según Edna, las cosas no podían ponerse peor.

3 Estrellas:

damaris dijo... @ 12 de noviembre de 2009, 0:02

me a encantada
porfa pon un capitulo pronto

besos

NeaPoulain dijo... @ 12 de noviembre de 2009, 22:46

Sí, al ver que tenías un comentario quise venir a ver, y ¡oh! es un gran Coti pliz. La orioginalidad ando por los suelos.

Bueno, pues esto me ha dejado más helada que otra cosa y ha hecho que ame más a Luke. Estan tan amor el chico (L). Un amor...

Vale, quiero saber como sigue esto O_o caçda capítulo las cosas se ponen más... tensas, heladas y... ¡amo ese suspenso!

...Nea...

La Premonición dijo... @ 12 de noviembre de 2009, 23:02

Ni me recuerdes que es uno de esos ¬¬. Se me bajan los animos cada vez que veo uno, te lo juro.

Sobre Lukie, te dije que lo amarías aun más. Es que es imposible no quererlo. Es tan contradictorio. Dice no soportar a Anne, dice odiarla pero mira como la trata. ¡Es un dulce! xD

Prometo ponerme a escribir la continuación esta noche.

Besotes, y gracias por pasar.

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